Capítulo 22: Acoplamiento perfecto.

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Ibai me levantó del suelo y enrollé mis piernas alrededor de su cadera, él caminó por la habitación y me colocó sobre la cama.

—Sé de sobra que eres una chica fuerte, pero no dejaré que nadie, jamás te ponga una mano encima —murmuró él sentándome en el borde del colchón y desnudando mi cuerpo.

—No necesito que peleen mis batallas —aseguré atrayendo su boca a la mía.

—Lo sé, aunque no pediré perdón por cuidarte —comentó él sobre mis labios.

Su boca descendió por mi cuerpo y atrapó uno de mis pechos. Pasó la lengua alrededor de mi pezón y succionó con fuerza.

—Nadie te pidió que lo hagas —jadeé clavando las uñas en su espalda.

Ibai despegó su boca de mi cuerpo y deseé haber cerrado la boca.

—Cuando algo sale del corazón, no se pide permiso, ni se espera una retribución —manifestó atravesándome con su mirada.

—¿Tienes corazón? —indagué divertida.

—Tenía —susurró rompiendo mi ropa interior.

—¿Qué le pasó? —pregunté cerrando los ojos y dejando que las traviesas manos de Ibai acariciaran mi cuerpo.

—Una joven bailarina me lo robó —confesó abriendo mis piernas.

Abrí los ojos para verlos. Sin embargo, en ese justo momento él decidió internar su cabeza entre mis piernas.

Abrí la boca tratando de emitir alguna palabra, pero me fue imposible. Suspiré y me dejé caer en la cama. Ibai aprovecho ese gesto y colocó mis piernas sobre sus hombros.

Quise aferrarme a las sábanas, pero estas solo se arrugaron, así que busqué la cabeza de mi mafioso favorito y tiré de su cabello.

Su lengua subió y bajó por mis pliegues, enviando oleadas de calor por todo mi cuerpo. Mi respiración se volvió trabajosa cuando la boca de Ibai se cerró sobre mi clítoris.

Gemí con fuerza y por un segundo temí hacer combustión espontánea.

—Ibai —susurré sintiendo como mi cuerpo se tensaba.

Sin embargo, él solo se alejó un poco de mi vagina y la sopló. Arqueé la espada y suspiré excitada. Ibai deslizó dos dedos en mi interior desatando el caos en lo profundo de mi ser.

Moví mi cadera desesperada por más fricción, pero él solo volvió a lamer mi sexo con frenesí.

—Soy adicto a tu pequeño, rosado y engañoso coño —expresó Ibai justo cuando el orgasmo reclamaba mi cuerpo.

El mafioso se puso de pie y dejó caer su pantalón liberando su dura erección. Sin quitarme la vista de encima, se colocó un preservativo y se acomodó en mi entrada.

Sus manos me sujetaron por la cadera y de en un solo movimiento, Ibai introdujo su pene en mi interior, presionó con tanta fuerza que por un segundo creí que lo sacaría por mi boca.

—¡Qué hermosa te ves con mi polla dentro! —exclamó él comenzando a bombear en mi interior.

—¿Por qué decidiste quedarte? —pregunté entre jadeos.

—Porque necesitaba estar dentro de ti —admitió Ibai penetrándome con fuerza.

—Quiero estar arriba —exigí mirando sus ojos.

—¿No te gusta cómo te trato? —cuestionó él con una sonrisa.

—Me gusta —susurré.

Ibai pasó sus brazos por debajo de mis piernas y las cruzó por mi espalda, luego me levantó de la cama y se sentó en una de las esquinas.

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