Capítulo 5

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Narra Kian

Toqué su puerta y esperé, después de varios minutos, asomó su cabeza. Claramente la había despertado. Tenía el pelo alboroto, el maquillaje corrido y seguía en ropa interior.

── Teníamos que haber empezado el entrenamiento hace media hora, ya es por la tarde, Irem, ¿llevabas durmiendo desde que...──Pasé una mano por mi pelo── Bueno...

── Sí, llevaba durmiendo desde que te fuiste ──abrió más la puerta para que la viera en ropa interior.

── Por Dios santo, ¡no hagas eso! ──Sujeté el pomo de la puerta y la cerré más── Arréglate, come y luego ven a entrenar.

── ¿Podemos no entrenar hoy? Me duele la cabeza.

── Lo siento, pero no podemos hacer eso. Que te duela la cabeza es la consecuencia de todo lo que bebiste anoche.

── ¿Vas a regañarme? ──Preguntó sonriendo.

── Pues sí, lo de anoche no puede volver a pasar. No podemos estar en la calle sin que tus padres lo sepan, menos si es a esas horas.

── Se más específico. ¿Qué es lo que no puede volver a pasar? Porque anoche pasaron muchas cosas.

── No puede volver a ocurrir lo de salir a esas horas de la noche y lo que pasó anoche aquí.

Su cara de desconcierto no me gustó nada, pero tenía que poner un límite.
Agachó un momento la cabeza, la sacudió lentamente hacia ambos lados y luego me miró. Ahora estaba seria.

── Dentro de dos horas iré al puto pabellón ─Dicho eso, cerró la puerta en mi cara. Suspiré y salí.
Como se me pasó avisarle a los chicos de que hoy estaríamos en el gimnasio en otra hora diferente, tuvimos que entrenar con ellos.
Mientras ella hacia el circuito, observé como muchos babosos la miraban. Me estaban poniendo de los nervios.
Cuando terminamos el entrenamiento, se fue a un banco a beber agua. Ni siquiera me había dirigido la palabra, solo se limitó a hacer lo que le dije.
Se acercó uno de mis compañeros a ella, ambos empezaron a hablar.
Fui recogiendo todo mientras los miraba.

── Edgar ──Me acerqué a ellos── ¿Es que acaso ya acabaste el entrenamiento?

── No señor ──Se puso de pié── Con permiso señorita Irem.

Me miró molesta, cogió la botella de agua y salió del gimnasio.
Al día siguiente fue igual, no hablamos, solo se decicó a ejercitar su cuerpo.

El lunes fue mirando unos apuntes en el coche de camino a la universidad.
Mientras ella estaba en clase, yo estuve en la cafetería de enfrente.
Salí cuando la ví. Se despidió de sus amigos y se acercó con una de sus amigas.

── La dejaremos en su casa.

── Entendido señorita Irem ──Les abrí la puerta.

── ¿Eres coreano? ──Preguntó sonriendo.

── Sí.

── ¡Ay que emoción! Eres el primer coreano que conozco ──Se abrazó a mi brazo y me sacudió varias veces── Tengo muchas preguntas que hacer ──Miré a Irem de reojo, estaba de brazos cruzados mirándome con el ceño fruncido.

── Veré si las puedo responder ──Me solté de su agarre disimuladamente── Pero primero entren al coche.

De camino a su casa, estuvo preguntándome el significado de muchas palabras corenas, porque como dijo ella, es una aficionada a los doramas y había escuchado palabras que quería que yo le aclarase.
La dejamos en su casa y fui hacia la casa de Irem.
No la ví hasta la hora del entrenamiento.

La hija del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora