• XVI •

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Tomaron un relajante baño de agua caliente, por suerte la tina era lo suficientemente grande para ambos, sobretodo por el castaño que era quien ocupaba más espacio. Ambos aprovecharon ese rato para pensar en las últimas decisiones de su vida.

Kyle estaba genuinamente feliz, de pronto ese nudo que estuvo en su estómago durante meses se había esfumado, ahora sentía el revolotear del amor que le hacía suspirar a cada minuto. Le preocupaba por una parte el tema del compromiso de Heidi, por lo que también se esforzó en pensar en alguna idea que lo evitara.

Por otro lado también estaba Cartman sobre pensando el asunto. Al igual que Kyle se sentía aliviado, la había pasado verdaderamente mal desde que decidió tomar su propio espacio e irse de South Park, y fue peor cuando notó que sus viejos planes de comprometerse con Heidi recobraban fuerza. Cuando fue invitado a la mansión de los Turner sintió con un genuino miedo, pero cuando vio al pelirrojo le agradeció a Dios.

Miraba de reojo al judío, quien disfrutaba del baño, se veía tan apuesto con sus rizos húmedos. Si, estaba seguro que era la mejor decisión de todas: quedarse solteros para siempre y ser felices. Ellos no eran como Kenny, no se veían intentando un matrimonio lavanda. Ambos eran muy posesivos como para probar algo así. Por eso era mejor la opción de la soltería.

Cuando terminaron de bañarse Kyle se vistió. La ropa del castaño seguía húmeda por la lluvia así que este solo se puso una bata. Le explicó a Kyle que en casa de Kenny él tenía una habitación reservada para él, ahí en el armario podría conseguir un cambio de ropa. Salió sigilosamente de la habitación, caminó con lentitud y cuidado por dos razones: el dolor de su espalda baja y para evitar que otros se dieran cuenta de su presencia. Siguió las indicaciones de Cartman y encontró dicho cuarto. Entró y fue directo al armario tomando las ropas.

— ¿Qué buscas en las cosas de tu novio? —cuestionó Kenny asomándose a la habitación, atrapando a Kyle.

— ¡Kenny! Me diste un susto... Ah... —el pelirrojo se quedó en blanco y después se forzó a sonreír para disimular —. Es que hace rato nos agarró la lluvia y él no tiene ropa que ponerse y... Ahora se está bañando y vine por su ropa.

—Claro, y por eso también agarraron mis juguetitos ¿No? Necesitaban entrar en calor para no resfriarse. Está bien, no me enojo —se burlaba Kenny y terminó carcajeándose al ver la cara roja del otro al ser descubierto —. Además mírate el cuello, Kyle. Se nota cuánto amor se dieron.

— ¡No! ¡T-Te juro que no los usamos! ¡Te juro que no! —explicaba Kyle tartamudeando con un poco nervios —. Eric solo fue por eso para buscar el... El lubricante y... ¡Carajo! ¡No... Tampoco! ¡Mierda! —exclamaba Kyle cubriendo su rostro y cuello mordisqueado con las prendas que cargaba al darse cuenta que hablaba de más.

—Está bien, ricitos —Kenny limpiaba un par de lágrimas de sus ojos, producto de las risas —. Entonces ¿Al menos se reconciliaron? Porque si no entonces sí me voy a enojar por haber en esculcado mis cosas.

—Bueno... —bajó las prendas y soltó una corta sonrisa tímida, con un intenso brillo en sus ojos esmeraldas  —. Sí...

Kenny se acercó para abrazarlo y felicitarlo. Sintió un gran alivio al saber que sus dos amigos ya dejarían de traer esas caras de perros muertos que cargaron los últimos meses. Era sorprendente el gran cambio que hacía una simple acción como esa.

Y Kyle por su parte se sintió reconfortado, aceptado por la decisión que acababa de tomar, un abrazo amistoso que decía más de lo que parecía. Sentirse apoyado de esa manera por alguien a quien aprecias era más que satisfactorio. Tanto a Kenny como a Stan los veía como a sus hermanos, como su familia, saber que contaba con su apoyo y aceptación le proporcionaban una gran calma y seguridad.

Eternamente orgullosos y prejuiciosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora