16 - Traición

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El dormir con aquel pequeño gato de algodón entre sus brazos le brindaba algo de calma, le hacía dormir un poquito mejor. Aquel gatito de algodón, el primer regalo de cumpleaños que recibió por parte de Dani le hacía sentir feliz, un poquito feliz como ella lo hacía sentir en ese momento mientras jugaban a esconderse, luego ella rápidamente lo encontraba, posteriormente venían las cosquillas y las carcajadas que le dejaban sin aliento, tan débil por el esfuerzo, pero en esa ocasión no fueron las cosquillas lo que ocasionó su respiración errática y la debilidad en su cuerpo, seguido de un escalofrío que calentó su cuerpo, una sensación nueva, extraña, tan abrumadora que le asustó. El cumulo de esas emociones y sensación conocidas le hicieron recortar el trauma que se creo sobre la cama. Cuando trato de expresar su incomodidad, se encontró con esos ojos de miedo, era esa misma expresión que había visto en el pero ahora los tenía ella.

Sin tiempo de asimilar lo que sucedía con su cuerpo y sin tiempo para apartarla, era tocado por segunda vez con tanta agresividad, pero cada toque aún siendo brusco le provocaba escalofríos y un pequeño deseo de algo más y eso le aterraba porque para el, para su corazón no era agradable la sensación de no estar de acuerdo con lo que quería su cuerpo y su mente. No podía moverse, estaba tan débil ante los toques y los besos que le provocaban el llanto. Pequeños pensamientos pasaban de manera intrusiva por su mente, como el hecho de que esa escencia que percibía se asemejaba a su aroma pero no era lo mismo. Otro pensamiento se adueñó de su cabeza, era el hecho de que si estaba destinado a ser lastimado, prefería qué el fuera quien le hiciera ese daño a que lo hiciera cualquier otra persona, que no sería tan malo si solo era el, por alguna razón tenía ese sentimiento alojado dentro de su corazón.
En realidad no dolía pero lastimaba el hecho de que ella estuviera haciéndole eso también, aún cuando confío en que le salvaría anteriormente pero ahora era ella quien le hacía eso, aún cuando decía que no y era evidente el desagrado, aún cuando sus ojos se nublaban por el humedad de las lágrimas, en realidad no entendí el porque.
El ser un omega, el ser un Atavío desde el principio significaba sufrimiento y lo sabía, solo se había estado engañando a si mismo, solo se había estaba dejando engañar por la amabilidad y la calidez que experimentaba por primera vez.

Su cuerpo totalmente rendido en el suelo de la habitación hizo que bajara la guardia aquella mujer y al juntar toda la fuerza que pudo, pateó contra ella y corrió aún cuando sus piernas le temblaban por el celo. Logro abrir la puerta principal del departamento y corrió por los pasillos del edificio hasta que se dejó caer sobre la baldosa, era insoportable los espasmos incesantes, era doloroso e incómodo pero no había tiempo para el descanso. Un hombre que caminaba por el lugar logro percibirlo y fue atraído instintivamente por su aroma de omega. La tormenta no parecía querer parar, al contrario, quería arrastrarlo e hundirlo. ¿Que caso tenía resistirse? Su destino ya estaba marcado, su cuerpo había Sido creado para ser ultrajado, solo era cuestión de tiempo y había sido afortunado por haber tenido un año más de paz a comparación del resto como el, el celo sin duda era la prueba invidente de que había madurado, de que estaba listo para comenzar con el linaje de su especie.

Cuando sus labios estaban a punto de ser devorados por un extraño, alguien se encargó de alejar al tipo por medio de los golpes que dejaron el suelo salpicado de sangre, cuando aquel dejo de moverse, se llevó al niño de regreso al departamento del que había escapado. El Omega tenía la cabeza en blanco y sus ojos tenían una mirada perdida, ya no le importaba lo que sucediera con el o su cuerpo, pero ella solo lo dejo en el suelo y huyó en cuanto pudo, pensó que volvería a lastimarlo pero sintió alivio al no ser asi, tampoco quería llegar a odiarla, después de todo era su culpa por ser quien era.
Al encontrarse solo las lágrimas cayeron y reaccionó del impacto, no importaba a dónde huyera, lo mejor era esconderse y lo hizo, junto a la ropa de él, donde su aroma se concentraba y de alguna manera le hacía sentir tranquilo. Lo único que pudo hacer en ese momento fue abrazarse a si mismo mientras cerraba los ojos con tanta fuerza y esos pensamientos volvían, volvía a pensar en el y en qué quería tenerlo cerca, fue tanto su anhelo que lo vio pero no era más que una pesadilla, porque nuevamente sostenía su cuerpo como lo hizo antes pero esta vez no lo empujó, se limitó a dejar caer las lágrimas, ya ni siquiera emitía un sonido de llanto, solo dejaba que el vacio le llenara de desolación, pero de un momento a otro fue rodeado por la calidez de un abrazo suave y de las caricias sobre su cabello, ese pequeño gesto lo hizo entrar en calma y con miedo se aferró al cuerpo del alfa.
"No me importa si el que me lastima eres tú." Nuevamente aquel pensamiento.

El rendirse a su destino resultaba más fácil, no había a donde huir y si iba a ser dañado de todas formas, prefería que fuera el quién lo hiciera, todo a cambio de amor, de calidez o de algo mínimamente similar para poder sobrellevar lo que era, un Atavío.

— Perdoname... Perdóname, no quería hacerte daño, por favor perdóname... —. Las súplicas venían una tras otra mientras sostenía al niño y quizás fue la desesperación o lo dulce que podía proyectarse su voz o incluso el querer aferrarse a una mentira pero le creyó a su lamento, y al escabullirse en medio de su cuello buscando refugio, le dio su perdón en silencio.

El aroma de un alfa al estar en celo niebla la conciencia y hace que los efectos de este solo aumenten, no importa su estado emocional, es algo meramente físico y hormonal lo que hace que el omega se deja llevar por sus instinto sin siquiera desearlo.
Al ser el primer celo que experimentaba, los síntomas son intensos, cada toque de un alfa sobre su cuerpo provoca que el lubricante natural moje su ropa y se deslice por sus piernas mientras busca más de los toques sobre su piel para calmar la necesidad.

Me duele... No me gusta... —. La carita del omega se frotaba en el cuello del alfa, le gustaba el aroma que desprendía, la esencia le calmaba el dolor en su vientre.

No pasa nada... Tranquilo mi amor... Haré que deje de doler. —. Seguía creyendo en sus palabras, era mejor a estar solo con todas esas sensaciones encima. Se dejó cargar por él y se dejó llevar a la habitación que había estado evitando todo ese tiempo, extrañamente ya no daba tanto miedo como antes.

Por un momento fue dejado sobre la cama, podía ver como el alfa buscaba desesperado en los cajones de la mesa de noche, el como se inyectaba algo en la pierna y regresaba con pequeños sobres rojos similar a la envoltura de una paleta. Ahora ya no sentía tanto el aroma de la esencia contraria y los toques hacia su cuerpo eran más suaves, tan delicados, como si tuviera miedo de hacerlo daño, como al inicio, cuando las sensaciones nuevas le ponían rojo y le hacían sentir extasiado.
Quería centrarse solo en lo bueno, porque lo malo lastima, es mejor ignorar lo que hace daño y quedarse con la ilusión de un amor bonito. La ignorancia trae una dulce falsa felicidad.

Ilusión | Yaoi Omegaverse [En Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora