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Habían pasado los meses llegando a la mitad del verano, estando a pocas semanas del otoño.
Las cosas no habían cambiado mucho, solo la ansiedad e incertidumbre de los imperiales, el mago ancestral y el escolta de las princesas estaban en un constante altibajo por los sucesos del futuro.

La única diferencia que habían notado los más allegados en esos años a la segunda princesa, era que aquella doncella de faros sublimes e imperiales era tan deslumbrante con el correr de los días que no podían evitar sentirse en paz y que todo era una bendición de los dioses.

Aquella luz, aquel destello celestial, era causado por una suave sonrisa constante en los finos labios de la princesa de bella voz junto a un mirar de puro alivio y libertad.

Parecía como si fuera el mismísimo sol con sus hilos dorados pero a su vez la mismísima luna con esa suave, tímida y fresca sonrisa.

Las damas que le servían estaban emocionadas y agradecidas por ese cambio en la pequeña niña que vieron crecer incluyendo a su nana, pero aún así en su círculo privado todos tenían una pequeña espina incrustada en el fondo de su ser que hacía presencia gracias a un susurro inquietante que no los dejaba dormir tranquilos.

Por qué Caliope estaba tan...cambiada, tan suave, sonriente y brillante?.

Nadie obtenía una respuesta a esa incógnita, el emperador pensaba que era gracias a su alivio de saber que tenían la victoria asegurada, el caballero escarlata suponía lo mismo sumando su observación ante la conversación por medio de cartas de su segunda protegida con su primer maestro de magia.
Aún así la duda los seguía carcomiendo pero ambos estaban en paz al pensar que esa princesa estaba dejando atrás todo pesar.

Mientras que la princesa heredera día a día, noche a noche, sobre exigía a su cerebro para llegar a una respuesta coherente y realista con pruebas verídicas del porqué su amada hermana menor había cambiado.

Le alegraba de sobremanera ver que su gemela estaba más vivaz, sincera y feliz pero una pequeña vocecita al susurrarle que no era gracias a ella o a su familia le causaba náuseas y escalofríos. Sobretodo por las suposiciones de su cerebro al siempre apuntar a un responsable, al único responsable de tal cambio que ahora estaba ante sus ojos y los de su escolta.

Un sonrojo apareció en sus mejillas sin poder contener su sonrisa enternecida al escuchar la risa celestial digna de los ángeles de su hermana menor.

-te dije que te quedaría hermoso.

-todo me queda hermoso, qué tonterías dices.

Pero esa voz arrogante hizo desaparecer su sonrisa y sonrojo haciendo que una mueca de oscuridad aparezca en su rostro exaltando al duque pelirrojo y las pocas sirvientas que estaban cerca de ella.

Bajo un lejano árbol que la protegía con su sombra estaba la princesa heredera tomando su té favorito Paradise mientras veía atenta a unos cuantos metros lejos de su sitio.

En el extenso jardín y ocultos de cualquier ojo las princesas y su amigo más cercano habían decidido pasar la tarde, Athanasia había comenzado a resolver sus dudas sobre algunos asuntos políticos con el duque Loebeon quien le respondía amablemente logrando que maestro y pupila de magia se aburran decidiendo alejarse de ellos para sentarse en el césped admirando algunas flores silvestres.

Pero gracias a la agudización del oído de la oji cerúleo azul y el oji gris, por bendición de la magia, podían escuchar la conversación de ese par.

Algo que las sirvientas no podían hacer pero su imaginación se encargaba de crear diferentes escenarios sobre esos amigos.
Y gracias a esa imaginación sabían que no serían amigos para siempre.

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⏰ Última actualización: Feb 09, 2023 ⏰

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||𝐀𝐑𝐓𝐄𝐌𝐈𝐒𝐀.||² ⁽ᴾᵃᵘˢᵃᵈᵃ⁾.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora