25. Penúltima carrera

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Galena

Han pasado un par de meses desde aquella noche en su habitación y, sin ningún tipo de duda, puedo decir que las cosas nos van mejor que nunca. Estoy un poco inquieta al no saber qué pasará con nosotros cuando la competición termine, pero sé que podremos con lo que sea que venga.

Abro pesadamente los ojos y una débil sonrisa aparece en mis labios al darme cuenta de que, por primera vez, he sido la primera en despertar. Mi corazón se expande al verlo a mi lado una mañana más. Se nos ha hecho costumbre dormir juntos y, no lo admitiré, pero cuando paso la noche sin él a mi lado, siento que algo me falta.

Beso su hombro varias veces, pero al ver que no despierta, no veo otra opción que morderle la oreja.

—¡Au! ¡Galena! —exclama, pegando un repentino salto.

—¿Lo siento?

Kay me observa antes de volver a tirarse a mi lado, negando como si yo no tuviera remedio.

—¿Qué haremos hoy? —Apoyado con su cabeza en mi pecho, acaricia con cariño mi cintura. 

—Mhm. Vestirnos, desayunar, entrenar, prepararte, correr, y si ganas, pues mucho mejor.

—¿Nada más?

Se me escapa una carcajada cuando veo el puchero en sus labios.

—¿Algo como qué? —indago, divertida.

—Algo como... hacer el amor.

No retengo la carcajada cuando la siento subir por mi garganta. Se ha vuelto un adicto.

—He corrompido al chico dulce e inocente.

Él no contesta, simplemente me mira sonriente, esperando mi respuesta.

—Si ganas, puede que considere la oferta —bromeo.

—Me lo pones difícil, cariño.

Ruedo alegremente los ojos, pasando mi mano tras su nuca con la intención de dejar un dulce beso sobre sus labios. Él, teniendo otros planes, lo convierte todo en algo brusco y desesperado.

—Tenemos cosas que hacer, mi amor —río, antes de darle un último beso.

Kay resopla, pero sabe que tengo razón, por lo que se levanta para ir a mi armario y coger ropa para ambos.

Se acerca a la esquina donde se encuentra la silla de escritorio y se enfunda un chándal gris que trajo ayer para no tener que volver a su habitación. 

Después de acomodarse la sudadera, se dirige a mi armario y empieza a buscar entre mi ropa. Pasa un par de minutos revolviéndolo todo y estoy segura de que no tardó tanto para elegir su atuendo. Un pantalón negro ceñido y una camiseta de tirantes roja que no deja mucho a la imaginación, acaban siendo mi vestimenta del día.  

Me observo frente al espejo y le mando una mirada de reproche desde el reflejo. Kay se encoge de hombros con cara de niño bueno y una sonrisa traviesa. 

Oculto la risa que lucha en busca de escapatoria y nos llevo a ambos fuera de la habitación.

Tardamos apenas diez minutos en llegar al camping de caravanas, donde se nos ha hecho costumbre ir a desayunar. Está más que comprobado que la comida de mi madre es mucho mejor que la de la cafetería. Además, toda la familia ha aceptado de muy buen gusto nuestra relación y eso lo hace todo más cómodo. Tratan a Kay como si siempre hubiera sido parte de nuestra familia.

Acelero el paso cuando veo a Lola sentada a un lado de la mesa.

Pocos días después de que le contara a Austin cómo se sentía, volvieron a hablar y lo aclararon todo. Él entendió lo que ella había querido decirle desde el principio y decidieron volver a como era todo al principio, como amigos. 

Lo que fui, soy y seré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora