Epílogo

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— ¿Aló?

— ¿Hola, Kong? ¡Hey, amigo! Soy Off ¿Cómo estás?

—Oh, uhm… Bien, sí.

— ¡Mierda, hombre! Pero que ánimos son esos, Tay me contó lo que ocurrió, no puedo creer que su padre le comprara a Arthit al hombre que lo compró en la subasta como regalo para Tay de navidad, vaya suerte ¿No? Tay es genial…

Mira que cuando se enteró de que el comprador era amigo de su padre, casi le pone una pistola en la cabeza para que lo consiga.

—Mierda, sí…

—Kong ¿Estás bien?

—Sí, sí, excelente… ¿Cómo está, uhm, Gun? —Off escuchó un “Kong ” de fondo y entonces todo se acomodó en su cabeza. Cubriéndose la boca para no soltar un grito, suspiró contra el teléfono.

— ¿Te lo estás montando, verdad?

—Off ¿Me crees capaz de…?

— ¡Ah, Kong!

—Te llamo luego, Gun me habla.

—Buena cogida, Off.

Una vez Kong cortó la llamada, observó el ceño fruncido de su pequeño, pero solo capturó sus labios en un profundo beso, mientras cambiaba las posiciones sobre la cama, acostando a Arthit y empezaba con las penetraciones más rápidas y profundas, tomando el pequeño miembro del minino para masturbarlo, mientras Arthit se deshacía en gemidos bajo su cuerpo, arañando profundamente la espalda de Kong.

—Ah…Kong … ¡Kong!

Arthit se corrió sobre su pecho y el de Kong, mientras el mayor le daba las últimas embestidas antes de dejarse ir en su interior, taladrando el pequeño culo de su pequeño, llenándolo completamente con su esencia. Oh sí, Arthit y él iban a tener muchos, muchísimos bebés más.

Kong salió con mucho cuidado del pequeño cuerpo de su minino, escuchándolo maullar a modo de queja, mientras Arthit meneaba sus orejitas y se acurrucaba más contra el pecho de Kong. Siendo atraído por este, acurrucándolo entre sus brazos.

Se habían mudado, ahora sí, definitivamente a la casa de playa, junto con Fiat, claro. El mismo pequeño que dormía en la habitación de al lado en ese momento.

El castaño admiró con detalle el anillo en el delicado dedo de su esposo, besándole la palma de la mano, observando los preciosos ojos de Arthit admirándolo, antes de atrapar sus labios en un dulce y profundo beso, ronroneando a la par que Arthit. Él no era un gato, pero podía hacerlo, no se le hacía tan difícil y le causaba risitas a su niño, risitas que nunca pasaría por alto o las escucharía cuantas veces pudiera.

Dicen que cuando una persona está destinada a estar con otra, no importa si el destino se encarga de separarlos, o si alguno es mitad gato y no sabe hablar. No, lo único que importa es que tarde o temprano la vida mueve sus cartas y se encarga de unir dos corazones que estuvieron hechos para ser uno, desde siempre y para siempre.

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