19. Jordan

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Es casi ya media noche cuando por fin llegamos a casa. Estaciono el auto y veo la luz de la entrada prendida, bajo esta veo la silueta de mi madre quien solo espera unos segundos antes de acercarse corriendo hasta nosotros. Escucho que papá me dice algo desde la parte de atrás, pero lo ignoro y salgo del automóvil.

— ¿Dónde estabas? —pregunto cuando estoy cerca, sin darle oportunidad de que sea ella quien haga la primera pregunta.

— Estaba... —pestañea rápido y mira por encima de mi hombro, hacia donde está papá—. Se... Algo se presentó en mi trabajo ¿Está bien? ¿Qué fue lo que pasó?

Tengo que darle merito, porque por lo menos si parece preocupada, no deja de desviar su mirada hacía la parte trasera del automóvil y tiene los ojos llorosos.

Mira a papá, me mira a mí y luego vuelve a mirar a papá. Se mueve como si estuviese esperando mi confirmación para correr y acercarse a él.

— Se dislocó el hombro, pero aparte de eso está bien —digo finalmente.

— Dios mío —se lleva una mano a la boca—. ¿Y eso cómo sucedió?

— Se cayó de la silla, al hacer no sé qué. No quiso decirnos cómo fue que pasó.

Mamá niega con la cabeza una y otra vez, y de nuevo noto cómo sus ojos se ponen cristalinos. Siento que no es el lugar ni el momento para discutir o para interrogarla más, solo quiero acabar con esto y que este día termine de una vez.

— Tiene que descansar, lo mejor es que entremos de una vez a la casa.

Ella acepta y camina detrás de mí.

— ¿Es Salomé? —pregunta cuando estamos lo suficientemente cerca.

No respondo y ella me sujeta de la muñeca para que me detenga.

— ¿Por qué esta ella con ustedes? —la preocupación que tenía hace unos segundos desaparece y es remplazada por una máscara que no sé bien cómo explicar.

— Porque le pedí que nos acompañará —contesto y volteo; la veo en el asiento del acompañante, con la cabeza apoyada contra la ventana y una sonrisa, luego mueve sus labios para decir algo y segundos después se ríe por lo que supongo que papá acaba de decir.

— Pero si ella estaba en casa cuando...

— Llegamos juntos mamá —digo mirándola de nuevo—. La recogí del café. ¿Alguna otra cosa más que te tenga que explicar?

Frunce el ceño y fuerza una sonrisa antes de ir hacía el automóvil.

Entre los tres ayudamos a papá a bajar. Cómo por ahora no puede contar con su brazo izquierdo, las cosas son un poco más complicadas, pese a que él diga que no y que puede hacer las cosas cómo antes, no puede y finalmente tiene que aceptar nuestra ayuda.

Entramos a la casa y mis padres se despiden de Salomé antes de ir a su habitación; papá se despide, mientras mi madre no deja de observar en silencio a Salomé, no dice nada, solo la mira con los ojos ligeramente entrecerrados. Noto cómo eso está empezando a incomodarla y de manera disimulada me colocó delante de ella para bloquear la mirada inquisidora de mi madre. Tomó la silla de papá y la comienzo a empujar con dirección a su cuarto.

— Mamá, vamos. —señalo su habitación y ella va primero.

Papá no para de quejarse y de decir que nada de eso es necesario, pero decidimos ignorarlo y nos vamos los tres.

Cinco veces. Son cinco las veces que mi madre menciona a Salomé en los pocos minutos que estoy con ellos en su habitación.

Decidí contarlas porque la conozco y sabía que preguntaría de nuevo. La primera llegó cuando cruzamos la puerta.

Una Vez MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora