• VIII •

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Después de conseguir que Kyle bajara su alto nivel de estrés gracias a su buen amigo Stan se unió a la charla su hermano menor, quien le llevó el recado de su madre. La señora Broflovski estaba en verdad muy enojada con que haya bailado con el señor Cartman, exigía una explicación de esa vergüenza. Gracias a eso volvimos al punto inicial.

Ahora tendría que afrontar a su madre ¿Qué le diría? Si podría usar la excusa de la apuesta, pero eso solo la haría enojar más, ya que en su casa las apuestas estaban prohibidas desde que su padre casi los llevara a la bancarrota por ellas. Aunque seguía siendo una mejor explicación que confesarle que era gay y que se besó con el señor Cartman. Claramente eso último no era necesario de agregar, pero no olvidemos que estaba borracho y no pensaba con claridad.

Sin embargo, como si Dios escuchara sus plegarias la señorita de rizos dorados hizo su aparición frente a sus narices. Caminaba hacia ellos con una mirada coqueta y sacudía su abanico. Ella era su oportunidad, y solo por esta vez no la rechazaría.

—Señorita Stevens —dijo Kyle a manera de saludo.

—Joven Broflovski —lo nombró con recelo —. Oí por ahí que anda bailando con "hombres". Es una lástima cuando hay señoritas tan agraciadas por aquí.

—Fue solo un hombre y por una apuesta —aclaró Kyle tratando de aguerrirse a la razón y no sucumbir a los efectos del alcohol —, y tiene razón. De hecho estaba buscando alguna de esas agraciadas señoritas que usted menciona para bailar y veo que por fin encuentro a una.

— ¿Kyle, qué estás haciendo? ¿Vas a bailar con esta bruja? —susurró Ike incrédulo.

—Solo así me salvaré de mamá... —le respondió con otro susurro y luego volvió con la rubia — ¿Qué dice, señorita Stevens?

—Si lo dice así creo que no tengo otra opción más que aceptar.

Extendió su mano y el pelirrojo la tomó. Con un suspiro avanzó junto con ella hasta el resto de parejas, integrándose al grupo y a las filas correspondientes. Pudo sentir unas cuantas miradas, pero esperaba que estas ayudaran a levantar su reputación.

Al ritmo de la música danzaba con la rubia, dando algunas vueltas, intercambios, juntando sus manos de vez en cuando, lo mismo que con Eric; solo que vacío y áspero.

La risa de esa rubia tonta y superficial era irritable, si; pero no le provocaba la misma sensación que con el castaño. Eric era irritable, pesado y grosero, lo enojaba como nadie tenía idea, pero disfrutaba de una manera extraña su compañía. Pero con Bárbara no, solo lo irritaba y ya. No había más.

La conversación fue educada, agradable, pero no había nada más. La confrontación que tuvo con el señor Cartman fue mucho más interesante y divertida; entonces lo vio a lo lejos conversar con el señor Black. Haciéndole suspirar y desear estar cerca de él, aun si le provocaba mil corajes.

Tras terminar de bailar con la señorita Stevens buscó la manera de escabullirse y acercarse al señor Cartman, pero al parecer lo perdió de vista. Se recargó en una pared a descansar. Ya solo quería dormir e irse a casa. Pero entonces un rubio en particular llegó.

— ¿Qué pasa ricitos? Te ves decaído —Kenny se recargó a su lado.

—Lo mismo de siempre, mal de amores —vio a lo lejos a Stan acercarse por fin a la señorita Testaburger y sonrió —. Creo que de verdad ella le gusta.

— ¿Y a ella le gusta a él? —cuestionó Kenny bebiendo de una copa de vino —. Muy pocos somos capaces de enamorarnos de verdad y encontrar a la pareja apropiada. A Stan le gusta y mucho. Pero no creo que pase a más si él no la ayuda.

Eternamente orgullosos y prejuiciosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora