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— ¿Te divertiste?

Gun soltó un suspiro después de escuchar la pregunta de Off. No sabía si todo lo que había pasado en la casa de ricos de Kong contaba como diversión, pero si la pregunta hubiera sido mejor formulada, seguro él habría dicho que jamás se había sentido tan comprendido en todos los años que llevaba vivo, como cuando estuvo con Arthit.

A esas alturas quería mucho al otro felino, este se había ganado un espacio en su corazón desde la primera vez que lo enfrentó, hasta cuando Gun, antes de irse y a modo de despedida,le tiró una almohada en la cara para despertarlo, burlándose cuando Arthit se sentó sobresaltado, buscando con la mirada a Kong y gritando su nombre entre maullidos.

—Nah, estuvo aburrido. Llévame a comer, Off.

—Gun, aún tengo que estudiar historia del arte ¿Sabes? Y por mucho que ame el arte, me vale una mierda su historia.

— ¿Entonces para qué estudias eso?

—Para terminar la universidad, necesito eso.

—Boberías ¿Para qué estudias? Para trabajar, ¿Para qué trabajas? Para morir igual que todos en una caja, mejor vivamos la vida loca. Vamos a comer, me follas toda la noche y mañana te quedas a dormir conmigo hasta las seis de la tarde.

—No tienes remedio.

—No, tú eres quien se complica la vida por tonterías como el estudio y esas porquerías.

Gun suspiró, inclinándose hacía el lado para tomar la Coca-Cola que Off le había comprado. La abrió, buscando la pajilla en la bolsa y luego la metió en la botella, mordiéndola primero, Gun amaba morder la pajilla, así sentía que no se le escapaba de la boca cuando tomaba su gaseosa, además de que a veces sus pequeños colmillos le hacían hueco a esa cosa plástica, y más bebida entrada a la vez entre sus labios.

—Gun … Solo… Solo vamos a casa ¿Quieres?

Off ya llevaba un buen tiempo conociendo a su felino, así que sabía que cuando Gun se cerraba en que sus creencias eran lo correcto, nadie podía hacerle cambiar de idea y estaba bien, porque hasta el pelinegro entendía que si alguna vez la humanidad pensara como su novio, sería un estrés menos en más de la mitad de la población.

—No, quiero ir a comer hamburguesas, Off.

—No he leído ni una hoja de las separatas de historia ¿Sabes qué es lo peor? El examen es oral, encima de sacar mala calificación, me humillaré frente a mi grupo de cincuenta personas.

—Deja la universidad.
—No.

—Llévame a comer una puta hamburguesa, Off.

Off gruñó, presionando con más fuerza el volante del auto, observando al pequeño rubio con mirada retadora, volviendo después su mirada al frente, encontrándose cerca del desvío hacía Burger King, donde sabía estaban las hamburguesas que tanto le gustaban a Gun; pero tampoco podía dejarse someter de esa forma por su novio, ni aunque lo amara tanto, o supiera que si iban a su casa, Gun no le hablaría hasta que él tuviera que salir en las madrugadas a comprarle su antojo solo porque el rubio lo quería así y ya, sino, la ley del hielo eterna.

—Es injusto. —Escuchó un lamento del pequeño, observándolo por el rabillo del ojo. — Si Arthit le pide algo a Kong, él sale a comprarlo a la hora que sea.

—Arthit no habla, idiota.

— ¡Ese no es el punto, imbécil! —Gun gritó, aunque después volvió a tumbarse sobre el asiento, jugando con la pajilla de su gaseosa, soltando un largo y melancólico suspiro, con uno de esos pucheros que se le hacían irresistibles a Off, y a cualquier persona con capacidad de reconocer lo adorable.

—Kong hace eso porque lo ama, yo quisiera que tú… —El rubio llevó su mano sobre la que Off mantenía en la palanca de cambios, inclinándose hacia adelante, pestañando repetidas veces, meneando sus orejitas y al final dejándolas caer hacía los lados. —Quisiera que me ames al menos un poquito de lo mucho que yo te amo… Y así saber que harías todo por mí, como yo lo haría por ti, Off.

—Por tu puta madre, Gun, para. Bien, iremos por tus malditas hamburguesas.

Off giró el timón en la vuelta debida para dirigirse al Burger King. Nunca le confesaría a Gun que había reducido un poco la velocidad con tal de no pasar esa curva, porque al final, sin necesidad ponerse tan melodramático, seguro lo habría convencido con simplemente un par de besos.

—Gobernado. —Susurró el minino.

— ¿Qué?

—Que te amo, Off.

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