Ocho formas de dejar atrás.

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· TOM ·

Me vestí con una camisa blanca, un chaleco de traje negro encima y un jean oscuro. Intenté que mi cabello se viera lo más decente posible, tomé de mi dinero para llevar a la fiesta y me preparé mentalmente para ser yo hoy. Más yo que cuando era un idiota por miedo a mis amigos, y más yo que cuando me asusta la simple presencia de Peter.

Así que al salir de mi casa, Samuel es a quien menos planeaba encontrar.

Samuel. El mismo al que he estado evitando, al que no le contesto los mensajes, la persona probablemente más cercana a mí desde los 10 años, y que ahora me mira como si no me conociera. Y por un instante siento el impulso de salir corriendo, de huir de ahí tan rápido que no pueda reclamarme nada, pero literalmente lo único que hace es suspirar y decir:

—¿Cómo estás?

Destensé los hombros un poco, después de todo sigue siendo Samuel. Y aun así se ve cansado, molesto, y lo entiendo. Nunca desaparecí tanto tiempo. Tal vez sí con otros, al estresarme con las clases o algo parecido, pero nunca con él.

Miré hacia mi costado un momento, buscando una excusa para seguir posponiendo esta conversación, pero no la encontré. Los chicos no llegaban aún, y era obvio que Samuel ya me había visto preparado para salir a algún lugar.

—Bien —contesté, y ahora se ve más molesto.

Mierda.

—¿Bien? Oh, cool, cool. Entonces ¿Ya estás listo para finalmente hablar conmigo?

Y me pregunté qué tan sincera tenía que ser mi respuesta.

—...No.

—¿Qué mierda, Tom? —No tanto. Definitivamente no tenía que ser tan sincera— Sólo dejaste de hablarnos de la nada, ni siquiera nos dijiste que te ibas al instituto... mierda. ¿Cómo se llama?

—Álvaro Mercedes.

—Sí, lo que sea. —En realidad no es usual verlo molesto. Usualmente yo soy el que se molesta, y él es el que se ríe y está tranquilo siempre— ¿Qué pasó? ¿Hicimos algo malo?

Lo hicimos, quiero decir, todos.

—No. —Mierda— Sólo necesito un tiempo.

—¿Para ir a fiestas?

Ouch.

—No —no sé qué decir. ¿Qué se supone que te diga, Samuel? ¿Que estoy avergonzado de mis decisiones y me enfadé porque me siguieron el juego? Es más culpa mía que suya, y aun así no quiero verte—. No, esto... Dios, no sé.

Se quedó mirándome otra vez, y volví a hablar.

—No sé, Samuel. Todo era mucho, necesito más tiempo. ¿Está bien?

Y, antes de que pudiera contestar, un auto paró en la calle, frente a nosotros.

Mierda. Son ellos. Samuel va a verme yendo a una maldita fiesta con gente que no conoce. No, no, sí conoce a Peter. Si llega a ver a Peter esto va a ser muy raro. Seguramente Peter ya lo vio, no creo que piense que cambié si lo ve aquí. Mierda.

Tocaron la bocina, y para mi sorpresa Samuel habló primero.

—Creo que vinieron por ti. —Lo miré, y mira al auto como si acabara de arruinarle la semana, vuelve a girarse a mirarme un instante— Tómate tu tiempo. —Y se va caminando.

Y de la nada, por un momento no quiero ir a la fiesta, quiero quedarme en casa, quiero ver una película, o tal vez contestar todos los chats sin abrir, o tal vez quemar mi teléfono, no sé.

"Algo así como estar bien".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora