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Louis.

Tedioso había sido levantarme. Me encontraba en la ducha, con los ojos llenos de lagañas y restos de sueño en mi organismo. El cuello y la espalda me dolían demasiado, gracias a la bañera. Al querer pararme y salir de allí, sentí una molestia en la muñeca y ardió como mil demonios. Bajé la mirada y recordé el infierno que pasé ayer en ese baño, al posar mis ojos en los cortes horizontales que había ocasionado con el fin de lastimarme aún más.

La pérdida de Harry, mi mierda de vida, como intoxicaba lo que tocaba. Tendría que estar llorando, pero todas las lágrimas se me habían acabado. Ya no me sentía fuerte, era malditamente débil. No tenía de quién sostenerme. Zayn, era un gran amigo, pero estaba tan ocupado con su novio, que ya me sentía dejado de lado y era cierto. Había conseguido a alguien que lo amé y a quien amar.

Yo, sin embargo, no.

Harry se había dado cuenta de antemano que yo no era una buena persona. Nadie quiere juntarse con la mierda, no. Agradecía pero me entristecía a la vez, no poder tenerlo a mi lado.

¿A quién le molestaría ahora? Quería dejar ser feliz a Zayn, a mi tía, a Harry, a todos. Si me preguntaran dónde sería feliz en ese momento, respondería que en el cielo con mi familia. Y ahí pronto estaría.

Empezaría mi plan para irme y dejar a todos en paz. Porque al fin y al cabo, yo no estaba destinado a ser feliz. Y recién ahora lo estaba entendiendo.

{≈}

Costaba ver a las personas alegres, llenas de vida y colores. Y uno mismo estar inerte y gris.

El salón estaba repleto de risas y sonrisas, que no acompañaban mi estado de ánimo. Todos estaban sentados en ronda entre los más populares, riéndose como estúpidos de algún vídeo que estaban viendo desde el celular de alguno.

El profesor de Química entró haciendo callar a todos y rigiendo respeto, como lo hacía todas las clases. Mi expresión facial no cambió, seguía indiferente. Hasta que sentí que algo faltaba, alguien. Harry no había venido, y me desconcertó. Aunque no quisiera hablarme más, no podría prohibirme mirarlo cuando pudiera. Pero no estaba.

La puerta del salón se abrió con un estruendo y casi todos saltaron de sus asientos, exaltados. El rizado entró desesperado, con sus cabellos pegados en la frente con sudor y las mejillas levemente rosas.

-Lo siento, lo siento, lo siento. -repetía sin parar. Si fuera él, estaría igual. Siempre llegaba temprano y llegar una vez tarde corrompía tu rutina de sobremanera.

-La próxima trate de entrar en silencio y sin llamar la atención, ¿quiere? Ahora siéntese... -reparó su mirada unos segundos. -Al lado de Tomlinson y despacio, por favor. -listo, más cagado no podía estar. Harry me miró con desconcierto y desilusión. Comprendí que realmente no quería sentarse a mi lado, pero no podíamos desobedecer al profesor, lástima.

Se sentó a mi lado con miedo, pero después fue calmándose y prestaba atención en clases como debía. Yo, sin embargo, no. No podía dejar de mirarlo, estaba tan lindo así de acelerado. Sus mejillas seguían ruborizadas y su pie se movía dando golpecitos de nerviosismo.

-Para la clase que viene, harán un trabajo en grupos. No más de tres ni menos de uno. Lo que nos lleva a dos personas finalmente. -todos comenzaron a bufar y suspirar de desgano. Nadie quería hacer un trabajo y seguro el viejo nos elegía parejas. Perfecto. -Henderson y Both. Mendes y Glifth. Tomlinson y Styles. -nombró nuestros apellidos y casi me desmayo. Harry me miró con ojos muy abiertos y levantó la mano, atrayendo la atención del profesor. -No Styles, no puedes cambiar de pareja. -interrumpió. Bajó la mano con una mueca y me observó un largo tiempo, claro que hice lo mismo.

The Hater « larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora