El Cuarto Campeón

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Rita Skeeter no se amedrentó ante su gruñido. Aún así, no dudó en cerrar ante sus narices, la puerta de su habitación.

Se giró, y pudo ver a la mujer gruñir con un enorme cabreo mientras abrazaba a Potter que estaba casi asfixiado. Tiró de la manga del chico con fuerza y la mujer se quedó sorprendida abrazando la nada.

-Gracias...- Dijo el chico con dos octavas menos de voz y una clara falta de aire.

-¡Descubriré quién lo hizo como me llamo Sirius Snape!- Se levantó tan deprisa que saltaron las tazas del té que se habían dejado en la mesita de café- ¡Volveré a la noche!- Se tiró por la ventana y sabía que habría echado algún hechizo para frenar la caída y ya estaría en forma de perro por ahí.

Oyó al chico suspirar.

El Cuarto Campeón del Torneo de ¿Tres? Magos. Se quedaron en silencio, mirando por la ventana un rato largo.

-Oye, Severus...- Se giró y vio al chico dudar, mirándole a los ojos pero como si a la vez no lo hiciera- Yo no lo hice, de verdad.

-Lo sé.

Miró a otro lado- Sirius y yo hemos hecho un pequeño altar para mis padres en su despacho, voy a ir a contarles que ha pasado, ¿quieres venir?

No.

No.

No.

-Está bien.

Hoy hacía trece años de su muerte, hoy era Halloween de 1994.

Hoy hacía trece años que perdió a Lily.

En el despacho improvisado de Sirius en un armario, acabaron. No había estado todavía aquí. Era un escobero y tenía un cartel que ponía "Sirius S." en la puerta. El chico pasó la mano por el pomo dos veces y este le reconoció y lo dejó pasar.

En este espacio, se encontraba un antiguo escritorio de roble con un tintero, plumas, rollos de pergaminos y otros objetos relacionados con la escritura y la lectura. Tenía estanterías que se extendían hasta el techo, albergando libros de diversas temáticas mágicas y muggle. A pesar de su tamaño minúsculo, una pequeña ventana permitía que entrase algo de luz. Había cajas adicionales con más libros y pergaminos, algunos ya escritos y otros nuevos. Entre los objetos, en la esquina había una diminuta estantería de una sola lama con una tetera que se llenaba por sí sola. Todo estaba lleno de velas, faroles y plantas de interior. La silla, de igual antigüedad o más, no era parte del mismo conjunto, si no de cedro y mostraba un acolchado desgastado, complementado con un cojín de Gryffindor, también tenía unas mantas gruesas encima, y el aroma a chocolate (escondido en los cajones del escritorio) impregnaba el aire, mezclado con el sutil perfume de las velas aromáticas. En una papelera construida a partir de un barril partido por la mitad, se hallaban restos de pociones para el dolor de cabeza, cosa que a su esposa le pasaba bastante a menudo desde que la conocía. Justo debajo de la ventana, se ubicaba un archivador de escasos centímetros de grosor, acompañado por numerosos pequeños cajones, enriqueciendo la rica disposición del espacio.

Pero lo que destacaba es una foto en el centro del archivador. Es de los Merodeadores, sin Pettigrew. Potter está en el centro pero detrás, encima de una escoba, Lupin está en el centro frontal, y Lily y Sirius le besan las mejillas. El chico se sonroja aunque no se ve bien por el blanco y negro, y ambas amigas se ríen con fuerza y Potter le da con el pie con humor.

Que hermosa sale Lily.

Bella y prácticamente etérea.

Pero...

Lo que él pensó...

Lo que...

El dolor está ahí. Siempre lo está. Cada vez que se encuentra una niña o alguna alumna con su nombre, cada vez que ve un lirio...

Sirius, la OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora