Capítulo 5

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"Para mí tendríamos que hacer la lasta de prioridades antes de meternos con los problemas," dice Pablo, tomando la palabra.

"Lista," corrige Sonny con una leve sonrisa. "Liiis-taaaa" agrega, poniendo énfasis en la pronunciación de la palabra en coreano. .

"L-... Lista. Lisss taa." Pablo repite, el rostro colmado de una evidente frustración. .

Desde que empezaron a trabajar temprano, es la tercera vez que Sonny lo interrumpe para corregir su dicción. Y no puede quejarse, porque fue Aimar quien se lo pidió. Lionel tomó esa actitud de pedir feedback como algo maduro y positivo, pero al ver la reacción del más joven con cada corrección, se da cuenta de que no todo es genuino. Scaloni levanta su mano.

"Sugiero que empecemos con la lista de prioridades como dijo Pablo. Tiremos temas y vamos anotando, después los ordenamos." Lionel busca en su celular un archivo que escribió temprano. "Estos son algunos puntos que considero necesarios que revisemos," dijo, antes de comenzar a enumerarlos en voz alta.

Los demás miembros del equipo escuchan atentamente y algunos toman nota, asintiendo con la cabeza. Desde el rabillo del ojo puede ver a Pablo mirando hacia abajo, a la reluciente superficie de la mesa. Lionel sigue tirando ideas, una tras otra y los coreanos aprueban sus aportes. Uno de ellos incluso le dice que su léxico es tan fluido que parece local, lo cual Scaloni agradece. Pero el equipo de Argentina consta de dos personas, no de una. Lionel trata de encontrar la mirada de Pablo para que se una a la conversación, pero lo evita. No queda otra opción que la acción directa.

"Pablo, ¿te acordás de lo que charlamos antes de venir? Lo de que se crea más confusión que claridad," Lionel alza las cejas levemente para incentivar a su compañero a que continúe.

Aimar traga saliva y levanta la vista, dirigiéndola en general a todos sus compañeros. "Sí, digamos que, si bien la mayoría de las decisiones se tomaron correctamente como resultado del uso del sistema, algunas fueron incorrectas a pesar de la revisión, y otras que se tomaron incorrectamente ni siquiera se revisaron. Por otro lado, en el caso de las decisiones subjetivas como las penalizaciones o sanciones a jugadores, todo ha sido mucho peor. La falta de claridad y consistencia son dos áreas principales de debilidad."

"Anotemos como palabra clave 'consistencia,'" dice Sonny, escribiendo con fibrón en la pizarra blanca.

"A eso yo le agregaría 'secuencial'," sugiere Pablo, apuntando a la pizarra con el dedo, "que si bien es un poco más débil que la estricta, tiene más sentido en el uso que le queremos dar."

Lionel asiente y toma nota también. Hacen un corte para el almuerzo y todos se dirigen a la cafetería en el piso veinticinco. Pablo y Lionel comparten mesa, otra no les queda, porque no tienen contacto con nadie más. Sonny los saluda de pasada con su bandeja en mano hasta la mesa en donde están los demás, pero no los invita. Obviamente, hay que ganarse el espacio.

Lionel observa cómo su compañero separa los palitos descartables para comer su gimbap, con un dejo de ausencia en su mirada.

"Estuviste bien recién, vos metele y que te conozcan," Lionel decide romper el hielo mientras revuelve sus fideos con pasta negra de soja salada. "No tengas miedo de exponer tus ideas. Ellos están esperando de nosotros que hagamos aportes también."

Pablo apenas asiente con su cabeza mientras toma una pieza de su comida y se la pone en la boca, evitando su mirada.

"Y por el idioma no te preocupes, ya va a salir. En tres días que estés acá, ya vas a hablar como uno más," agrega.

"No tengo la facilidad de algunos para los idiomas," responde Pablo. Y hace una mueca que da la sensación de que se ha dado cuenta inmediatamente que lo que dijo fue algo infantil.

"Vos estudiaste solo, yo fui a una academia. No es lo mismo. Demasiado bien te las rebuscas. Tampoco te tires abajo." Lionel toma una porción de kimchi y la mastica lentamente, esperando una reacción del otro.

"No me jodas," Pablo responde secamente. "No pasó una semana y ya te adoran. Vos sos el extranjero con credenciales, yo soy el sudaca de medio pelo."

"Ey," Scaloni frunce el ceño, y algunas finas líneas de arrugas se marcan en su sien. "Esto no es una competencia. Vinimos a laburar juntos ¿se entiende?"

Aimar parece no intimidarse por la mini cagada a pedos y finalmente enfrenta su mirada. Hay frustración, obviamente, pero también enojo. Lionel no es estúpido, sabe perfectamente que esto es por la noche que pasaron juntos. Y sabe también que Pablo está esperando un avance o charla al respecto de lo que pasó, pero no puede permitirse ese lujo.

Si lo de ellos avanzase a otro nivel, será muy difícil para él mantener la profesionalidad a raya con su compañero en un país tan poco sensible a la comunidad LGBT. Si bien la homosexualidad no está prohibida, tampoco está demasiado bien vista en el común de la gente cuya mentalidad confucionista mantiene intactas algunas reglas de la sociedad, obsoletas ya para la vida occidental, pero muy vivas para la oriental.

Podría mantenerlo en secreto, pero tarde o temprano saldría a la luz y eso sería una puñalada mortal al desempeño de ambos en su trabajo. La condena social por parte de sus compañeros se haría notar y a la larga, todo lo que hagan se volvería inútil en el proyecto. Lo cual no sería justo ni para Pablo ni para él.

Por otro lado, lo que pasó fue contra su voluntad. Lo hizo inducido por el efecto del alcohol y el afrodisíaco y no quiere que el joven se confunda por algo que no existe. El hombre suspira lentamente. Tiene que admitir que algo de su propio interés jugó a favor de que actuara de manera tan fogosa, pero no quiere adentrarse en ese territorio. No puede permitirse racionalizar o analizar seriamente qué pasó esa noche por su mente, su cuerpo, sus ganas.

¿Miedo? No. Lógica.

Toda su vida se ha manejado con lógica y hasta el momento ha funcionado perfectamente. Lo que sí siente, es un altísimo grado de responsabilidad por el bienestar de Pablo. No quiere lastimarlo con falsas expectativas, pero tampoco con indiferencia. Dibujar una línea con límites es difícil después de lo que pasó, pero no imposible. Tiene que lograrlo.

"¿Vinimos juntos? Pensé que yo era invisible," le responde Pablo.

Lionel aprieta los labios en un rictus serio y vuelve su atención a su plato. "Somos colegas y vinimos a trabajar. Eso tiene que quedar claro."

El rebote de los palillos en la fuente metálica lo saca de su abstracción. Pablo tiene un puño cerrado sobre la mesa y lo mira con desprecio. Está bien, se lo ha ganado. La cagada se la mandó él por intentar protegerlo. Salió mal, a fin de cuentas, pero no se puede satisfacer a todo el mundo.

"Clarísimo. Permiso," dice el más joven levantándose de la silla y dirigiéndose al baño.

Sonny y los demás observan cómo Pablo camina alejándose del comedor puteando por lo bajo mientras Lionel termina su almuerzo. La reunión continua más tarde y todos regresan a sus hogares. Lionel lee un poco de noticias en su Tablet antes de apagar la luz y dejarse abrazar por un sueño reparador.

...

Lástima.

Es lo peor que podía esperar de este tipo. El mayor insulto que podría recibir luego de una situación como la que vivieron. Hace media hora que está escuchando música con sus auriculares para relajarse y no sirve de nada.

El día de hoy demostró dos cosas. Que Scaloni es profesionalmente superior en muchísimos aspectos y que lo que pasó esa noche para él fue un error que hay que olvidar. El joven se recuesta en su cama y apoya su cabeza sobre su brazo flexionado en la almohada. Ojos caramelo se fijan en el blanco del techo, tratando de ahogar la bronca. Es injusto. Él no buscó ser el blanco de su calentura. Sus párpados caen y trata de respirar lentamente para relajarse.

Imágenes se hacen presentes sin aviso. La piel tersa, como si lo hubiese estado esperando todo este tiempo para encontrar la suya en medio del frenesí. Recuerda perfectamente cómo lo desvistió, primero con la mirada, más tarde con sus propias manos.

Traga saliva.

Aún puede sentir perfectamente esa boca explorando su cuello, lamiendo su piel, saboreando cada centímetro como si su cuerpo fuese un oasis en medio del desierto. Nunca pensó que disfrutaría tanto los mordiscones de un hombre como los de su jefe. El acto mismo de ser poseído por su superior lo calentó aún más. Cualquier atisbo de coherencia se perdía a medida que esa lengua buscaba la suya en su boca, una y otra vez.

Sin darse cuenta, la mano de Pablo serpentea hacia sus pantalones.

Pecho contra pecho, sintiendo los latidos desbocados del otro. Quién le diría en su vida que su primera experiencia homoerótica lo afectaría de tal manera que ahora mismo siente su miembro endurecerse con el mero recuerdo de aquella noche. Pablo comienza un lento movimiento, recordando la cadencia de las caderas de Scaloni contra su sexo. Esa fricción ardiente, esa urgencia de más. El joven se arquea en su cama. Recuerda cuando sus ojos se centraron en el miembro erecto del mayor, su tamaño, la textura de terciopelo de su longitud. Lo mucho que deseaba lamerlo.

Pablo cierra un puño y lo muerde mientras su otra mano continúa subiendo y bajando.

Tiene que admitirlo. Quería sentirlo en su boca, darle un cuarto del placer que el otro le estaba proporcionando tan descaradamente. El joven se retuerce sobre el colchón, instintivamente abre sus piernas esperando nada, porque está totalmente solo en su habitación. Él y sus deseos ocultos. Él y sus necesidades de tocarlo, sentirlo, gritar su nombre. En medio de la penumbra, un sonido desesperado escapa de su garganta. Aumenta la velocidad. Ahora puede recordar su rostro perfectamente, la mirada del cazador a su presa. Pablo ansía ese cuerpo encima suyo.

Tomándolo. Reclamándolo. Poseyéndolo.

Como en una película se mezclan entonces las escenas. Las veces que lo cruzó en los pasillos de la empresa en Argentina, los asados del personal, las veces que lo observó trabajando como una máquina perfecta. El Scaloni glacial y profesional se fusiona con el hombre de fuego que le quitó el aliento. Dos hombres en uno ¿Cuántos más conocerán esta faceta? ¿Cuántas mujeres u hombres han pasado por su cama? La mano que estaba en la boca manotea las sábanas formando un remolino de tela entre sus nudillos, blancos por la fuerza ejercida. Su respiración se escucha perfectamente por toda la habitación. Una, dos, tres veces más y-

Así...!"

Su palma se cubre de aquel precioso líquido, producto de su pasión, haciendo un desastre sobre su remera blanca y sus abdominales. Acaba con furiosos movimientos de su mano hasta que su miembro termina de descargarse sobre su cuerpo y cama. Agotado, cubre sus ojos con su antebrazo.

Sus ojos se desvían hacia la ventana, evitando enfrentar la soledad de su habitación.

Un vacío que refleja su interior.

Cuerpo Extraño (Scaloni x Aimar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora