Capítulo 16: Romance.

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Gregor me miró fijamente a los ojos, su cuerpo protegía el mío y sus manos acariciaban mi rostro infundiéndome tranquilidad.

—Tranquila, estás a salvo —declaró el detective rozando mis labios con los suyos.

—¿Y tú?

—Estoy bien.

—¿Qué acaba de pasar? —interrogué con el pulso acelerado.

—Han puesto una bomba en mi auto —explicó Gregor.

Pronto el lugar se llenó de policías y ambulancias.

Gracias a Dios, los únicos heridos fuimos nosotros. Gregor con un par de quemaduras leves por las chipas de la explosión y yo un par de raspones por la caída.

La cabeza me dolía y todo me daba vueltas.

—¿Cómo se encuentra? —me preguntó el paramédico.

—Estoy bien, un poco aturdida, pero bien —respondí con un hilo de voz.

—Es normal, la llevaremos al hospital para que la revisen —indicó el chico.

—No quiero ir al hospital —rebatí buscando a Gregor con la mirada.

—Ese es el procedimiento —insistió el hombre.

—¡No iré al hospital! —exclamé molesta.

Gregor debió escuchar mi voz, porque en pocos segundos apareció junto a nosotros.

—¿Qué pasa? —indagó abrazándome.

—Él me quiere llevar al hospital, pero no quiero ir —le expliqué y solo fue cuando me di cuenta de lo infantil que me escuchaba.

—Yo me encargo de ella —le dijo Gregor.

El muchacho suspiró y se marchó.

—Sé que estás muy ocupado aquí, pero quiero irme —murmuré con dolor de cabeza.

—Dame un par de minutos y nos vamos. —Gregor me dio un beso en la frente y desapareció de nuevo.

Me quedé sentada en los escalones de la ambulancia, viendo todo. Quizás estaba en shock, pues, veía todo en cámara lenta. Me puse de pie y me quedé observando lo que quedó del vehículo y mi respiración se volvió irregular.

De mis ojos comenzaron a caer lágrimas y apreté con fuerza la manta que me habían dado los paramédicos.

El auto estaba reducido a cenizas, todavía humeaba un poco, pero el simple hecho de saber que yo pude estar dentro de él, me robaba el aliento. No quería ser débil, no quería sentirme así. Sin embargo, la situación me sobrepasaba.

El aire comenzó a faltarme y me tambaleé un poco, pero antes de poder perder el equilibrio los fuertes brazos de Gregor me sujetaron.

—Tranquila, aquí estoy —me calmó él—. Mejor nos vamos.

Asentí con la cabeza, o al menos eso creí.

Gregor me llevó a una patrulla, puso una mano en mi cabeza, me ayudó a entrar a la parte de atrás y se subió conmigo. Los brazos del detective me rodearon y me quedé allí en silencio tratando de encontrar mi punto de equilibrio.

No me percaté en qué momento el vehículo se puso en marcha, ni de cuándo se detuvo frente a un pequeño edificio.

—¿Dónde estamos? —pregunté bajándome del auto.

—Estamos en mi departamento, no quiero dejarte sola —comentó tomando mi mano.

—Yo tampoco quiero estarlo —murmuré dejando que él me guiara.

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