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Harry.

Con toda la voluntad en contra, estaba volviendo lastimosamente al instituto. Había olvidado las putas llaves de mi casa y mi hermana estaría con su playlist depresiva a todo volumen, por lo que hubiese sido inútil tocar el timbre. Llegué y la mayoría de los estudiantes estaban dirigiéndose a sus hogares. Avancé empujando a muchas personas, y llegando al casillero, dónde las llaves estaban colgadas en el borde de la caja de metal.

Las agarré y empecé a caminar hacía la salida otra vez, pasando por el campo lleno de árboles y armonía. Al fondo del campus, dónde un manzanero descansaba sus raíces bajo la tierra, un muchacho estaba sentado. No se movía para nada, y bueno, sí, me preocupé. Me preocupaba por cualquier persona que esté pasando por una mala situación. Igual, creo que cualquiera se preocuparía por una persona que no se mueve. Depende cuan insensible y egoísta sea, ¿no?

Me acerqué a pasos grandes, para así llegar más rápido. Y me detuve a centímetros de Louis, que yacía plácidamente dormido. Algo en mí se conmovió y la ternura me inundó. Era un ángel, claramente. Con el cabello sedoso despeinado y los labios entreabiertos. No supe si despertarlo o no, pero me encontraba moviendo su hombro suavemente.

-Louis, despierta, hey. -susurré despacio. Él despertó lento y me miro desentendido.

-¿Qué hago aquí? -preguntó con voz ronca. Sobó sus ojos con sus manos pequeñas, lo cual aumentó la ternura en mí.

-Te quedaste dormido se ve... -pareció exaltado. -No te preocupes igual, no fue por mucho tiempo. Olvidé mis llaves y... -

-No te pedí explicaciones, pero gracias por avisarme. Cualquiera me hubiera dejado aquí tirado. -sonrió de costado y se paró del césped, quitando restos de su pantalón. Comenzó a caminar hacia la salida y lo seguí, pues lógicamente yo también me dirigía a la misma dirección.

Caminaba detrás de él, apurando el paso para quedar a su lado, lográndolo. Lo miré detenida, pero no obviamente. Era muy lindo, demasiado para ser un chico malo. Sus brazos tatuados lo hacían creerse "más" que cualquier persona aquí, pero estaba equivocado.

Conocía a Louis desde los 15 años y su cambio adolescente fue rotundo. De un día para el otro, vestía de negro siempre, se tatuó varias partes del cuerpo, y actuaba como otra persona. No era él, había cambiado.

Llegamos a la salida y comencé a caminar para la derecha, sintiendo unos pasos detrás de mí. Cuando volteé no había nadie, sin embargo, a mi lado se encontraba Louis, otra vez.

-¿Hola? -le dije, captando su atención.

-No me jodas. -respondió cortante. Ya que lo tenía cerca e iba para mi lado, decidí molestarlo un poco e interrogarlo.

-Louis, ven acá. -dejó de caminar y se acercó a mí. Me miró expectante, esperando que hablara y así lo hice. -Mira, no sé por qué me odias. Diría que no me interesa, pero no es así. Varias veces me quedé pensando en por qué me desprecias tanto, si te habré hecho algo en estos 2 años. Pero no tenía argumentos válidos y ya que te tengo aquí, necesito que me lo expliques. - terminé sin tomar aire. Su mirada era indiferente pero con algunas interrogativas en su mente, que no pude descifrar.

-Escucha, te voy a ser sincero. -no dejábamos de caminar, pero mis ojos estaban sobre cada movimiento que hacía, y en ese momento, estaba más que nervioso. -Yo... realmente, no sé por qué te odio. Digo, no tengo una razón específica y créeme que la busqué por mucho tiempo. Sólo sé que no me caes bien, pero algo me impide estar lejos de ti, ¿entiendes? -preguntó. Sentía las piernas flaquear, wow, ¿por qué producía eso en mí? -Siempre tengo que molestarte de alguna manera, por lo que nunca te librarás de mí, espero que lo sepas. -dio por finalizada la conversación y cruzó de vereda, sin antes mirar a ambos lados. Que suicida, pensé. Pero luego me di cuenta que era un chico al cual le gustaba vivir al límite. Dónde, esos límites los ponía él.

Vi cómo se alejaba, pero entraba en una casa pequeña, de esas pre-fabricadas. Yo conocía esa casa, mi mamá era amiga de la mujer que vivía allí. Supongo que era la madre de Louis. Se escabulló por la puerta de su fachada y desapareció. Me encogí de hombros, sin dejar de pensar en lo que había dicho. Sus palabras no supe si tomarlas en serio o como otra puta broma de las que me hacían sentir menospreciado, pero no caía delante de él.

Llegué a casa, y fui a la cocina, a buscar algo para comer. Estaba muerto de hambre, y milagrosamente, mamá había dejado un sándwich preparado en la heladera. Sentí el coro de ángeles cuando di el primer mordisco, reí de mis estupideces y subí a mi habitación. Estaba solo en casa, cosa que me pareció rara.

Me acomodé, sacándome las zapatillas, los calcetines y la camiseta, tenía calor. Terminé el aperitivo y me acosté a pensar, con los brazos cruzados detrás de la cabeza. Louis, decía que me odiaba, pero que no podía no molestarme. Que tenía que estar cerca de mí aunque sea una vez en todo el día.

Sinceramente, creo que no me odia. Algo en su vida tuvo que haber pasado para que ese "odio" hacia mi haya nacido. Y por eso, tapado con una sábana que me resguardaba solo un poco de la leve brisa que entraba por la ventana, imaginé a Louis cambiando y, obviamente, yo siendo el causante de ello.

¿Qué cuesta más? ¿Imaginar o hacerlo realidad?

The Hater « larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora