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—Arthit está embarazado.

Las palabras salieron tan lentas de la boca de Amy, aunque ella las dijera en un ritmo normal, para Kong aquello se le hizo completamente imposible y a la vez tan probable.

Su cabeza le dio vueltas por unos segundos, presionando con algo más de fuerza la mano de su pequeño minino, manteniendo aún su mirada sobre la de la mujer, aunque su mente divagaba entre todos los recuerdos de los síntomas de su pequeño y absolutamente todo encajaba perfectamente. Él conocía todos los síntomas de los embarazos, ya que su madre tuvo a sus hermanas y era Kong quien estaba la mayor parte del tiempo para apoyarla; sin embargo, por ningún rincón de su cabeza pasó que Arthit pudiera estar embarazado, eso no era naturalmente posible, pero ¿A quién engañaba? Ni siquiera la apariencia de Arthit era naturalmente posible y ahí estaban unas esponjosas orejitas y una larga cola dejaban en claro que lo natural se había ido a la mierda hace muchísimo tiempo.

Sintió su garganta seca y no fue hasta el quinto o sexto maullido de Arthit que volvió a la realidad, observando el rostro preocupado del minino. Él ya no estaba acostado en la camilla, sino que rodeaba el cuerpo de Kong con sus delgados brazos, escondiendo su cabeza en su cuello, mientras el mayor sentía su remera mojarse, había asustado a su pequeño por ese lapso en que su mente se perdió en los recuerdos.

Amy tampoco se encontraba donde él la había dejado, ahora la mujer colocó su mano sobre el hombro de Kong y este la miró, mientras sus brazos rodeaban con ternura a su bebé, escuchando los suaves sollozos del gatito.

Kong colocó una de sus manos sobre sus rizos, acariciándolo, estremeciéndose cuando recordó que el abdomen de Arthit estaba chocando contra el suyo ¿Había un pequeño bebé ahí? ¿De verdad él se había encargado de embarazar a Arthit?

—Yo. —Su voz salió rasposa e incluso sintió la garganta seca, sin embargo, buscó a Amy, relamiendo sus labios antes de hablar nuevamente. — ¿Él está… bien? —Sus labios pasaron a besar los suaves rizos de su pequeño, murmurándole dulces palabras cerca de sus orejitas, calmándolo poco a poco, mientras Arthit iba tranquilizando los temblores de su cuerpo gracias a las palabras de Kong.

—Era un proyecto secreto, Kong. —Las suaves palabras de Amy lo tranquilizaron, ella no estaba preocupada o alterada, al contrario, podía sentir la paz en su voz y de algún modo eso ayudó a que supiera que Arthit no tenía nada malo, aunque lo que sabía, no podía ser malo para ellos. Un bebé creado a base de amor nunca es malo. — Llevo estudiando muchísimo de los niños alterados genéticamente por Neko Corporation y te aseguro que Arthit es el primer pequeño que ha sido capaz de lograr esto. Es peligroso, sí, pero puedo decirte que actualmente él se encuentra fuera de peligro, lo peor ya lo ha pasado.

A pesar de no comprender nada, la sinceridad en los ojos de esa mujer ayudó a calmarlo lo suficiente para que se siente sobre la camilla, colocando a su pequeño encima de sus piernas.
Él acurrucó a Arthit en sus brazos, depositando un dulce beso en sus labios antes de volver su atención a la mayor, mientras el minino se sobaba contra su pecho, meneando sus orejitas, con sus ojitos aún rojos a causa de las lágrimas.

—Uno de los detalles principales de los “Nekos” es su capacidad de tener un apetito sexual parecido o igual al de una hembra en celo ¿Sabes eso? —Kong asintió, acurrucando más a su pequeño contra su cuerpo. — Eso es debido a que un largo periodo, para lograr la perfecta mutación genética, a los niños se les inyecta genes felinos diariamente, aunque siempre usaban genes de hembras, no machos. Algo salió mal con uno de los niños hace muchísimos años, y cuando examinaron al pequeño, encontraron algo parecido a un feto muerto en descomposición en su vientre, que había causado un derrame interno, lo que causó su muerte. Bueno, fue una perdida, pero sabes que esos sujetos solo piensan en ganancias. Después de aquello iniciaron con unos nuevos prototipos de Nekos, esta vez, en palabras crudas y entendibles, suobjetivo era lograr que los gatos tuvieran lo necesario para poder preñarse.

Las palabras entraban en la cabeza de Kong e intentaba procesarlas de la mejor manera, aunque realmente nunca fue bueno en la escuela, sabía que Amy se lo estaba planteando lo más fácil y menos complejo posible. Aun así, solo comprendió que debido a una deformidad en uno de los niños-gato, a esos locos se les había ocurrido el embarazar a los nuevos niños alterados que crearan.

—Entiendo, más o menos, pero… ¿Por qué es la primera vez que ve uno? ¿Qué no hay otros como Arthit?

—Me temo que no, Kong.

Amy se quitó los implementos médicos y se aseguró de colocar todo en su lugar antes de sentarse en una banca apartada y continuar explicando, a Kong no le agradaban esos momentos de suspenso en donde ella lo tenía completamente en sus manos, pero también pensaba que debía ser difícil para ella explicar algo tan científico con una persona que desconocía todo termino médico, y aun así ¿Por qué Amy sabía tanto del tema?

—El implantar en el organismo de un niño la cantidad de células para que pueda embarazarse es altamente complicado y riesgoso, estás creando básicamente las partes necesarias del aparato reproductor femenino en un cuerpo pequeño, como jugar a expandir una bolsa en un espacio tan minúsculo, que con un simple error en que la bolsa crezca demasiado, causa un colapso total, y seguramente la muerte, pocos cuerpos son capaces de resistir tantos cambios genéticos, pocos o ninguno.

Kong otra vez ejerció presión sobre su pequeño, hasta que lo escuchó casi gruñir y cuando bajó su mirada Arthit ya se encontraba dormido, con el ceño fruncido al sentir a Kong queriendo fundirlo contra su pecho, pero el mayor no podía evitarlo, escuchar hablar sobre aquello le ponía la piel de gallina.
Eso e imaginarse todo lo que había pasado Arthit en ese lugar sacado de película de ciencia ficción y de tortura total, inhumana y enferma.

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