CAPITULO 9

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Tres meses. Tres meses habían pasado desde la desaparición de (V/M), los hermanos estaban destrozados, aquella chispa que siempre los distinguió se apagó considerablemente después de que su hermana faltase, colgaron los sombreros y trajes de mariachi, ya nunca se les escuchaba tocar ni cantar, Julián se resignaba, creía que ___ seguiría viva en algún lugar de Puebla, creía fervientemente en que la encontrarían tarde o temprano, pero no todos los jóvenes tenían la misma esperanza.

Santiago se había convencido completamente de que su hermana estaba muerta, no le gustaba su razonamiento pero le parecía lógico, aún así, no tenían cuerpo, ni siquiera podrían darle una santa sepultura.

Alberto creía que se la habían llevado del estado y que podría estar en cualquier lugar del mundo, sola, desamparada, y ellos sin poder hacer nada.

Alfredo temía aceptar su propia hipótesis, no quería creer que el Charro Negro por fin se había cobrado la deuda de su padre y que ahora el alma de ___ estaba en manos de ese bastardo.

Carlos no sabía que creer, realmente estaba tan confundido que no tenía cabeza para pensar en alguna explicación, el dormía con ella, se suponía que debía cuidarla como ella lo cuido después de la muerte de su madre, pero la había dejado ir.

Le había fallado.

Por otro lado, otro esperanzado era Leo, todas las tardes cuando Dionisia atendía la panadería, el salía a pegar carteles con un retrato de su amigo y la leyenda de "Se busca", los fines de semana salía con Julián a buscar por todo Puebla.

Pero aún con todo y eso, también se negaba a aceptar que el Charro Negro se había llevado su alma, no quería creerlo, no tenía corazón para decidir que su querido amigo había sido asesinado por ese demonio.

Un amigo por el que sentía más que cariño, un amigo por el que sentía amor.

Un amor incluso más grande del que le había tenido a Xochitl, podría decirse que era la sensación más intensa que había sentido nunca.

Por eso necesitaba encontrarlo, convenserce de que estaba bien.

¿Quien podría haber predicho lo que pasaría después?

Carlos estaba solo en su habitación, era de noche y se veía incapaz de pegar el ojo, estaba acostado en la cama de ___, viendo fijamente el reloj, recién habían dado las 3:30 de la madrugada, ese día, hace 18 años, a esa misma hora, había nacido su hermana, el tenía apenas dos años entonces, no recordaba para nada el nacimiento de su hermana, solo sabía que desde entonces ella había sido su mayor regalo.

Y la había perdido, tal vez para siempre.

Cada vez que su padre le alzaba la mano ella estaba ahí para defenderlo, cuando lloraba por la perdida de su madre ella lo consolaba, siempre que había necesitado un abrazo de apoyo, ___ estaba ahí, su ángel guardián.

-Eres un cobarde- le había reclamado su padre-, dependes de tu hermana como un niño pequeño, no eres un hombre, nunca lo serás.

Sus hermanos había tratado de sacarle esa idea de la cabeza, pero nunca lo lograron.

-Soy un cobarde- murmuró Carlos mientras sentía lágrimas caer por sus mejillas

Solo era un bebé llorón.

Resendo estaba entretenido arreglando la enredadera de rosas blancas que cubría los muros del hogar del Charro, la hacienda había tenido muchos cambios desde hacía ya tiempo, aunque no sabría decir cuanto exactamente, el tiempo en el Inframundo pasaba diferente.

Escucho las pisadas de su patrón acercarse a el, realmente le había perdido el miedo, le gustaba la nueva administración que tenía su jefe.

Sintió como una mano enguantada le tocaba el hombro, noto como el Charro se inclinaba hacia adelante, con la otra mano acaricio con delicadeza los pétalos de una de las rosas.

-Muy buen trabajo Resendo- su voz, como siempre, sonaba apagada.

Leo cargaba la canasta de pan sobre la cabeza, ese era el último pedido del día, era ya de noche, hacía frío y el viento era fuerte, el chico llevaba puesto el saco que su amigo le había regalado para su cumpleaños número 17, era sorprendente que aún le quedará.

Tocó la puerta del señor Machorro que vivía en el número 10 de la calle de la Nahuala, el hombre habrio la puerta y con una gran sonrisa acepto el pan y le deseo buenas noches al chico, Leo se alejo del lugar, el viento era demasiado fuerte, tanto que le sacudía sus ropas con violencia, el chico vio como una pequeña fotografía salía del bolsillo interno de su saco y entraba por entre los tablones de madera de la casona, sin pensarlo dos veces corrió tras el, podía parecer insignificante, pero era la única foto que tenía de su amigo desaparecido.

Entro a la casona por el hueco en la puerta de madera, se le dificultó un poco, después de todo ya no era un niño, después de batallar para desatorar su pantalón de un clavo, se puso de pie , una ola de nostalgia recorrió el cuerpo y la mente del joven, su primera aventura había sido en ese lugar.

Recorrió los pasillos en busca de la fotografía, aunque claro, también lo hacía para recordar el pasado, cuando se enfrentó a la Nahuala, hacia ya unos nueve años de esos sucesos, pero los recordaba como si fuese ayer.

En el silencio de la casona solo se escuchaban las pisadas de Leo, quien había llegado a la fuente que estaba en medio del lugar, con sus manos tocó el mármol frío de la estructura, era la casa de Teodora, hija única de los Villavicencio, ¿cómo habría sido ese lugar en sus días de gloria? Realmente le gustaría saberlo.

De repente le vino a la mente un día de verano hacia unos meses atrás, (V/M) le había pedido entrar a la casona por mera curiosidad, el se había negado, como desearía haberle dicho que si, haber entrado con el y contarle de sus aventuras, maldición, realmente extrañaba a su amigo.

Entonces la vio, en el suelo estaba la pequeña fotografía, Leo sonrió y se agachó para agarrarla cuando sintió algo filoso en el cuello, parecía un cuchillo, se quedó inmóvil, su mano se quedó a medio camino.

-¡Ahora mismo me diréis quien sois y que hacéis aquí!

Leo se sorprendió aún más

-¿Don Andrés?- pregunto incrédulo el chico

Sintió como la cuchilla se alejaba de su cuello

-¿Quien sois?

El joven se levantó con cuidado después de tomar la fotografía y volteo, no se había equivocado, era Don Andrés, el gruñón y loco Don Andrés, sonrió y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Soy yo, soy Leo.

El fantasma se le quedó viendo un rato para terminar soltando su espada, con mano temblorosa tocó el hombro de Leo para después acercarlo a él y abrazarlo con fuerza.

-¡Leo! Muchacho como has crecido - no era mentira, estaba un poco más alto que el caballero.

El joven correspondió el abrazo, por fin puso volver a verlos.

Se reencontró con sus amigos del más haya.

Una nueva aventura//Leo San Juan x Lectora//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora