"Algo así como estar bien".

Doce cosas que nunca dije.

· JOSEPH ·

"Perdón" fue lo que dijo. Y todos nos quedamos en silencio.

No entiendo, Diana no entiende, probablemente Peter entiende, pero no se ve como si lo hiciera. Y no puedo ver la cara de Tom, pero se escuchó como ese comentario que se escapó de la garganta de alguien sin preguntarle a su consciencia. Se sintió como algo que no teníamos derecho a escuchar.

Miré a Diana, pero ella no me mira. Y tengo ganas de ir a decirle que salgamos de aquí porque esto se siente como algo que no nos corresponde. No sé actuar en momentos incómodos.

Pasaron los segundos más largos que podrían haber pasado, hasta que por fin escuchamos la respuesta de Peter, esa que todos esperábamos.

—¿...Qué?

Definitivamente no era lo que esperaba.

—Perdón.

Lo repitió. Por tercera vez. Y Peter se sentó para mirarlo. No entiendo cómo parece que tienen tanta historia y a la vez no. Suficiente para que digan que no se conocen bien, que nunca fueron cercanos, pero que uno le pida perdón al otro con todo el arrepentimiento del mundo y que sus presencias chocando hagan que sea posible cortar la tensión en una habitación con un cuchillo.

Peter pensó otra vez. Nuevamente, segundos interminables, que no nos correspondía compartir con ellos y su rara historia que no conocíamos.

—No entiendo ¿qué cambió?

Tom no se movía, pero le temblaban las manos.

—Yo nunca quise hacer... nada. Perdón.

Vi el segundo exacto en que la expresión de Peter cambió a algo más parecido a la indignación.

—¿Qué?

—Perdón. Es obvio que me odias, lo entiendo. Sé que piensas que soy un tremendo hijo de puta. Pero te juro que nunca quise hacerte...

Peter interrumpió.

—¿Entonces qué se supone que hiciste?

De repente se hizo consciente de nosotros, como si no nos hubiera visto ahí antes. Y pareció avergonzado, nervioso. Y mierda, no entiendo nada.

—No. No hablemos de esto —Peter se paró. Y nosotros nos quedamos inmóviles—. No quiero. No ahora. —Y entonces comenzó a caminar a otro lugar.

Tom reaccionó. Se paró y lo siguió. Llamó su nombre y Peter no se giró. Al menos hasta que cruzaron en la esquina de afuera del edificio y quedaron fuera de nuestra vista.

Diana y yo permanecimos en silencio. Un silencio menos incómodo que antes. Hasta que se giró y me miró.

—...Qué.

—No sé.

· PETER ·

Tom tomó mi brazo y me obligó a girarme. El desgraciado tiene fuerza. Estoy consciente. Y su agarre me hizo sentir nervioso, así que me solté rápidamente.

Me siento fuera de lugar viéndolo así. Nunca en todos los años en los que nos hemos conocido lo he visto mostrando verdaderamente una emoción de ese tipo. Su rostro está confirmando que no ha estado actuando, y que no es un imbécil. Pero sí es un imbécil. Se supone que lo es. Y no lo entiendo

—¿Qué estás haciendo?

Las palabras salieron solas de mi boca y él parece tratar de sonar más calmado que antes cuando contesta:

—Me estoy disculpando.

—Ah —no tiene ningún sentido—, gracias.

Me miró irritado, pero no molesto, sólo exhausto.