Capítulo Especial: Amigos

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—¡Tengo esto! Mamá me lo compró ayer— La pequeña niña en la pantalla agitó un vestido gris que tenía un remolino de perlitas en color rosa y violeta a un costado—. ¿Crees que me veré bien con ella?

—Te verás preciosa, Bell— Cole sonrió enternecido y un poco nostalgico porque no era lo mismo ver a su pequeña hermana a través de un pantalla, que tenerla frente a frente —. ¿Sabes qué? el otro día vi unad botas que te irán muy bien con ese vestido. Buscaré si hay alguna sucursal de la zapatería en Nashville y  sino te las enviaré, ¿de acuerdo?

—¿De verdad?— sus grandes ojos avellanados parecían brillar de la emoción. Cole asintió— ¡Gracias! eres el mejor hermano mayor del mundo. Le contaré a mamá. Ahora vuelvo.

Y así Bell se fue dejando a un Cole sonriente. Ah, su hermanita era como un tornado. Siempre iba a una milla por delante de todos los demás, eso sin duda lo había heredado de su madre. Lo cual era encantador y hacía que Cole sintiera aún más nostalgia por todo lo que tenía en Nashville. Aunque si debía ser sincero, también le gustaba estar en Boston y la independencia que tenía ahí. No es que en casa sus padres y sus tíos fuera sobreprotectores u opresivos, ellos nunca fueron ese tipo de familia y se aseguraron de dejarlo tomar decisiones para que aprendiera a desenvolverse de la mejor manera posible.

Pero estar en Boston, viviendo en un apartamento compartido con su mejor amigo y los primos de este, era genial. Y desde que se mudó a dicha ciudad para estudiar gastronomía, había tenido un montón de experiencias maravillosas. Tenía claro que un día volvería a Nashville y que pasaría una larga temporada allá para reencontrarse  con su familia.

De momento Boston era suficiente. Aunque la nostalgia fuera inevitable. Pero no podías tenerlo todo al mismo tiempo ¿verdad?

Se quedó esperando frente a su portátil porque sabía que Bell volvería en algún momento. Y no se equivocó; ella volvió tan sonriente como siempre, con el cabello color caramelo cayendo libre y salvaje sobre sus hombros. Pero no regresó sola porque pronto detrás de ella se asomó su madre.

Hola tú — Saludó Dodie Delaney-Sheridan. Ah, ella era tan hermosa como la primera vez que Cole la había visto hace tantos años atrás. Con la diferencia de que ahora llevaba el cabello corto, a la altura de la barbilla, cayendo en ondas suaves a cada lado de su rostro.

En sus brazos llevaba a otro niño. Ese era Harbie, su hermanito. Él se parecía más a Cole y su padre. Grandes ojos claros y el cabello de un tono rubio oscuro, casi castaño.

—Hola mamá, hola Harbie.

—¡Cole!— el pequeño aplaudió — ¿Cuándo viened a casa? ¿Y yo también tendré regalo?

—¿Har qué te he dicho sobre pedir regalos a los demás? — reprendió Dodie con dulzura.

Que debo esperar a que ellos quieran darme algo. Pero eso no es justo, Anabell está recibiendo regalos de Cole.

—También pensaba enviarte algo a ti, pequeño gruñón— Cole llamó de nuevo su atención —. Pero, no te diré que es. Tendrás que esperar hasta que llegue.

Está bien, yo espero, no importa cuanto tiempo— de pronto Harbie se quedó callado y luego se acercó a la pantalla como si de esa manera su madre y su hermana no pudieran escucharlo —. ¿Será más de una semana? Porque no tengo mucha de esa cosa... cuando tienes que esperar.

Soltó una carcajada. En verdad echaba de menos a sus hermanos. Solía ir de visita a menudo. Fue una de las dos condiciones de su padre y de su tío, Luke, para dejarlo ir tan lejos de Nashville. Pero no era lo mismo y menos luego de todos los meses que estuvo en Francia para el curso de cocina que se había ganado como parte de una feria de becas en la que se inscribió. Quizá debería hacer una visita a su familia cuanto antes.

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