Decimoquinta carta

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Querida Marinette:

Los siguientes días a nuestro encuentro en el parque estuvieron cargados de felicidad. Tomaste las medidas de los demás con precisión y sin problemas, pero al momento de llegar a mí, tus manos se pusieron tensas y duraste un poco más con mi cuerpo al ser más alto que tú. Cuando terminaste y enseñaste los bocetos que habías preparado para cada uno, a todos nos gustó. Te pusiste feliz cuando te lo dijimos, lo sé porque mordiste tu labio para evitar que la sonrisa saliera y eso me pareció muy lindo viniendo de tu parte o también de cómo te ponías el cabello detrás de la oreja.
Cuando todos se marcharon, decidí que era momento de intentar acercarme a ti y fue así como te invité a un helado. Te dio vergüenza, pero aceptaste. Caminaste conmigo rumbo al establecimiento más cercano y pediste uno de sabor galleta oreo porque dijiste que te encantaba. Continuamos nuestra caminata hasta mi lugar favorito, la banca donde te conocí, y nos sentamos, conversando hasta que la noche cayó. Nadie vino a buscarte, así que me ofrecí a llevarte a casa en mi motocicleta. Eso te emocionó mucho porque te encantaban, pero a tu novio no le gustaban, así que debías reprimir ese gusto. Luego te disculpaste al decírmelo y me hizo sentir mal. Tu novio no era tan bueno como creía.

Querida MarinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora