Mariana

Capítulo 3. Locos y atrevidos.

Llegada a la terraza, la vista se me antojó preciosa, muy parecida a la de mi casa, pero aquella tenía detalles, trabajos finos que nosotros estábamos lejos de alcanzar, habían plantas y helechos ubicados por toda ella en perfecta sincronía, en lugares estratégicos, una parrilla al final, un bar pegado a la pared izquierda.

Una pecera inmensa, iluminada y llenas de peces de colores a la mitad de la pared derecha, la vista a la piscina era increíble, entre los helechos que colgaban del techo y la clara luz de la luna, era un lugar mágico si pedían mi opinión, elegí rápidamente una esquina alejada de la barra donde no daba la luna, podía pasar en esa sombra como que no estaba, pero claro era solo una ilusiónmía, pues yo sería el juguete que los iba a hacer sentir de lo lindo esa noche. Un juguete con vida.

Realmente esa no era mi idea de diversión. Cuando los vi la primera vez, tan perfectos cada uno a su estilo, me llamaron la atención, estaban holgazaneando debajo de una mata de mango frondosa que hay en la casa de los primos castaños, yo me bajaba del camión de la mudanza, el pelo en coleta era todo greñas sueltas y las ojeras que me delataban por el viaje, las consecuencias del mismo, ropa holgada y cómoda, era todo lo que necesitaba y solía ir cómoda por la vida, ellos dejaron de conversar para poner toda su atención en mi, podía notar a kilómetros que estudiaban cada detalle, eso que eran solo pocos metros, pero me pareció excitante, sentí que de alguna forma aquello era una victoria, para después descubrir que sería toda una tortura, que ya había empezado.

Mis planes y sensaciones en ese instante eran muy diferente a como estaba aconteciendo todo. ¿Quiénes eran estos chicos y de que serían capaces? Quería incrustarme a la pared y que ellos no lo percibieran. Al dirigir mi vista hacia la barra Javier el chico del frente achinado y castaño igual de sexy que su primo, se encontró con mi mirada e hizo una pequeña reverencia y me sonrió como un niño pequeño. Realmente adorable, si no fuera por el miedo que sentía, me lo comía.

Los demás todos chicos malos se dieron cuenta y se giraron al mismo tiempo, el que parecía que podía acariciar mascotas en su tiempo libre, le subió un poco de picardía, los miré de uno en uno y automáticamente tomaron una silla, fueron realizando un semicírculo a mi alrededor, no tendría escapatoria aunque quisiera, para salir de ahí tendría que pasar por encima de ellos.

Racel uno de los gemelos, me tendió una mano con una copa de vino. Chicos, esta de mas informar que no bebo, pero en mi situación si lo decía ¿cómo me dejaba? Peor de lo que ya estaba.

Así que la tomé lo más firme de lo que fui capaz y me tomé media copa de una vez. Cada uno de los cinco pares de ojos que me observaban brilló, lo que hizo que el vino se detuviera en la bola que se había formado, en ese momento, en la boca de mi estómago. Para hacerla pasar terminé de tomar todo lo que había en mi copa.

Me pegué mas a la esquina, ya que no me esperé, como una botella se acercaba hacia mí, Raico el otro gemelo perverso me llenaba la copa otra vez.

Consecutivamente fue llenando la de todos. Henry propuso.
-Chicos a la de tres tomamos igual que nuestra vecina, parece una forma nueva y emocionante de tomar el vino.-todos asintieron divertidos, tomaron de una sola vez el contenido de su copa, yo me quedé observándolos, si no fueran por cómo me tenían acorralada y no sabía que esperar de ellos los hubiese disfrutado más, ojos pícaros que brillaban con la luz que entraba a la terraza de la luna, risas ladinas y labios húmedos que te invitaban silenciosamente a morderlos.

Después del largo trago me les quedé mirando, Raico se dió cuenta, me sostuvo la mirada, cambió un poco su semblante, lo vi palidecer un poco y me dijo

-Es posible que ahora todos parezcamos un poco idiotas, pero te puedo asegurar que solo es un poco-- y sonrió despacio llegando hasta sus grandes, azules y despiertos ojos, Henry puso cara de preocupación y le quitó la copa de la mano