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*Por las dudas aclaro que pasaron días después de la "pelea" que tuvieron, en el capítulo anterior me olvidé de recalcarles eso, las dejo leer*

Harry.

Me encontraba moviendo las cosas de mi habitación de lugar en lugar. Estaba nervioso de sobremanera. Louis vendría en 10 minutos y yo como estúpido le dije en mi casa, tendría que haber sido la suya, estaría menos histérico por el orden y demás.

Me había puesto otro skinny jean negro y un sweater porque yo tenía frío y cargaba con una gripe, el helado del otro día me había hecho mal. La cama estaba tendida, mi escritorio ordenado y había comprado algunas cosas por si queríamos merendar.

Aunque, no se lo merecía, obvio que no. Después de lo que había pasado, sentía que estaba perdiendo totalmente mi dignidad, parecía que no me importaba. Hacía todo inconscientemente. Sin embargo, una parte de mí, lo hacía porque quería y lo sentía correcto.

También, era cuestión de educación.

Escuché que tocaban la puerta y pasaban, mi madre estaba allí.

-Hijo, hace dos horas que vienes moviendo todo de lugar y... espera, ¿la cama también? –me miró interrogativa. Encogí mis hombros.

-La moví para tener más lugar, aparte así queda más linda para hacer el mural, ¿recuerdas? –venía soñando con aquél mural desde los diez años. Mi madre siempre decía que lo íbamos a armar juntos, pero siempre tenía o mucho trabajo o alguna cita con algún empresario de su oficina. Consistía en una tabla de corcho o telgopor en la que pondría fotos, notas para recordar de la escuela. Digamos que servía para organizarme y para recordar cosas que quisiese. Se oyó un suspiro de su parte.

-Lo sé, apenas pueda compraré la tabla, ¿sí? Ahora explícame por qué tanta limpieza, nunca eres así.

-Hum, un amigo viene a hacer un trabajo. –musité tímido. Mi madre se dio cuenta, pero no di más señales obviabas para que notara mis nervios.

-Okay... -dijo asintiendo despacio. –Me voy a trabajar, vine un rato para dejarte la cena hecha, esta noche volveré tarde. –puse mala cara y ella esbozó una mueca. –Sabes que me gustaría tener más tiempo para ti y Gemma, pero... el trabajo me mata. –asentí como ella antes. Se acercó, depositó un beso en mis rizos y desapareció por donde había entrado.

Unos minutos después de escuchar la puerta cerrarse, el timbre sonó. Baje las escaleras casi corriendo y al abrir la puerta, vi a un Louis cansado pero con una media sonrisa única en su rostro. Me hacía sentir de maneras muy diferentes, pero sabía que después de lo que había pasado, me sentía mal. Y no quería cometer otro error, no otro más.

-Hola. –dijo casi inaudible. -¿Puedo pasar? –preguntó. Dejé de divagar tanto y asentí dejándolo pasar. Se quedó en el medio de la sala y lo observé. Se había vestido casual pero lindo. Tenía el pelo visiblemente húmedo, por lo que supuse que se había duchado.

-Hum, vamos a hacer el trabajo rápido, ¿sí? –musité. Quería alejarme, quería hacerlo lo más pronto posible. Asintió. – ¿Quieres hacerlo aquí o en mi habitación? –me mostraba "no notoriamente" duro e indiferente, como tenía que ser. Pero no era.

-Donde te parezca cómodo... –silencio. – ¿Tienes un portátil? Tendremos que buscar información.

-Sí, sí, vayamos a mi habitación entonces. –subimos las escaleras en silencio y rogaba terminar el trabajo enseguida.

{≈}

Llevamos una media hora haciendo el dichoso trabajo. Louis buscaba información, me la dictaba y yo la escribía en las hojas con una caligrafía prolija. Nos faltaba un cuarto y terminaríamos de una vez.

No se me había hecho muy incómodo porque apenas abrió el portátil, puso música que no conocía y me agradó. La tensión se fue con la melodía de las canciones y me sentí más a gusto. Su presencia no me molestó en absoluto, estaba dejando de estar "enojado". Su estómago rugió y me reí suavemente.

-¿Tienes hambre? –me miró con una mueca notoria y me levanté. –Vamos a la cocina que mi madre dejó galletas y podemos hacer leche con chocolate. –le sonreí de lado y su cara se sorprendió, debía seguir pensado que había desarrollado un odio interminable hacia él. La cuestión era que aunque me lo planteara, no podía, me debilitaba.

Bajamos y le indiqué que se sentara en la barra de la cocina, lo cual no aceptó porque quería ayudarme. Suspiré vencido.

-Está bien, baja las tazas de la alacena, buscaré la leche y el chocolate. –mencioné mientras me iba a la despensa a buscar un saché de leche, ya que se había acabado. Al volver, no me reí, sino que me derretí de ternura. Louis estaba dando saltitos, tratando de alcanzar las tazas. Cualquier en mi situación se estaría retorciendo de la risa, pero a mí me causaba tanto cariño verlo así. Me acerqué lento y posé temerosamente en su cintura, pasando un brazo por encima de su cabeza, bajando las tazas.

-Gra-gacias. –tartamudeó. Sonreí ante su actitud nerviosa y continué haciendo la merienda. Una vez que terminamos, nos sentamos y comíamos tranquilos. De vez en cuando lo observaba tomar de su taza, veía que linda nariz respingada poseía y esos ojos que estando tristes o felices, siempre tenían un brillo especial. Era malditamente guapo.

*Desde aquí, leer con la canción de multimedia*

-Oye, hum, quiero decirte algo.

-Sí, claro, dime. –respondí tranquilo, ¿Qué podría ser? Seguro del trabajo.

-Yo...-notaba como frotaba sus manos sobre sus muslos, definitivamente estaba histérico, suspiró. –Mereces una disculpa. Una muy grande. Me comporté como mierda por años contigo y ni siquiera te lo merecías. Mi vida es un desastre y no tiene sentido hacer sufrir a los demás. Yo no quiero eso, es algo que hago inconscientemente. Como para sentirme bien conmigo mismo, pero no es así. Luego me siento horrible, la peor persona del mundo. –estaba sorprendido, y no sabía si era por sus recientes ojos aguados y entristecidos o por la semejante declaración que estaba haciendo. No hablé y el continuó. –Harry, sé que lo que hice estuvo mal. Tal vez te ilusioné o te hice sentir rechazado la otra vez, pero... tengo motivos. Y ahora estoy mandando esos motivos a la mierda, por ti. ¿Sabes? No pensaba decirte todo esto hace unos minutos atrás, pero cambias todos mis esquemas. Haces que mi mundo vuelve de muchas maneras, y es irreal lo que puede causar una persona solamente en unas semanas. Harry, yo... yo solo sé, desde ahora, que no quiero alejarme de ti. No podría. –a estas instancias, tenía los ojos nublados y las lágrimas no tardarían en salir. –Estoy demasiado roto y necesito que alguien me repare. Al principio no quería que fueras tú, porque temía lastimarte. ¿Te has visto? No puedo hacer eso, eres un rayo de luz. Convertirte en algo más obscuro y dañino como yo, está prohibido. Ya no puedo aguantarlo. –miró hacia abajo. –Ya no puedo verte a los ojos sin querer volver a besarte, sin querer protegerte. Y cuando me miras a los ojos, es como si atrapara un reflejo del cielo. –rio. –Sí, demasiado cliché, pero cierto. Aunque ya me estoy yendo de tema. Sólo quiero pedirte disculpas por todo lo que he hecho y sé que no las merezco, cielos, no lo hago. Pero, te necesito. Necesito que seas mi sostén.

La verdad es que de mi parte no había respuestas. Él me gustaba, demasiado. Hasta cuando me molestaba, esperaba cada parte del día para que viniera hacia mí, me había vuelto dependiente de su "odio". Me lancé a sus brazos, sin hablar. Y lo abracé. Y comenzó a llorar. Y lo hice yo también. Al cabo de un tiempo, me alejé para poder susurrarle algo al oído.

-Me encargaré de recoger cada pedazo roto de ti y lograré que te vuelvas más fuerte de lo que ya eres. No me iré, te lo prometo. 

The Hater « larry stylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora