Capítulo 36: Juntos hasta el final.

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La tensión era palpable y casi podía jurar que estaba en una pesadilla, pero la presión que sentía en mi pecho me recordaba que no estaba dormida, sino despierta y metida en serios problemas.

—Iré con ustedes —dije de manera firme, miré a Dmitry por encima de mi hombro y le susurré—, corre.

—Jamás. —Sus brazos rodearon mi cuerpo, al mismo tiempo que el hombre que estaba más cerca de mí me tomaba por el cuello.

El otro desconocido subió a la plataforma y le puso el cañón de su arma en la cabeza de Dmitry.

—Es mejor que jales ese maldito gatillo, porque no la pienso soltar ni muerto —expresó mi amigo con vehemencia.

—Por favor, no le hagan daño. —Miré mi amigo y levanté las manos.

El tipo detrás de Dmitry le dio una patada en las costillas, mi amigo gruñó de dolor, pero no me soltó.

—¡Auxilio! ¡Auxilio! —escuché la voz de Odette desde algún lado del teatro.

—Vete, corre a pedir ayuda —mandó Dmitry.

—Resistan —dijo Odette; escuché como sus pasos se alejaban de prisa.

—Tú, ganas, vienes, pero no recibirás el mismo trato —sentenció el hombre que sujetaba mi cuello.

—Por favor, suéltame —le supliqué a mi mejor amigo.

—No, Bella, juntos hasta el final —decretó él.

—Que tierno, pero no hay tiempo —dijo el hombre haciéndole una seña al otro tipo.

El delincuente puso un trapo en mi rostro y sabía cómo acabaría todo.

El hombre soltó mi cuello y mi cuerpo cayó al suelo con un fuerte golpe y claro, Dmitry sobre mí.

—Levántala —ordenó el hombre riéndose.

Sin embargo, yo, en ese punto, no podía valerme por mí misma y en poco tiempo mi consciencia se rindió ante el químico que me habían puesto en la cara.

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Un fuerte olor llegó a mi nariz, abrí los ojos y como pude me senté.

Siendo honesta no esperaba encontrarme con un lugar como este. No había humedad, ni suelos sucios, tampoco baños asquerosos. La luz era buena e iluminaba las cuatro altas y bien mantenidas paredes.

Sabía que no estaba sola, podía sentir la presencia de Dmitry a pocos metros de mí. Giré un poco mi cuerpo y lo encontré sentado sobre un montón de cajas de cartón.

Temiendo caerme al levantarme, gateé hasta él y lo abracé.

—Eres un idiota, te dije que corrieras —le reclamé.

—No hagas eso, ambos sabemos que si fuera al revés harías lo mismo —comentó él separándose de mí.

Tenía razón... pero por mi culpa estábamos aquí.

Evalué su estado y me sentí mal. Su ropa estaba rota al igual que su labio inferior y nariz, sus cabellos estaban revueltos y diga lo que diga, sus ojos estaban rojos, lo que me dice que estuvo llorando y no lo culpaba.

—¿Qué huele así? —pregunté tapando mi nariz.

—No somos los únicos prisioneros, aunque creo que si los únicos con vida —comentó Dmitry poniéndose de pie.

—¿Por qué lo dices?

—Cuando llegamos había una persona gritando, pero ya no. —Me acomodé a su lado y suspiré.

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