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¡Qué nombre tan patético!

-Ernesto- las palabras de mi padre se dirigían a mí

- ¿que quieres de él?, déjalo en paz- decía mi madre al otro lado de la mesa del comedor

- no me importa mujer- volvía a decir mi padre

Heredé el color castaño de mi cabello por mi padre y la forma ondulada de mi madre que a decir verdad era rubia. Una coloridad rubia que ahora detesto porque me hace sentir estúpido.

Mi padre solía trabajar en una empresa como inversionista, por eso llegaba tarde a casa, aveces regresaba ebrio con una botella de vino entre los dedos, un vino que al día de hoy está en el número cuatro de mi lista de preferentes.

Mi madre trabajaba como secretaria de una empresa distinta y aunque mi padre desistía de esa decisión ella si podía callarlo con una mirada fulminante.

Crecí después, ellos dicen que desperdicié mi vida siendo tan joven, porque poseía algunos problemas de alcoholismo y tabaquismo, además de que era un haragán.

Así que decidí largarme, con el poco dinero que aún tenía de su parte compré una casa en el centro de una ciudad lejana a dónde solía vivir.

Después mendigué por algo de trabajo, lo conseguí en una empresa de publicidad, yo sería un simple trabajador y eso era todo.

Desgraciadamente no duró ni un momento, porque el pensar que los ladrones y secuestradores que existen en las películas o libros solo romantizarían mi historia.

Cuando salí de mi casa y abordé el automóvil para ir a la entrevista de trabajo algo pasó.

Observé a un grupo de hombres rondar por la zona, me quedé dubitativo al volante y decidí avanzar rápidamente.

Al tocarme un alto decidí esperar, ellos caminaron a prisa y tocaron la ventanilla.

- hey amigo, ¿puedes regalarnos un cigarrillo?

- ¿disculpa?- añadí bajando la ventanilla cerrada

- ¿no me oíste?

- ¿por qué te molestas?, si tienes la decencia de pedir un favor deberías de hacerlo con cortesía- respondí con desdén

- vaya, que reacción tan especial

- ¿de qué hablas?

- el Mayor estará encantado contigo

El nombre retumbó en mis oídos hasta el día de mi muerte, una muerte provocada por aquel hombre de seudónimo extraño.

- ¿quién?

- nuestro jefe por supuesto- dijo

- ¿jefe?

- así es, es un hombre digno de admiración a decir verdad, si no fuera por él estaría muerto- me sonrió

Tragué saliva.

El otro hombre subió por la parte trasera del automóvil.

- anda conduce

- yo...- traté de hablar pero las palabras no brotaban de mis labios

- házlo- menciono desenvainando una cuchilla para colocarme la en el cuello

- ¿a decir verdad como te llamas?- preguntó el hombre detrás mío

No respondí.

- ¿no me escuchaste?

- ¡responde!- dijo el otro

Al no concretar una respuesta clara uno de ellos arrojó un disparo al techo del auto.

- yo... yo soy Ernesto- murmuré aterrorizado

- es un gusto Ernesto, yo me llamo...- antes de que el individuo pudiera responder su compañero le dió una bofetada

- no debemos de dar información clasificada- gruñó el otro

- ¿puedo preguntar por qué me quieren?

- el jefe ya decidió que deberías serle útil

- ¿jefe?- pensé en un empleo estúpido

- así es, pronto lo conocerás

- saben... esque yo tengo otro empleo y debería...- me interrumpió

- eso no es algo que deba preocuparte, puedes ganar bien si haces lo que dices- me sonrió

- pero...

- ¿qué te asusta?

- tengo otro empleo, en verdad me gustaría trabajar con ustedes solo que no puedo hacerlo- sonreí nerviosamente

- pensé que eras más inteligente- susurró

- ¿qué dijiste?- pregunté sudando frío

- oh nada, pero como no quieres cooperar creo que deberíamos decirte adiós

- eso me parece bien- sonreí

- bien, veo que has aceptado- dijo desenvainando un arma colocándomela en la frente

Esa fué la primera vez que vislumbre una pistola enfrente mío.

- ¡esperen!- exclamé temblando

- ¿vas a decir algo?

- puedo serles útil- dije rápidamente

- ¿en verdad?

- sí...

- ¿de que forma?

- yo... aceptaré el trabajo que quiera darme, no importa cuál sea

- buen chico- dijo tomándome de la cabeza y dándome una palmada

- ah...

- eso es, ahora puedes irte, nosotros te llamaremos ¿bien?

- está bien

Ellos bajaron de mi auto, yo regresé a las oficinas que me contratarían.
Desgraciadamente aquellos sujetos que decidieron interceptarme habían arruinado la única posibilidad que tenía se salir de esta maldita ciudad.

Entonces decidí volver a casa.

¿Qué se supondría que debía hacer con ellos? probablemente solo fue una mala jugada o una mala broma. Eso fué lo que intenté pensar al menos, porque después de todo aún buscaba mejorar mi calidad de vida, por lo menos tener alimento todos los días en la nevera.

"El castaño" (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora