28. Salomé

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¿Cómo no pude darme cuenta de que estaban aquí?

Tengo una mano alrededor del brazo de Jordan, siento como lo sujeto cada vez con más fuerza, pero él no se aparta, sino se acerca un poco más a mí, como si con eso quisiera hacerme entender que esta ahí y que no estoy sola.

Intento concentrarme en respirar mientras escucho la risa de uno de ellos. No quiero verlos, desvió la mirada y veo el maldito cenicero de mármol frente a mí. Si no entraba por el a la cocina no me hubiese encontrado con ellos, no tendría que estar escuchándolos ni viéndolos y tampoco Jordan...

— No voy a disculparme. Recibiste lo que merecías...

La puerta de la cocina se abre una vez más y el pelirrojo entra corriendo a tiempo para sujetar a su amigo. Le dice algo que no logro entender, porque sus voces son opacadas por la risa de Carlos. Quien aplaude divertido mientras aparta su chaqueta y...

Mis manos comienzan a temblar al ver el arma.

— Buen chico —señala divertido—. Tienes amigos inteligentes, por lo visto —mira a Max y luego voltea a para verme—. Sirena, creo que es mejor que hablemos en otro momento.

— Yo pensé que nos divertiríamos... —el otro se encoje de hombros y camina hacia la puerta, pero se detiene a un metro de mi—. Algo como la última vez, ya sabes...

Las imágenes vuelven a reproducirse en mi cabeza y siento nauseas, trago con fuerza y levanto la cabeza para verlo a los ojos.

— ¡No te vuelvas a acercar a ella! —exclama Jordan mientras Max sigue sujetándolo.

Él me mira y sonríe.

— Creo que a la sirenita no le gustó vernos aquí hoy... —le dice a su primo mientras no deja de mirarme—. Quizás la siguiente la pasemos mejor...

No borra la sonrisa de su boca, me lanza un beso y camina para salir detrás de su primo.

Recibiste lo que merecías...

Sus palabras se repiten en mi cabeza.

Es lo que ambos merecen.

Siento el peso del cenicero en mi mano.

Un golpe, antes de que se aleje más, me apresuro en ir hasta él, me escucha acercarme, pero no le doy tiempo a que reaccione, sujeto con fuerza el cenicero y golpeo su cabeza por atrás. Se desestabiliza y aprovecho eso para golpearlo de nuevo, con más fuerza y cae al piso... Recibe lo que merece y yo tampoco voy a disculparme.

Y pienso en lo que hicieron, lo que me hicieron y lo que me quitaron. Un golpe y terminaría con todo... Me muevo detrás de él, no sé si lo hago rápido o lento, tampoco sé cuánto me faltaba para llegar a él cuando el rubio aparece frente a mí.

— Salomé no... —dice en voz baja. Su voz me trae de vuelta y el cenicero sigue en mi mano, ellos siguen alejándose y Jordan me bloquea el paso.

Veo por encima de su hombro como ambos desaparecen detrás de la puerta. Quiero apartarlo de mi camino, pero no se mueve.

— ¿Qué haces? —pregunto desesperada.

— Evitando que hagas una estupidez.

Suelto una risa ahogada y niego con la cabeza.

— Eso es tan hipócrita de tu parte... —miro a su amigo que aún sigue detrás de él— ¿Qué ibas a hacer si Max no llegaba? —lo señalo con la cabeza.

— No es...

— ¿Qué? ¿¡Que!?

Boto el cenicero con fuerza al piso y este se rompe en varios pedazos.

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