Capítulo 10

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Enid se despertó muy temprano, tuvo que hacer un recado especial antes de correr a la cafetería en el momento en que abrió y agarro un plato grande para ella y Wednesday. De regreso a la habitación, abre la puerta para ser recibida por un fuerte gemido desde el otro lado de la habitación. Ella mira para ver a Wednesday boca abajo en la cama, gimiendo en su almohada.

–Buenos días Wednesday–, dice Enid alegremente y la niña vuelve a gemir. –Te traje el desayuno–. Ella camina hacia el lado gótico de la habitación, colocando su comida en su escritorio y agarrando el agua y Advil.

–Ten, toma esto–, Wednesdays la mira, entrecerrando los ojos mientras se adapta al brillo. Mira a Enid, quien le sonríe dulcemente, los recuerdos dispersos de la noche anterior inundan su cerebro y cierra los ojos con fuerza mientras se sienta.

–Muévete despacio, no quiero que te enfermes. Sinceramente, me sorprende que no hayas vomitado —dice Enid, pasándole el frasco de pastillas.

–Por supuesto que no vomité, no soy una debilucha–. Wednesday se mete tres tabletas en la boca y las traga en seco.

–Ahí esta la Wednesday que conocemos y amamos–, se ríe Enid, moviéndose para tomar su plato.

–¿Qué se supone que significa eso? —pregunta Wednesday, tomando un sorbo de su agua lentamente.

Enid le da un mordisco a sus huevos revueltos, masticándolos lentamente mientras piensa en cómo puede tener esta conversación.

–¿No recuerdas... nada de anoche?–, ella trata de mantener su voz neutral mientras mira a Wednesday. Wednesday reflexiona por un momento, recuerda bastante y francamente está muy avergonzada de lo que recuerda. Aunque hay algunos espacios en blanco en su memoria, definitivamente no quiere admitir algunas de las cosas que ha hecho, eligiendo en su lugar pretender que nunca sucedieron y tratando de mantener al menos una pizca de orgullo.

–Bueno, recuerdo algunas cosas… Le gané a Barclay en el beer pong, eso lo sé con certeza–, agarra su plato, esperando poder retrasar esta conversación tanto como sea posible.

–Oh, sí, fuiste el alma de la fiesta. Hiciste un gran trabajo con la multitud, los tenías en la palma de tu mano–. Enid señala con su tenedor a Wednesday, riendo.

–Pero por supuesto. Soy excelente para hacer que la gente haga lo que me plazca–, dice Wednesday con aire de suficiencia.

–Oh, sí, creo que fue tu sonrisa ganadora lo que realmente lo hizo–. Wednesday se congela.

–¿De qué estás hablando?–

–¿Tu sonrisa? Te divertiste–.

Wednesday salta de su lugar en la cama. –No lo hice. No sonreí en público. ¡No hay forma posible de que sonriera frente a todos esos idiotas de ahí!— Wednesday apunta hacia el bosque. Enid se tapa la boca, tratando de tapar su sonrisa.

–¿Cómo pudiste dejarme beber tanto que sonreiría? —pregunta ella, exasperada.

–¿Dejarte? ¿Estás bromeando no?— pregunta Enid, con una ceja levantada con incredulidad.

–Tú estabas molesta conmigo porque pensabas que estaba coqueteando con otra chica–. Enid se ríe y el rostro de Wednesday se pone rojo.

–¡Eso no es verdad! ¿Por qué me importaría? Puedes coquetear con quien quieras–. Ella trata de poner indiferencia en su voz pero Enid ve a través de ella, escuchando el tono amargo debajo de ella. Wednesday se da la vuelta, tratando de ocultar su vergüenza a Enid. La rubia no puede evitar que la sonrisa se dibuje en su rostro, de vuelta a su Wednesday obstinada de siempre. Ella decide apiadarse de la niña,

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