8. Monstruito

201 10 0
                                    

Los tres hombres me miran atentamente desde la otra punta del taller, donde se habían quedado después de haber arrasado con todo lo que encontraron a su paso. 

Al principio pienso que han venido a robar algo, pero lo descarto porque si así fuera no habrían hecho tanto ruido. 

Se me vienen a la cabeza las amenazas de JJ. ¿Podría ser este otro de sus arrebatos? No me puedo permitir esta situación ahora mismo. No me puedo permitir que toda la verdad sea revelada. Las verdades deben darse a conocer en un determinado momento y este no puede ser el mío.

Irónicamente, me relajo al ver las botellas que cargan en sus manos. Es entonces cuando entiendo lo que está sucediendo. No hay duda de que prefiero discutir con tres aficionados borrachos que tener que amenazarlos para que no se vayan de la lengua, al igual que hice con JJ.

—Mirad, chicos —digo, permitiéndome bajar la guardia—. Haced lo que queráis, pero fuera de aquí. Esta es una área privada, no podéis quedaros.

La situación empieza a desagradarme cuando los veo acercarse a mí entre carcajadas. 

Sé que puedo defenderme de ellos, pero eso no quiere decir que me apetezca tener que hacerlo.

—¿Y eso quien lo dice? —pregunta uno, aún riendo.

—Yo —contesto con seguridad. Mi respuesta parece causarles todavía más gracia.

Uno de ellos se adelanta, dejando a los otros dos apoyados el uno en el otro para mantener el equilibrio. No se detiene hasta que solo nos separan varios pasos de distancia.

Noto como la sangre me hierve y siento que tengo los ojos hinchados de ella. Veo rojo y mi cuerpo tiembla. Intento seguir los consejos de la Doctora, pero me resulta imposible. 

Estos tres estúpidos acaban de abrir una puerta que hacía mucho tiempo que no se abría y dudo que sea capaz de cerrarla por mis propios medios. 

Intento detenerlo una y otra vez, pero me acabo rindiendo cuando siento como el energúmeno frente a mí estira su brazo para juguetear con un mechón suelto de mi cabello.

—¿Tú? ¿Quién crees que eres, gatita?

—Gatita no. Soy la perra que os va a partir la cara como no salgáis ahora mismo de aquí —exclamo, dando un manotazo para alejarlo de mi rostro.

Mi gesto parece divertirle y, cuando intenta voltearse para reír junto a sus amigos, no desaprovecho la oportunidad. 

Ya no hay nada que me detenga. 

Me lanzo sobre él haciendo que mi frente choque contra su fea nariz. Ha dolido, pero estoy segura de que no tanto como a él. En cuanto su rostro vuelve a ser visible para mí, veo como abundantes ríos de sangre caen sobre sus labios.

Quien avisa no es traidor.

—¿Pero qué haces, puta? Estás loca —me grita.

Con sus palabras, lo único que consigue es seguir cabreándome. 

Esta vez cojo más impulso y consigo derribarlo, me subo encima suyo y empiezo a golpearle el rostro.

Él intenta liberarse, pero lo tengo inmovilizado. Sus amigos no vienen a ayudarlo hasta que sus gritos de auxilio se hacen más agudos. 

Antes de que pueda enfrentarme a ellos también, veo a Ethan y Austin corriendo por el camino que lleva a nuestro taller, entrando y agarrándolos antes de que acaben de acercarse a mí.

—¿Estás bien? —pregunta Ethan, preocupado, con uno de los hombres retenido entre sus brazos.

Al mirarme a los ojos, entiende la situación en la que me encuentro. Entiende que ha vuelto a pasar. Entiende que estos gilipollas han conseguido que tenga otro puñetero ataque de ira que no soy capaz de controlar, ni siquiera con ellos a mi lado.

Lo que fui, soy y seré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora