Capítulo 35: Despedida.

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Nunca en mi vida se me había ocurrido tatuarme, ni perforarme la piel, tal vez se debía a mi carrera, pero aquí estaba dejando que una aguja penetrara mi piel al menos unas 150 veces por segundo.

¿Doler? Me dolió a horrores, pero Ibai siempre sostuvo mi otra mano y de tanto en tanto me susurraba palabras como:

—Lo haces muy bien, me siento orgulloso de ti, te amo. —Y claro, cada frase venía con un beso.

Así que, a pesar de mi tortura, me sentí un poco triste cuando Bestia terminó con mi parte del tatuaje.

Con Ibai fue diferente, para él fue un paseo, pero lo mejor fue cuando ambos tatuajes estuvieron listos, porque mi mafioso me tomó de la mano y ambos diseños encajaron a la perfección.

—Me encantan —dije sin apartar la vista de nuestras manos.

—De nada, ahora largo, tengo un par de clientes que están a punto de llegar —declaró Bestia.

—Nos vemos —se despidió Ibai.

—O mejor no, fuera.

—Gracias, Bestia —murmuré saliendo del estudio—. ¿No vas a pagar?

—No.

—¿Cómo, te lo dejó gratis? —indagué confundida.

—Nada es gratis en este mundo.

—¿Entonces?

—Hace algunos años, él se metió en muchos problemas y yo le ayudé, ahora él me ha ayudado a mí.

Otra puerta se abrió y por ella salió Yuri arreglándose la ropa.

—Debemos irnos —comentó él alarmado.

—¿Sacó la correa? —se burló Ibai.

—No, es Patrick. —Solo bastó que dijera eso para que Ibai se tensara.

—Debo irme —me comunicó dándome un beso en la frente.

—¿Me dirán qué pasa? —pregunté saliendo de la tienda de tatuajes.

—No —replicó Ibai.

—Ah, solo me dejan fuera —le reproché cruzándome de brazos—. Perfecto, gracias.

—No creo que logres entender del todo lo que sucede —me explicó el mafioso tomando mi rostro entre sus manos—. Prometo llamarte.

—No voy a contestar —dije apartándome de su agarre.

Ibai me tomó del cuello y me pegó a la pared.

—¿Por?

—Porque no soy tu puta —determiné furiosa, lo miré y le añadí—. No puedes venir follarme, hablarme lindo y luego excluirme de una parte de tu vida.

—Sabes que no eres mi puta, eres el amor de mi vida, pero debo irme y nada de lo que hagas o digas hará que me quede. Así que sé buena niña, dame un beso y pórtate bien. —Su tono de voz salió frío, en otra época me hubiera asustado, pero ahora solo me daba rabia que lo usara conmigo.

—Veo que no has entendido. No me molesta que te vayas, porque sé que es tu deber, pero me sienta muy mal que me dejes fuera de todos tus asuntos.

Sin esperar una respuesta de su parte, me di la vuelta y regresé al hotel.

Quizás sonara un poco egoísta de mi parte, pero no se podía pedir todo en una relación y no dar nada.

Entré a mi habitación y me tiré en la cama. Cerré los ojos e hice un par de respiraciones, no perdería mi tiempo dándole vueltas a un asunto que no podía solucionar en este momento. No, prefería invertir todo ese tiempo en mi presentación de mañana, era la primera, en esta ciudad y quería dar lo mejor de mí.

Romance IndecenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora