Capítulo 6

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Wednesday se despertó con la luz del sol que entraba por la gran ventana de cristal, enviando rayos de color al lado de la habitación de Enid, que descubrió que estaba vacío. Su ceño se arruga con confusión, casi nunca se despierta después de Enid, ¿cómo pudo haber dormido hasta tan tarde? Por suerte era sábado, no había clases que haber faltado. Se pone de pie y se estira, permitiendo que sus músculos se relajen antes de vestirse y dirigirse hacia la cafetería. Normalmente, la niña ni siquiera se molestaría en desayunar, pero después de las tomas regulares (gracias a Enid), su cuerpo comenzó a notar cuando tenía hambre y no quería tener que soportar otro "tienes que cuidarte". " despotricar de la rubia tampoco.

Se abre camino hacia el gran salón de la cafetería, los estudiantes se distribuyen en largas mesas rectangulares charlando y haciendo un alboroto por todas partes. Ella pone los ojos en blanco, no había estado en la cafetería en bastante tiempo, tan acostumbrada a que Enid le trajera todas sus comidas. Toma una bandeja negra y camina lentamente entre las opciones de comida tratando de decidir qué debe comer cuando siente un ligero tirón en la parte inferior de sus pantalones.

–Hola Dedos–. Dice ella, sin molestarse en mirarlo mientras él corre hacia su hombro. Mirando todas las opciones de comida con disgusto, decide tomar una manzana verde y té caliente en su lugar. Nada parece tan apetecible como lo que le trae Enid. Escanea el área de descanso, sus ojos se posan en Eugene sentado solo en un rincón, perfecto .

–¡Wednesday!– saluda alegremente, dejando a un lado su libro “La mente de una abeja”.

–Eugene–. Saluda ella, sentándose frente a él. Dedos se deja caer sobre la mesa, corriendo para darle a Eugene un golpe de puño.

–¿Cómo has estado? ¿Cómo está el tobillo?–. Pregunta, llevándose un bocado de avena a la boca, que está lleno de lo que parecen ocho paquetes de miel vacíos que están repartidos por toda su bandeja.

Wednesday no responde, un extraño picor en la parte posterior de su cerebro hace que se gire y observe la cafetería por encima del hombro. Tiene esa extraña sensación de ser observada, sus ojos intentan mirar por encima de cada mesa y sus habitantes, antes

–Oye, hey, ¿Wednesday?–. Su cabeza se vuelve hacia Eugene, –¿estás bien?–.

–Si. Estoy perfectamente bien —dice, pero no puede quitarse de encima la sensación que vibra en la parte posterior de su cabeza. Hablan un poco, discutiendo sobre su colmena y la progresión de su reina. Todo iba bien hasta que Dedos comienza a tocar una advertencia en la mesa y escucha una voz enojada interrumpiendo su conversación.

–¡Oye, Addams!– dos muchachos se acercan caminando, uno cojeando detrás del otro, los cortes salpican su rostro y una bota alrededor de su tobillo. Ella los mira, impávida.

–¿Te conozco? –dice rotundamente.

–Deberías, tú eres la razón por la que estoy luciendo así–. El chico detrás de él muerde, su labio se curva y ella reconoce sus ojos.

–Tú debes ser Jake–. Dice mirándolo, casi se ríe en su cara. Este chico flacucho era casi la muerte para ella, es mucho menos intimidante así, flacucho y magullado.

–Lo es, y quiero que te disculpes por lo que le hiciste –el primer chico se inclina más cerca de ella, sus manos agarrando la mesa. La nariz de Wednesday se arruga y ella se echa un poco hacia atrás, debe estar usando demasiada colonia o algo así, huele absolutamente horrible. Ahora que lo piensa, también lo hace Jake, los olores son completamente diferentes pero aún abrumadores para su nariz.

–No me disculparé por algo que no hice. Ese es un terrible hábito femenino, ya sabes, disculparse por algo, incluso cuando no es tu culpa–.

El chico más alto deja escapar un gruñido –Es tu culpa, interrumpiste la iniciación de un estado de manada y provocaste una pelea, y te disculparás por eso –da un paso alrededor de la esquina de la mesa, de pie sobre Wednesday ahora. Ella se pone de pie para encontrarse con él, viendo a Dedos en su periferia agarrar un cuchillo del aire aparentemente delgado, ¿de dónde sacó eso ? Eugene también se pone de pie, sosteniendo su libro como si estuviera listo para golpear a alguien con él.

Ok...Eso es nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora