Capítulo 9

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Narra Kian

Me despedí de mis compañeros y me dirigí a mi habitación. Era la una de la madrugada y me encontraba mal, pero no lo había demostrado porque no quería que me mandaran a descansar.
Abrí la puerta y fruncí el ceño cuando ví un bulto en la cama. Cogí la pistola y luego encendí la luz. Irem levantó la cabeza.

── ¿Vas a matarme?

Suspiré y cerré la puerta.

── He estado a punto, ¿se puede saber qué haces aquí? ──se quitó las sábanas de encima y bajó los pies de la cama── Regresa a la casa.

── ¿Por qué me echas?

── No te estoy echando, pero, ¿puedes imaginarte lo que pueden llegar a creer tus padres si no te encuentran en tu habitación? ──Retrocedí cuando se acercó. Frunció el ceño.

── Ya entiendo, te encuentras mal y usas como pretexto eso para que me vaya y no me entere. Has fallado.

── ¿Tanto se me nota?

── Estás un poco pálido ──terminó de acercarse, llevó la mano a mi frente y luego a mi cuello── Te está subiendo la fiebre otra vez, date una ducha de agua fría.

Me desvestí de camino al baño. Duré mucho rato bajo el chorro de agua.
Salí envuelto en la toalla y me acerqué al armario.

── No te vistas de cintura para arriba, mientras más ropa tengas, más caliente te pondrás.

Me puse un calzoncillo y la parte baja de mi pijama.
Me senté en el borde de la cama, tomé una de las pastillas y me quedé tranquilo mientras ella volvía a limpiar los puntos.

── Ahora sí, ¿qué haces aquí?

── Dormir contigo.

── ¿Por qué?

── Porque quiero, además, así te vigilo durante la noche.

── Soy yo el que tiene que vigilarte a ti.

── Bueno, nos vigilamos mutuamente.

── Irem, regresa a la casa, no quiero preocupar a tus padres ──Suspiró y se sentó en mis piernas. Me tensé, ella sonrió cuando lo notó. Pasó un brazo por mi cuello.

── No iré a ninguna parte, quiero dormir aquí, contigo, y es más seguro para mí, ¿no?

── Que lista, oye.

── Ya ves.

── Ahora en serio, regresa a la casa, puedes quedarte otro día conmigo, lo que pasó tiene a tus padres preocupados y lo más seguro es que se pasen por tu habitación.

── Les dije claramente que estaba muy cansada y que dormiría durante horas, sé que no irán ──Se acercó a mi boca, miré sus labios── Por favor, no me pidas que me vaya.

Nos quedamos un momento así. Terminé perdiendo la poca fuerza de voluntad que me quedaba, llevé la mano a su nuca y terminé de pegarla a mi boca. Sonrió en medio del beso y enredó su mano en mi pelo.
Cole mi mano bajo su camiseta del pijama. Su piel estaba caliente y suave.
Nos separamos por falta de aire. Pegué mi frente a la suya.

── Ahora que he decidido aceptar esto, no pienso dejarte ir ──Susurré cerca de su boca. Sonrió.

── Me alegra escuchar eso. Sinceramente, tus rechazos casi me llevan a pasar de ti, parecía una perra en celo buscándote ──Dijo riendo. Sonreí.

── La verdad es que eres persistente ──Le dí un beso pequeño.

── Para estar enfermo, aún funciona.

La hija del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora