Cuerpo Extraño (Scaloni x Aimar)

Capítulo 1

"Salida de LATAM 02212 con destino a Seúl. Señores pasajeros, favor de embarcar por la puerta A12. Departure announcement of LATAM 02212 to Seoul. Ladies and gentlemen, please board through gate A12."

Pasaje en mano, el hombre mira el tablero con los vuelos en Ezeiza, como si ya no se conociese de memoria el listado que se viene refrescando hace media hora. A su lado, su joven acompañante lo ignora, ensimismado chequeando su celular.

Lo único que ruega es que no haya demasiado demoras en el embarque. Yendo a Asia, se supone que la gente está mucho más canchera con el tema de qué tiene que llevar en el bolso de mano y qué no está permitido. Por sobre todas las cosas, desea con toda su alma que la mayoría de los pasajeros sean asiáticos. Son gente ordenada, organizada, muy diferente al argentino enquilombado de toda la vida.

Literalmente va a tener que hacerse la raya del culo cuando termine la travesía. Cincuenta horas y quince minutos de vuelo con dos escalas hasta llegar a Corea del Sur. Veintiún horas de espera en uno de las escalas, por lo tanto, ahí podrá mover las piernas y conocer un poco de Los Ángeles, aunque ya ha ido en reiteradas ocasiones justamente por cuestiones de la empresa. La diferencia es que siempre fue solo y por apenas una semana a un máximo de dos meses. Esta vez, es por un año.

Y no está solo.

Pekerman S. A. es la primera empresa argentina en dedicarse al diseño, programación y realización de sistemas de control para deportes, y este año decidió romper el chanchito y mandar no a uno sino a dos representantes para capacitarse en Samsung a fin de mejorar sus productos. Lionel Scaloni, Gerente Senior, y Pablo Aimar, Gerente Junior, principalmente a cargo del área de testeo de productos respectivamente. Lionel trabaja en la empresa hace quince años mientras que el más joven, recién se incorporó hace ocho. Más allá del cordial 'hola que tal' y la fiesta anual de la empresa, no se han dicho otra cosa a nivel personal. Todas sus interacciones se basaron simplemente en el trabajo y punto.

Al menos eso desde el punto de vista de él.

...

Van a ser cincuenta horas de viaje que le van a dejar el orto como una plancha. Pero la guita es buena y encima, un año en Asia. Literalmente al otro lado del mundo.

Pablo se reclina hacia atrás en la silla dura de Ezeiza mientras chequea Twitter. Tiene que hacer algo para matar el tiempo y evitar el super incómodo momento que están pasando en esta espera interminable antes del embarque.

Jamás tuvo la oportunidad de hablar de algo más que de errores de programación, resultados de proyectos y cuestiones relacionadas al trabajo. Supone que en esta ocasión será lo mismo, considerando lo seco que es Scaloni pero a ver, van a pasar un año juntos en un país en donde apenas si van a poder comunicarse con el resto del mundo. La lógica dice que esta situación los encontrará un poco más unidos y solidarios el uno con el otro, siendo dos islotes de habla hispana en un país en donde, de 10 coreanos, 1 habla inglés y a duras penas. Los coreanos son duros con el inglés, a pesar de que lo aprenden en la escuela.

A quién quiere engañar. Pablo se dormía en las clases de inglés en la escuela.

Aimar mira de reojo a su compañero de viaje. No parece nervioso. De hecho, nunca pudo leer ni una sola emoción fuera en todos estos ocho años que lo conoce.  Siempre correcto, una sonrisa básica, cordial con sus compañeros de trabajo y respetuoso de las jerarquías. Una momia, en definitiva. Igualmente, Pablo tampoco es una matraca loca porque tampoco da en el ambiente laboral. Puertas afuera, es otra cosa.

"Ahí está. Vamos."

Pablo sale de sus pensamientos al escuchar la voz del mayor y automáticamente se pone de pie con su maletín. Ambos viajan con ropa liviana hasta la segunda escala en Los Ángeles. Ahí se cambiarán con trajes para causar una mejor impresión a los anfitriones y poder representar bien al país. Todo entra por los ojos, a fin de cuentas.