17. Roto

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Kayden

No sé cómo esperaba que reaccionaría.

Sé que la he cagado tan solo al escuchar su voz entre el público. 

La conozco y sé que para ella esto es una grave traición. La he traicionado. Le he hecho daño.

Ni siquiera me lo pienso al saltar por la parte frontal del escenario. Encontrarla es mi prioridad, necesito estar con ella, explicárselo. Hay gente que me pide fotos y autógrafos, pero yo sigo hacia delante sin detenerme, mi Monstruito siempre será lo primero en mi lista.

Es un par de horas después cuando la encuentro en el prado, cuando me pide que me aleje de ella, cuando me dice que no me quiere a su lado.

Mi corazón se parte a medida que escucho esas palabras salir por su boca. 

Después de verla alejarse de mí, acabando de romperme el corazón en el proceso, me estiro donde ella había estado minutos atrás. El cielo cubierto de estrellas me envuelve y una suave brisa acaricia mi rostro.

Entiendo por qué ha estado aquí todo este tiempo, es un buen sitio para desaparecer y no preocuparse por el resto del mundo.

Intentando no pensar en nada mientras retengo costosamente las lágrimas, me doy cuenta de algo que acaba haciendo temblar mi cuerpo. Me estoy rindiendo, algo que prometí que nunca haría con ella. Le dije que le daría el espacio que necesitara, pero que no iba a abandonarla ni a alejarme de ella. Y no pienso romper mi promesa ahora, le daré esta noche y todo el tiempo que necesite, pero vamos a hablar. No voy a ser un cobarde. No más.

Camino hacia el aparcamiento de caravanas con las pocas fuerzas que me quedan. Sé que es muy poco probable que me la encuentre allí, pero necesito estar con alguien y ellos son lo más cercano que tengo a una familia.

Cuando llego, Rose y David están allí. Ambos me miran con tristeza, siendo conscientes de todo lo que ha pasado. Ella se acerca para abrazarme mientras su marido me invita a sentarme a su lado, dándome un refresco.

—Nos hemos enterado de lo que ha pasado, hijo —me dice David.

—¿Estás bien? —pregunta Rose.

—Lena no quiere verme —contesto con la mirada gacha.

—Tienes que darle tiempo —contesta—. Aunque os conocéis desde hace poco, he visto como os apreciáis el uno al otro. Puede que ahora te parezca que Lena te repudia, pero no es así. Siente que la has humillado y traicionado, tienes que esperar a que se dé cuenta de que no es así, que esa no era tu intención.

—Puede, pero creo que esta vez he metido la pata hasta el fondo. Ni siquiera estaba enfadada conmigo, simplemente es como si se hubiera rendido, como si ya no le importara.

—¿Quieres que te cuente una historia? —David sigue con su discurso cuando me ve asentir—. Hace ya unos años, mi mujer y yo apuntamos a Lena a clases de baile sin que ella lo supiera. Ella odia el baile. Prefiere pasarse el día entero entre grasa que una sola hora en una sala de espejos... La cosa es que cuando se enteró, se lo tomó como una traición, como si estuviéramos reprimiendo su verdadero ser cuando simplemente intentábamos que probara cosas nuevas. Después de aquello dejó de hablarnos durante un mes entero. No fue hasta que entendió nuestras intenciones que volvió a dirigirnos la palabra.

Estoy por contestar cuando un estridente grito a mis espaldas me paraliza. 

—¡Por Dios, eres JP! —vuelve a gritar esa voz.

Al darme la vuelta, me encuentro con un pequeño cuerpo de cabello rubio que corre hasta engancharse completamente a mí.

—Hija, deja al chico tranquilo —le dice Rose.

Lo que fui, soy y seré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora