Decimocuarta carta

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Querida Marinette:

No sé cómo o por qué, pero ambos nos quedamos sentados en el parque. Tú dibujabas con mucha paciencia y yo te miraba hacerlo. Me explicabas cómo lograbas que los atuendos lucieran tan bonitos, de dónde te salía la inspiración y las ganas que tenías de tener tu propia empresa de diseño. Escucharte hablar de algo que te gustaba era maravilloso para mí, y no pide evitar mirarte más de lo que el tiempo me permitía. Cuando me di cuenta tus mejillas estaban un poco rojas, pero no evitabas mi mirada. Nuevamente te pedí que crearas nuestros atuendos porque no había nadie más que lograra darle ese toque único a las cosas. Al principio te negaste porque decías que no eras lo suficientemente buena para llevar algo tan importante, sin embargo, al final dijiste que sí. Eso aumentó mis expectativas de verte más seguido.

Querida MarinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora