Capítulo: 20. Creando aliados.

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Ya en la cama sentados uno al lado del otro, nos secamos la lágrimas que las risas nos habían sacado, situaciones como aquella solo podían pasarnos a nosotros. El toma la palabra nuevamente.

–Por más que quiera hacerte mía, no creo que sea el momento. Pero aunque sepas esto, te lo voy a repetir. A la hora que sea que me quieras contigo, en tu boca o dentro de ti, como tu amigo, tu amante, tu novio, solo pídelo–aquellas palabras volvieron a encenderme completa, tenía el poder de volverme loca sin tocarme, mi cara debía ser un poema. – Pero tienes muchas dudas y decisiones que tomar.
No te preocupes las entiendo y las acepto, tengo fe en que me elijas. Ahora. Dime el porqué de estar aquí– y con eso último me cortó todo el rollo.

Era hora de hacerlo mi aliado en la misión de salvar vidas, la peli de los buenos contra los malos iba a comenzar y lo necesitábamos en nuestras filas.

Volví a relatarle con más calma y detalles todo lo sucedido, lo que presenciamos Mario y yo, y esa noche en los pasillos estando sola. Que tuviera miedo no me hacia menos objetiva, al contrario, ponía en alerta todos mis sentidos.

Le expuse todas mis teorías, y la forma en que ciertos hechos lo confirmaban. El podía ser la clave para muchas de las confirmaciones, ya que estaba presente de forma estable en la vida de su gemelo.

Estuvimos en todos los rincones de la habitación, nos movimos de lado a lado de esquina en esquina, durante todo lo que duro mi arduo trabajo en convencerlo que sus amigos éramos los buenos.

Creo que no me hubiese costado tanto trabajo, porque creo que a la mitad ya lo tenía convencido, pero en su necesidad de tomar distancia de mi cuerpo, se convirtió un juego del gato y el ratón.

Increíblemente esta vez era el gato y tengo que confesarles que no es nada fácil.

Siempre tuve la errónea creencia que los chicos la llevaban fácil en lo de las conquistar y atrapar a sus presas, pero la experiencia no me dicta lo mismo. Aplausos para todos esos que lo hacen ver fácil, como pan comido.

Cazar a mi ratón de ojos azules me hizo sudar la gota gorda.

–¿Comprendes ahora?– le digo al terminar, me acerco nuevamente, está cerca del baño, solo nos queda entrar a él, espero que no sea necesario, mi acercamiento lo hago despacio para que no me salga huyendo nuevamente. Es cierto que quiero repetir todo lo de antes y que no debemos.

Pero está totalmente erróneo, pone palabras y sentimientos en mí que ni yo estoy segura que sean reales. Estoy de acuerdo y no le he ido a la contraria, porque ciertamente Mario y yo tenemos que aclarar mucho.

¿Qué lo quiero? Sí, ¿Qué lo amo? También. Pero aún no se qué tipo de amor o de querer es. Solo sé que es real. De lo único que estoy completamente segura es que lo quiero en mi vida.

Haré lo necesario para asegurarme de que así sea. Pero también, así me siento con él, con su hermano y con todo el grupo. Los amo a todos, y estaré para cada uno de ellos siempre.

–Claro que entiendo– me dice mirándome a los ojos– Si te soy sincero lo que realmente me duele es ser tan ciego y gilipollas. Si a mi hermano le pasa algo no me lo voy a perdonar en mi puta vida.– Camina hacia el otro extremo de la habitación dándome la espalda

– Solo dime qué puedo hacer antes de cometer una locura con el doctorcito del infierno Mariana por favor.–

–Debemos reunirnos con los chicos y ver que han podido averiguar. A partir de entonces decidiremos.– voy a mi mochila que había dejado en la cabecera de la cama y saco con cuidado el dulce que me habían dado en la habitación de Racel–

– ¿Vez este dulce? – se voltea y se acerca un poco, se le queda mirando– es posible que sea la prueba que contiene el tipo de veneno que usa para enfermar a los pacientes, si no me equivoco lo elige por su situación económica, lo hace por el dinero, solo necesitamos la ayuda adecuada.–

MarianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora