Pecado Original.

•| Capitulo 2 •|

Maratón 1/2

Annabeth.

Al cabo de unas cuantas horas llegamos a nuestro destino, solo faltaba llegar a la autopista en dónde se suele transportar la mercancía, desabrochó el cinturón del asiento y me dirijo a buscar un poco de ropa para ponerme y darme un baño rápido.

—¿Trajiste la ropa que te pedí? —pregunto hacia la muchacha rubia que pilotea el avión.

—Ultimo cajón de la derecha. —responde mirando hacia mi dirección.

Asiento con la cabeza, me dirijo al baño y cierro con seguro. La ropa comienza a caer al piso quedando desnuda, me miró al espejo y veo el tatuaje que tengo en el abdomen cerca de las costillas, una promesa que hicimos mis hermanos y yo.
Entro a la ducha, el agua caliente recorre mi cuerpo ocasionando que un suspiro salga de mis labios.

Termino y me visto, los botines hacen juego con mi pantalón negro, blusa blanca y una gabardina color café, mi cabello está un poco humedo y eso me refresca, me pongo un poco de maquillaje y salgo encontrándome con una rubia que está intentando aterrizar en aquella autopista en medio del bosque.

Vuelvo al asiento y abrochó mi cinturón, ayudo a la mujer de mi lado aterrizar lo mejor posible y nuestro cometido esta hecho, ella abre la cabina para que podamos bajar por las escaleras, antes de bajar doy una mirada hacia afuera, hay un viejo amigo de la familia esperando mi llegada.

Bajo lo más rápido que puedo caminado hacia el hombre de traje y lentes oscuros que me mira a lado de aquella camioneta negra blindada.

Este tiene una sonrisa dibujada en su rostro y me mira con orgullo.

—Veo que no has cambiado nada a la última vez que te ví. —comenta el señor de cabellera canosa.

—Ni tu crees tu comentario, solo crecí y madure como debería. —afirme.

—Eso es correcto. —asegura.

Suelto una risa sonora, la mujer que me acompaña llega a mi lado, la miro y luego llevo mi vista a el individuo frente a nosotros.

—Olivia, el es Matthew, es un viejo amigo de la familia. —los presente.

Ellos extendieron su mano para saludarse, ambos sonrieron y yo mire hacia los lados respirando el aire puro de los alrededores.

—Es un gusto. —comentaron los dos al unisono.

—Bien, por qué no dejamos los saludos y conversaciones para después, hay personas que nos esperan. —informe con una sonrisa ladina.

—Tiene razón, señorita. Nos esperan. -—dedujo el de ojos cafés.

—Bueno... Creo que aquí llega mi jornada. —dijo la muchacha llamando mi atención.

—¿No vendrás? —pregunte con un semblante serio.

—Tengo muchos asuntos que hacer, si puedo venir luego se lo haré saber a mi amiga y jefa de trabajo. —bromeo riendo.

Le di un codazo y comenzamos a reír, la mire con los ojos entrecerrados y suspire.

—Cuidate, ¿Quieres? No sé que haría sin la persona que me recuerda muchas cosas. —le avisé.