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—Con un demonio ¡Sí, Off! Entiendo eso pero…

Kong dejó la oración a la mitad, acariciando con máscuidado la espalda de su minino, observándolo agarrar fuertemente su mano libre, mientras su otra manita se encontraba en el protector del asiento del inodoro, con Arthit casi apoyando su barbilla en este, jadeando una vez Kong jaló la palanca. Le gustaba ver el agua limpia llevarse eso asqueroso que salía de su boca, además de los dulces mimos de su amor.

—Él está mal, Off, es la tercera vez que vomita y siempre es lo que come o cuando está en la cocina, también se queja de dolor de estómago y ¡Mierda! Te juro que no sé qué hacer.

Al ojinegro se le partía el alma al escuchar a su amigo de esa forma, incluso a través de la línea. Off observó a Gun sentado a su lado, en la cama, su minino se movía, buscando una mejor forma de escuchar lo que Kong decía, hasta que el mayor se compadeció de él y colocó el altavoz.

—Kong ¿Cómo está Arthit? —La voz preocupada del rubio sorprendió a ambos chicos, pero ninguno dijo nada al respecto, no era el momento.

—No está bien, Gun. Tengo que llevarlo al médico.

—Pero no puedes, sabes lo que pasaría si lo llevas al médico. Kong, lo hemos visto, ese sujeto sigue buscando a Arthit y hay mucho dinero en juego, cualquiera puede darle una pista si lo ven llegando al hospital, sea el que sea.
— ¡Te dije que ya lo sé, Off! Lo sé.

Arthit se alejó del retrete para acurrucarse con el mayor, quien al instante se levantó, junto con su pequeño, llevándolo al caño para ayudarle a cepillar sus dientes, y luego cargarlo con mucho cuidado, directo a la cama, mientras oía los preocupados maullidos del minino, acariciándole la mejilla a Kong, queriendo que se calme.

¿Cómo hacerlo si veía a su pequeño Arthit pálido? No estaba bien, menos de un día así y ya sentía que su corazón se le saldría si no hacía algo para aliviar a Arthit.

Sus planes de mudarse se vieron interrumpidos cuando su pequeño amor pasó una mala noche con dolores estomacales, por órdenes de su madre Kong no hizo la mudanza respectiva. Aldía siguiente empezaron las náuseas y vómitos, hasta la actual madrugada, con su cabeza estaba reventando sin saber qué hacer.

—Kong, Arthit dice que por favor te calmes, no le gusta verte así. —Kong escuchó la voz de Gun a través del auricular del celular y acarició los suaves rizos de su gatito, él lo sabía, nadie conocía a Arthit como él.
Kong podía reconocer esa mirada cargada de preocupación, pero si seguían así, podía perderlo. Arthit era frágil, pequeño, delgado, quizás había engordado un poco después de todo, pero su cuerpo aún parecía hecho de trapo, como esos muñequitos que quieres cuidar y proteger hasta de la más mínima caída.

—Yo sé, es solo que… Tengo miedo.
Off y Gun oyeron el quejido de Kong, y Arthit pudo ver esas pequeñas lágrimas escapar de los hermosos ojos, resbalando por sus mejillas.

Arthit se incorporó en la cama, sentándose para acurrucarse contra el cuerpo del mayor, sintiendo sus ojitos humedecerse ahora, él no quería ver a Kong llorar, y verlo era más doloroso que cuando su pancita lo molestaba, mucho peor. Arthit pediría mil dolores de pancita más fuertes, todo porque Kong deje de llorar.

—Chicos… No quiero… —Kong abrió los ojos, ya rojos por las lágrimas que había contenida por horas y la presión que ejercía en estos por mantenerlos secos, admirando el preocupado rostro de Arthit, sus preciosos ojos esmeralda brillando aún entre tanta oscuridad, oyendo los dulces “Meow” tan asustados, dejando que los labios del minino le dieran tiernos besos. — No puedo perderte, Arthit. —Juntó su frente con la del gatito, disfrutando del roce de sus rizos con su piel. No podría vivir sin eso, no ahora que ya había experimentado lo que era tenerlo.

— ¿Amor?

Kong se tensó, sentándose mejor, giró la cabeza hasta la puerta de la habitación y observó a su madre ahí, acercándose preocupada al ver a su hijo llorando, escuchando los maullidos de Arthit. Aún sin entender, supuso que el minino intentaba explicarle lo que había sucedido.

Kong cortó la llamada y pasó sus manos por sus ojos, quitando las lágrimas antes de que llegue su madre a su lado y se siente también en la cama, acariciando la mejilla de su hijo.

—Lamento si te desperté, mamá. —Kong gimió, aun con las lágrimas resbalando por sus mejillas, tratando de retenerlas inútilmente. — Es solo que… Hablaba con Off y…

—No me despertaste, Kong. Vine a ver cómo estaba Arthit.

—Meoow. —Yihwa acarició con ternura detrás de la dulce oreja del más pequeño, dejando que el rostro de Arthit se froté sobre su mano, escuchando el dulce ronroneo ¿Para qué mentir? Ella, al igual que cada persona en esa casa, le había agarrado uncariño increíble al pequeño minino, Arthit era la inocencia pura, y Yihwa aún se sentía culpable porque el primer vomitó del gatito fue cuando le estaba ayudando en la cocina. Aunque no comprendía qué ocurría, Arthit comía saludable, de hecho lo alimentaba con lo mismo que a sus hijas y hasta la leche de los bebés cuando deseaban engreírlo, cosa que terminaban haciendo toda la familia.

—Vomitó de nuevo hace un rato. —murmuró Kong.

— ¿Lo llevarás al médico?

—No puedo, mamá, si ni tú sabes qué tiene, tendrían que analizarlo y si alguien más lo ve… Pueden llamar a los hombres esos. Off me dijo que lo vio ayer, sigue buscándolo… El maldito desgraciado no ha parado de buscar a Arthit ni aunque ya ha pasado más de un mes.

—Pero debes.

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