Celo Alfa

1.6K 86 2
                                    

Le dolía la cabeza y el cuello, y tenía bastante sueño. Signos inequívocos, para él, de que se acercaba su celo.

En circunstancias normales la pociones de inhibición y enmascaradoras de olor, seguidos de una larga noche masturbándose, le calmaban. Eso sí, todo eso le daba mucho más dolor de cabeza, de cuerpo, náuseas, mareos y cabreo. Porque no se lucía ante un omega y por los efectos secundarios de todo el cóctel de pociones.

Esta vez no se iba a tomar nada. Desde su primer celo que no se tomaba nada, así que no sabía muy bien que esperar del todo, aunque conocía la teoría.

Por ahora, aparte de los dolores y cansancio, le había gruñido varias veces a Sirius al cruzarse por casa. La primera vez fue en su habitación cuando ella salía de ducharse y él entraba, y fue tan fuerte e inesperado que ella dio un salto y un gritito. Se sintió avergonzado con fuerza por ello y salió de la ducha cuando supo que ya estaba dormida.

La llamaba. Su alfa llamaba a una omega sin marcar.

Pocas horas después, comenzó a levantar la nariz, buscándola con su fino olfato y debía emitir algún tipo de olor agradable para ella porque ella olfateó cerca de él varias veces, ronroneando de gusto como cuando comía chocolate o abrazaba cosas blandas.

Esa noche ella se acercó a él despacio- ¿Tu celo?- Asintió, mirando a otro lado. Ella besuqueó su glándula detrás de la oreja y casi da un salto porque la tenía muy sensible e inflamada- Hueles tan bien, alfa... Y me encanta que me gruñas y me busques. ¿Te has sentido mal?- Su alfa se sintió complacido de que una omega como ella, que era tan fuerte y tan bonita, quisiera que él siguiera luciéndose ante ella. Era instintivo sentirse así aunque no estuviera en su carácter. El celo de un alfa se usa para mostrar sus habilidades a los omegas y que estos les elijan en su celo. Rugidos, gruñidos, olores, demostración de fuerza y magia, sexo desenfrenado... Todo se hacía para mostrar que podían ser cabezas de manadas y parejas con las que procrear.

-Me duele la cabeza y estoy cansado- Dijo sin filtro, no supo muy bien por qué.

-Alfa...- Ella se incorporó y lo hizo ponerse de lado con un fuerte empujón y comenzó a masajear sus muñecas, donde estaban sus glándulas secundarias, después de darle unos cuantos besos en la zona- Severus, habérmelo dicho y no te habría mandado hacer la cena.

-Es solo cocinar. No estoy impedido- Dijo de manera orgullosa. No quería que la omega pensase que él no podía hacer eso por un tonto dolor de cabeza.

-Marido tonto- Ella le dio un breve beso- Se que eres capaz de eso y mucho más con dolores incluso peores. No necesitas mostrarme que eres un buen alfa, ya se que lo eres- Eso le alegró- Aunque no me voy a quejar si me consientes un poco más- Ella se rió- Pero en días así, como tu esposa y futura omega, mi trabajo es mimarte- Ella le dio otro empujón para estrecharle entre sus brazos, con su cabeza entre sus pechos y su mentón. Levantó la varita y hechizó la estancia para evitar ruidos y golpes, porque, probablemente, esa noche o por la mañana él se levantaría y lo harían como locos durante más o menos un día- Ahora duerme y descansa, falta te va a hacer.

No tardó en dormirse por el dolor de cabeza, con su esposa rascando su espalda con sus uñas.

Despertó en la oscuridad rota por la luz de la luna, ansioso, con el corazón desbocado y tan excitado que el presemen había manchado sus pantalones.

Olía delicioso.

Olía a omega sin marcar.

Se deshizo de su ropa inferior, que era lo único que llevaba y tanteó buscando el gurruño de ropa de cama del cuál provenía ese olor tan delicioso y embriagador.

Notó un cuerpo caliente en el cuál se agazapó y un destello le hizo recordar que esa omega sin marcar era su esposa. Una bonita omega fuerte y poderosa, de cuerpo sano y perfecto para gestar y con magia con la que luchar y protegerse, a ella y a los cachorros.

Sirius, la OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora