Capitulo 9: Los besos

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Desperté con más frío del que me había dormido, también desperté con un peso menos. Lo último que recordaba era que con la Rubí estábamos viendo una película y después ya todo es negro... me quedé dormida.

Recordé la sensación de su cabeza en mi pecho y la sonrisa era inevitable, además del ardor de mis mejillas. Espero que no se haya dado cuenta de lo fuerte que me latía el pecho cuando me abrazó, pero ahora extrañaba su presencia junto a mí.

Tomé mi celular, las 8:30 am. ¿Por qué siempre tenía que despertar temprano cuando no dormía en mi casa? Siempre me pasaba lo mismo, no sabía qué hacer y también me daba vergüenza salir de la pieza. Me asomé un poco y vi que la Rubí estaba durmiendo en la cama superior y que no tenía intenciones de despertar luego, tenía la boca entreabierta y su brazo colgando. Me hubiera permitido tomarle una foto, pero quería que eso quedara solo para mis ojos, muchos reirían con la imagen, pero a mi me causaba ternura.

Me quedé un rato mirando mi celular para acortar el tiempo hasta que no di más y me levanté al baño. No habían rastros de la hermana ni la mamá de la Rubí, quizás seguían acostadas. Volví a la pieza y empecé a inspeccionar con la vista. Me entretuve al ver que todavía parecía la pieza de dos niñas pequeñas hasta que en uno de los cajones ví una hoja sobresalida, "Julián ⭐️" se alcanzaba a leer, una mueca salió de mis labios.

Abrí el cajón y ahí estaban cada una de las cartas que había escrito. Idénticas, sin ninguna modificación. Desde la segunda o tercera carta comencé a escribirlas sola. Llegaba a mi casa, leía un rato y después las escribía para que posteriormente el Julián las transcribiera. Desde fuera se puede ver como un acto de mazoquismo, pero a mi me consolaba saber que era capaz de plasmar todas las cosas que estaba sintiendo por la Rubí y que ella las leyera, aunque no supiera que fueran de mi parte.

Cada vez que me enojaba conmigo misma y pensaba en dejar de hacerlo, retrocedía. Retrocedía porque mi cabeza se llena de pensamientos intrusivos, el principal era que no soy lo suficiente como para que alguien se fijara en mi, menos alguien tan maravilloso como la Rubí. Un día pensé en confirmarle a la Coté lo que ella siempre asumió y decirle las cosas que sentía por la Rubí, pero cuando iba a hacerlo me venía una presión en el pecho insoportable. Si así me ponía con la Coté, imposible iba a hacer decírselo a la Rubí.

El Julián es un poco pavo, pero es mi amigo y yo sé que es una buena persona, solo necesita que lo ayuden.

-Ya despertaste.- me dijo una voz somnolienta.

Yo con cuidado y tratando que no se escucha tan fuerte cerré el cajón.

-Sí - dije nerviosa.

La Rubí todavía no era capaz de abrir los ojos y al parecer no se había dado cuenta de lo que estaba viendo.

-¿Qué hora es?

-Las nueve y media.

-¡Pero Maca!- se quejó - ¿Por qué tan temprano?

Yo reí suavemente.

-¿A qué hora despertaste?

-Hace poco.

-No me mientas.

-Ya bueno, hace una hora.

-¿Pero por qué no me despertaste?

-No quería ver a una Rubí mañosa.

-Pesada.- me miró haciendo un puchero.

Yo me acerqué a su cama y mi cara quedó a la misma altura que la suya, nos miramos unos segundos, mientras ella trataba todavía con esfuerzo de mantener sus ojos abiertos.

Amor de Papel • Rubirena •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora