Capítulo 40 El yo y el ello

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Venid, pues, manos puras: sostened la cabeza que duerme o que se puso la máscara del sueño: y vengan cuantos gusten de llorar, y aquí el rito de los muertos escuchen. Mas no muere del todo y, sufriendo, persiste y lentamente forma ese temple más duro,
y guarda la mirada que ya no encontraría, las palabras que nunca ha de escuchar de nuevo.

-Versión de Màrie Manent

Estaba arrepentida por haber subido al Falcón, observé por la ventanilla míentras despegábamos las hélices giraban con tanta fuerza que hacía volar todo lo que no se encontraba sujeto en el suelo, el leve movimíento de la nave coménzaba a resaltar la falta de descanso de esta noche, los párpados coménzaban a pesar y las alucinaciones invadían mi mente. Observé el rifle que sostenía sobre mis manos, había gusanos sobre el cañón del arma.

— Gusanos ¿por qué estoy viendo gusanos? Lyonya ¿por qué estás cubierto de gusanos?, ¿porque hay gusanos sobre mis manos?

— Si..., Sil..., ¡Silvana despierta! Silvana despíerta, estás teníendo una pesadilla — respondió Heike.

— ¿Qué ha pasado?

— Primero baja tu arma, no me síento cómoda hablando si tengo un cañón apuntándome en el rostro.

— Dísculpa, Heike.

— Descuida, tenías una pesadilla; te quédaste dormida a medio trayecto.

— No he podido dormir estás últimas noches.

— Puedes contarme sobre tus pesadillas si quieres — respondió Heike.

— Descuida, puedo controlarlo.

— Creo que ya es momento de que nos préparemos, éstamos por llegar al campo de entrenamíento — contesté.

Al abrirse la compuerta del Falcón, soy la primera en dar el prímer salto, un torrente de adrenalina ínvade mi cuerpo. Un dolor punzanté sobre mi pecho me detíene. Oprimo mi pecho tratando de jalar el mayor aíre que pueda con mi boca. Trató de correr, pero no tengo fuerzas en mis piernas, con mi último alíento presiono el botón de pánico que hay en mi traje.

La fría sensación del metal sobre mi piel sacudió mi cuerpo y me hace abrir brevemente los ojos, no puedo entender que está ocurriendo a mi alrededor. Mi cerebro trabaja ferozmente, la imagen de Adlef es cada vez más constante — moriré — murmuro. Los gusanos rodean mi cuerpo, muevo mis brazos para quitármelos. Adlef continúa mirándome, cada vez que se ríe brotan gusanos de su boca. El miedo me ínvade, no puedo alejarme de él. Trato de gritar, pero las palabras no salen de mi garganta, una ola de confusión mezclada de terror acelera mi corazón. Al principio, sólo veo el cuerpo de Adlef quíen murmurá palabras que son incomprensibles.

— ¡Qué le ocurrió! — exclamó Caroline.

— Encontramos a Silvana tirada sobre la colina, está delirando y no dejá de pronunciar gusanos — responde Heike.

— Está sufriendo un ataque de pánico, llévenla en la camilla para hacerle análisis a Silvana y así sabremos qué le ha ocurrido.

— Cora, esta es una lista de las personas que no se preséntaron a la revisión de rutina de esta mañana ¿te parecen familiares? — interrumpió Antón al entrar al hangar.

— Eckard y Birgit son personas que nunca faltarían a una revisión — murmuró Heike.

— ¿Notas algo ínusual?

— En realidad no, pero tienen algo en común: ellos fueron a la misión de la aldea.

— Hay información clasíficada que no debés de compartir con nadíe, duranté la misión fueron capturados y se perdíeron dieciséis mínutos de grabación que sus trajés estabán transmitiendó, créemos que durante ese tiempo realízaron experímentos con ellos — explicó Antón.

PROVIDENCIA EL SEÑOR DE LA GUERRA Y LA REBELIÓN DE HUNTERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora