Capítulo 14

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Narra Kian

Perdí a Irem de vista. Busqué por todo el lugar donde estábamos, como no la encontré, avisé por el pinganillo para que los chicos que estaban fuera, estuvieran atentos.
Me relajé cunado la ví a través de los ventanales en la terraza.
Fui hacia allí. Un chico abrió la puerta y se le acercó, se apoyó en el muro, cerca de ella. Salí justo antes de que la puerta se cerrará y me quedé ahí, quieto.

── ¿Cómo te llamas, preciosa?

── Irem.

── ¡Ah! Entonces tú eres la hija del amigo de mi padre.

── Ya veo, entonces tú eres el hijo del señor que quería arreglar un matrimonio para nosotros dos.

Él se rió.

── Si lo dices así, suena un poco feo. Yo opino que podemos ir conociéndonos poco a poco y ya veremos lo de la boda.

Esta vez se rió ella.

── Espero que eso sea una broma de mal gusto.

── Pues no, no lo es. Ambos somos de familias importantes y tenemos dinero, haríamos buena pareja, ¿no crees? ──Pasó el brazo por la cintura de ella. Iba a acercarme, pero me detuve cuando ella sujetó su brazo y le hizo una llave haciéndolo gritar de dolor. Sonreí y metí las manos en los bolsillos de mi pantalón.

── Escucha imbécil, ni loca me casaría con alguien como tú, solo te importan las clases sociales y el dinero. Dile a tu papi que te arregle un matrimonio con otra mujer, yo ya tengo novio ──Lo soltó y lo empujó un poco haciendo que retrocediera.

── Eres una puta zorra ──Me acerqué cuando él iba a abofetearla, pero ella nuevamente me dejó sin palabras. Lo golpeó en el abdomen, agarró su brazo y se colocó detrás de él mientras se lo sujetaba con fuerza.

── Que sea la última vez que se te ocurra intentar ponerme una mano encima ──Lo empujó.

── ¡Estás loca! ──Se alejó de ella caminando de espaldas, chocó conmigo.
Me miró mal y entró. Terminé de acercarme. Me quité la chaqueta del traje y la pasé por sus hombros.

── Gracias.

Tomé su cara con ambas manos y besé su frente.

── Estoy muy orgulloso de ti. Puedo decir tranquilamente que puedes cuidar de ti misma.

── He tenido al mejor profesor de todos.

── Sin duda, tú has sido mi mejor alumna.

Aparté unos mechones de pelo de su cara y me agaché hasta su boca. Solté un suspiro sobre sus labios.
Al principio estaba siendo cariñoso, pero el beso se fue volviendo caliente. Estos días sin tocarla ni besarla me estaban volviendo loco.

── Lo siento por lo que pasó ──Susurré cerca de su boca.

── Está bien, pero no dejes que otra mujer ocupe mi lugar.

── Jamás volverá a pasar.

── Lo siento por haberte golpeado en la herida.

── No te preocupes.

Me separé un poco de ella cuando me hablaron por el pinganillo.

── Sí, la encontré ──Se acercó al muro y observó las vistas── Gracias chicos.

Me acerqué y la abracé por detrás. Apoyó su espalda en mi pecho.

── Lo de hace un momento, ha sido lo más sexi que he visto ──giró la cabeza un poco y la levantó para mirarme.

── ¿Te ha excitado verme ponerlo en su lugar?

── Sí, te veías muy sexi, además, el vestido ya me trae tonto desde que te ví bajar las escaleras de casa.

── Lo he notado ──Sonrió. Se giró hacia mí y apoyó la espalda en el muro── ¿Te gusta cómo me queda?

── Sí, mucho, pero me gusta más lo que hay debajo ──Nos quedamos mirando. Cogió mi mano y la llevó hacia su muslo que estaba descubierto. La apoyó ahí y fue moviendo mi mano hacia su entrepierna── Irem ──cerré los ojos── Para, las personas de dentro nos pueden ver por los ventanales.

── Que nos miren, me da igual. Solo quiero que me toques. Haberte castigado estos días ha sido un castigo para mí también ──apreté mi mandíbula, con la poco fuerza de voluntad que me quedaba, aparté mi mano y me separé de ella. Miré hacia adentro, todo el mundo seguía a lo suyo. Pasé una mano por mi pelo── Te dije que aquí no, no quiero que tus padres me maten.

Suspiró y volvió a mirar la ciudad.

── Entremos dentro, aquí hace fresco, no quiero que te enfermes.

── Me quiero ir a casa, me duelen los pies con estos tacones y aquí tenemos casi cuatro horas.

── Lo más probable es que ya nos vayamos. Venga, entremos.

Entramos dentro y fuimos donde estaban sus padres. Sonreí para mis adentros cuando me dí cuenta de que ya se estaban despidiendo. A Irem le cambió la cara enseguida.
Logramos salir de ahí cuando por fin se despidieron.

── Sé que pasó algo con el hijo de mi amigo, pero me cuentan mañana, ahora mismo estamos todos cansados. Buenas noches chicos.

Subió las escaleras junto con su mujer.

── Duermes conmigo, ¿no? ──la miré, tenía mi brazo rodeado y estaba recostada en este. Sonreí.

── Sí.

Subimos. Dejé su bolso en una estantería, yo lo traía desde que salimos de la fiesta esa.
Se sentó en el borde de la cama y llevó las manos al broche de su tacón. Me agaché delante suyo y sujeté su pie.
Sonrió y se sentó bien. Le quité las zapatillas.

── ¿Estás muy cansada?

── Depende.

Fui besando su pierna hasta llegar al borde de su vestido.
Sujetó mi cara con ambas manos y me besó. Las bajó hacia los botones de mi camisa sin separar nuestras bocas.
Me deshice rápido de la camisa y pasé al broche de mi vaquero.

── ¿Cómo te quito ese vestido?

Se rió. Me puse de pié y ella también. Me dió la espalda y apartó su pelo mostrándome la cremallera del vestido. Me pegué más, llevé la mano a la cremallera y me acerqué a su cuello.

── Después de esto, estarás más que cansada ──Le susurré. Su respuesta fue un gemido que me puso a mil.

La hija del presidente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora