• E P Í L O G O •

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—Buen día, Kiel. Ya tengo los glaseados que encargaste el día de ayer —anunció un joven de cabellos negros y chullo azul al ver entrar a la tienda su usual cliente de rizos rojos.

—Buen día, Craig —el pelirrojo respondió al saludo y se acercó al mostrador —. Entonces será eso y tres costales de harina, por favor.

—Está bien —Craig dejó la caja de glaseados sobre el mostrador y de igual forma subió los pesados costales.

—Déjeme ayudar —se ofreció el pelirrojo a subir uno de los costales.

—No era necesario, pero gracias... Pero ¿Tienes cómo llevarte los costales? —preguntaba el de cabellos azabaches, mientras cobraba.

—Si, no te preocupe. Theo me ayudará, ¡Aunque ahora está afuera haciéndose de la vista gorda! —exclamó con enfado, esperando que con eso fuese suficiente para llamar su atención.

— ¡Carajo, Kahl! ¿Cuántas veces debo de decirte que no soy gordo? Soy fuertecito —exclamaba un castaño de cuerpo "fuertecito" apagando un puro al entrar a la tienda.

—Esta vez yo no dije que fueras gordo, límpiate mejor los oídos —rodó sus ojos esmeralda —... Ahm, perdón ¿Cuánto va a ser?

—Me alegra ver que sigan llevándose tan bien —dijo Craig con sarcasmo —. Serán $80.00.

— ¡$80.00 dólares! Tucker, me rompe las bolas —se quejó incrédulo el castaño por el precio.

—Los glaseados que pidieron son muy refinados, tienen un alto costo. No puedo hacer más —Craig estiró su mano y sin otra alternativa el castaño le pagó —. Muchas gracias, que tengan un buen día.

Se repartieron las compras, el castaño cargó con dos costales y el pelirrojo con la caja de glaseados y el costal restante. Lo llevaron hasta su carreta y después subieron a la misma. Kyel tomó las riendas de los caballos y condujo en dirección a su hogar.

—Ese desgraciado marica se aprovecha de que en este jodido pueblo es el único proveedor decente —farfullaba el castaño con molestia.

—Si lo piensas es justo, gastarías lo mismo o hasta más si fueras hasta la ciudad más cercana a comprar todo esto —planteaba el pelirrojo —. Así que deja de quejarte, Eric.

—Cállate, Kyle. Siempre lo defiendes, hasta parece que te gusta —Eric rodó su mirada bicolor.

—No es que lo esté defendiendo es solo la verdad —suspiró Kyle con cansancio — ¡Y no empieces con tus estúpidos celos! ¿Cómo puedes creer que Craig me guste? ¡Por Abraham! A parte el está con Tweek.

—Mira quien lo dice, él que ayer estaba asesinando con los ojos a un cliente que solo fue a hacerme un pedido para el pastel del cumpleaños de su hija. Era gracioso ver como no soltabas para nada ese cuchillo —se burló el castaño pellizcando una mejilla pecosa del pelirrojo.

— ¡Ya te dije que no fue así! ¡Y no me toques que estoy manejando! ¡Carajo!

Permanecieron unos cuantos minutos en silencio. A este punto Cartman ya reconocía cuando ya no era prudente hacer enfadar más al pelirrojo, era como una especie de parámetro invisible que respetaba; y más cuando este se encontraba manejando la carreta. No quería morir de una manera tan ridícula y que en los periódicos de mañana saliera en la premisa: dos imbéciles se estrellaron y murieron. Si le gustaba la idea de una muerte llamativa y a lado de su amado judío, pero no una estúpida y vaga. Decidió mejor contemplar los espacios verdes del camino, en un inicio no le había agradado la idea de haberse mudado a Oregón, pero actualmente reconocía que era un sitio agradable o al menos ese pueblo al cual terminaron llegando lo era.

Eternamente orgullosos y prejuiciosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora