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El día de hoy la señorita Testaburger quería ir a visitar al joven Marsh, su corazón latía con ansias de verlo y no podía esperar a la fiesta de esa noche. Pero claro que una dama no podía ir sola a la casa de un caballero. Claro que no. Por lo mismo la señorita Turner le hizo segunda y obligó a Cartman ser el chaperón de ambas. De salida se encontraron con el joven Mccormick y para no volver un martirio la tarea de ser chaperón le prestó un caballo al humilde rubio y le pidió que lo acompañase.

Cabalgaron por el campo sintiendo la fresca brisa veraniega y fue cuando ese consolador ese llamado Ike, desde el otro lado del arroyo, llamó a Kenny. El rubio se detuvo y se acercó a las orillas de la fuente de agua para saludar a esos "campesinos". Eric estaba por protestar hasta que sus ojos se direccionaron en el judío de esponjoso cabello rojo.

Estos últimos días había compartido algo en común con la señorita Testaputa, su mente no dejaba de pensar en ese particular pelirrojo y una presión en su pecho le exigía con ansias verlo. Por eso esa misma mañana le mandó esa invitación personal. Quería verlo ahí sí o sí, y por eso mismo tampoco protestó cuando se detuvieron a saludar a dichos "campesinos". Estaba mudo, también quería saludarle, pero sin parecer tan interesado y mientras buscaba una forma de llamar su atención notó como detrás de él se escondía esa puta de vestido amarillo.

Bufó, apretó las riendas de su caballo y no lo pensó si quiera dos veces: le llamó con exigencia por su nombre. No le importó que lo miraran con confusión; no le importó que la mirada esmeralda del pelirrojo fuese una mezcla de confusión y enojo; no le importó ser impertinente y poco educado; solo le importaba marcar un claro límite entre esa zorra de vestido amarillo, él y el judío. Disfrutó de los vacilantes y temerosos ojos ámbar en cuanto ella lo reconoció. No importaban los medios iba deshacerse de esa puta de una maldita vez.

Fue hasta ese puente cabalgando con un nudo de coraje en la garganta y cuando llegó hasta ellos no pudo evitar sentirse desconcertado y ridiculizado. Sin embargo, tenía asuntos más importantes que atender. Fulminó de nuevo con la mirada a la señorita Meyers cuando la vio tan sentada y juntita del judío.

No habló, con unas simples miradas entre el castaño y el pelirrojo fue suficiente para indicar que este último lo siguiera. Sin muchas ganas Kyle lo hizo y lo siguió, apartándose lo suficiente del resto para que no los escucharan. Se sentó sobre una roca.

— ¿Qué quiere? —cuestionó con mal humor.

—Uy, perdón. Parece que alguien tiene arena en la vagina —rodó su mirada bicolor.

— ¡No tengo arena en la vagina! —protestó con enojo pero trató de relajarse respirando hondo —. Disculpe... Pero usted ha sido muy impertinente ¿No?

— ¿Por qué lo dice? No creo —fingió demencia.

— ¡No joda! ¿Qué fue eso de llamarme "Kahl"? Fue tan impropio y grosero, ni siquiera pronunció correctamente mi nombre.

—Claro que lo pronuncie bien, Kahl~ —dijo Cartman burlándose y enfatizando en la pronunciación errónea.

— ¡Kyle! —el judío se levantó de la roca y se acercó al castaño golpeando con su dedo el pecho del otro —. Es Kyle, gordo ojete —corregía enfatizando una pronunciación correcta — K Y L E ¡Kyle!

—Ah... —alzó una ceja pensativo y después se mofó —. Kahl.

— ¿Es en serio? ¡Ha de tener un mojón en vez de cerebro en esa hueca cabeza! —Kyle no pudo más y se separó apretando sus puños, conteniéndose de no cometer un crimen de odio.

—Lo que digas —Cartman encendió un puro —. No le llamé para que me diera una clase de deletreo.

—Entonces ya dígame qué carajos quiere —Kyle hacía ejercicios de respiración, mentalmente repetía: "inhala y exhala" para evitar caer en la desesperación.

Eternamente orgullosos y prejuiciosos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora