CAPÍTULO 1

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ERIKA

Mi madre me había obligado a ordenar mi cuarto que estaba un poco desordenado para mí, pero no sé por qué ella lo exagera tanto.

Obediente, si es que no quería ver la chancla venir , subí a mi cuarto y fingí estar ahí ordenando por minutos encerrada adentro con la puerta cerrada para que no me viese. Exacto, yo no veía necesidad de ordenar nada.

Los lápices un poco esparcidos por la  mesa. ¿Qué más da? Así cuando vuelva a hacer los deberes ganaré un segundo al no tener que buscar los lápices.  O la cama, ¿por qué hacerla si luego al dormir la dejaré echo arrugas de nuevo? Sí, la pereza me vencía muchas veces.

— Se lo voy a decir a mamá.— escuché una voz irritante que conocía perfectamente, era mi hermana Rita — Le voy a decir que eres una vaga y la estás mintiendo. Nadie va a querer casarte contigo si eres así de perezosa.

Me sacó la lengua y se fue corriendo escaleras abajo. En una parte sí tenía razón,era la típica frase que me repetía mi madre cada vez que me tiraba a la cama o cogía el móvil.

Conmigo era más exigente porque era la mayor y tenía que ser responsable. Quien haya creado esta idea para las madres les juro que no los dejaría vivir por el resto de sus vidas.

Bueno, igualmente si se le pedía algo a mi hermana no servía para nada. Ya que en vez de parecerse a una niña de 10 años se parecía a una cría de 3. Siento que hasta los bebés son más inteligentes que ella sin exagerar, o un poco. El caso es que ella era la consentida de mamá y pues, ¿qué podía hacer yo? Callarme y obedecer en todo momento si es que no quería problemas.

Unos pasos apresurados me asustaron. Lo sentía, la sensación de que se acerca una manada de hipopótamos a toda prisa. La verdad es que mi mamá y mi hermana podrían ahorrarse un poco más de comida para mí que se me notaban hasta las costillas. Aunque escuché rumores de que la mayor crecía más delgada y en mi caso se podía decir que es cierto.

Se abrió tan bruscamente la puerta que si no fuera de calidad hubiéramos tenido que pedirle al carpintero cientos de puertas más por todas las veces.

— ¡Erika!— me gritó mi madre y Rita sonreía — ¡¿Qué te he dicho?!

— Que ya voy...— me levanté lentamente de la cama hasta pararme enfrente de mi escritorio e ir ordenando mis lápices.

— Luego vas al supermercado a hacer la compra por lista.— sonrió irónicamente mi madre.

Eso era una buena noticia para mí,iba a poder salir de casa por un rato mientras mi madre se pensaba que era un fastidioso castigo.

Me vestí con lo primero que vi pero que quedara bien y me miré en el espejo. Me peiné mi largo moreno cabello ondulado y miré mis ojos de color café como la mayoría. No destacaba mucho la verdad. Hasta mi forma de vestir era muy simple. Llevaba puesto una camiseta blanca a juego con las zapatillas Nike y unos vaqueros.

Cuando bajé a la calle me encontré con el cartero y me preguntó:

— Buenas tardes, ¿aquí es la casa de la señora Lana Scarlett?

— Sí, y yo soy su hija.

— ¿Podría entregárselo de mi parte?

— Por supuesto.

Me tendió el sobre y yo pude ver la imagen del periódico que sostenía con la otra mano,una escena del crimen y el póster de calavera ensangrentada. Lo recordé todo cuando llevaba años intentándolo olvidar y al final que lo logré regresaron los recuerdos.

Hace 10 años, cuando yo tenía 5 y Rita todavía era un feto, ocurrió un accidente que me marcó un antes y un después. También fue la causa del divorcio de mis padres.

Era en ese entonces una chica muy alegre que pensaba que tenía la mejor vida del mundo. Me encontraba en el parque recogiendo girasoles hasta que se acercó un chico que ya no recordaba muy bien cómo era, pero sí tenía un único recuerdo de él, una frase que nunca se me iría de la cabeza.

Era un niño un poco raro,no quería compartir el parque conmigo y fui a darle los girasoles para ver si podíamos compartir el parque.

Yo creo que sí funcionó, pero mi padre me llamó para volver a casa y me fui sin ni si quiera haberle preguntado el nombre.

De vuelta a la casa yo iba cogido de la mano de mi padre y casi al llegar, me soltó de golpe.

—¿Qué pasa papi?

— Corre hacia casa lo más pronto posible, me están buscando unos tipos malos.

— ¿Qué?

Yo era tan inocente que no entendía nada. Entonces vi a un grupo de gente bajarse de una furgoneta y acercase. Me flaqueaban las piernas y mi padre no tuvo más remedio que cogerme y correr.

Logró dejarlos atrás por un tiempo y me dejó al cuidado de la señora de la frutería. Sin embargo, a mí me encontraron y no estaba mi padre para protegerme que era un gran detective privado.

Sin darme cuenta, habían disparado a la señora y con su sangre manchó el póster de calavera que había colgado en la pared. Tenía ese póster porque era Halloween.

Entonces llegó la policía, pero los delincuentes ya se habían ido y yo estaba en shock por lo sucedido.

El niño que antes había conocido me encontró y yo ni si quiera podía reaccionar, me había quedado de piedra.

— Nunca vayas a cruzarte con la Calavera Sanguinaria. — me dijo antes de irse.

Al día siguiente, cuando yo todavía intentaba recuperarme de lo sucedido, llegó la carta del divorcio.

Justo que necesitaba el apoyo de mis padres, se iban a separar y nunca me dijeron el por qué.

— Señorita,¿está bien? — la voz del cartero me hizo regresar.

— Sí, sí. Lo siento, ya se lo entrego.

Por el rabillo del ojo vi a un motorista volver a subirse a su moto e irse. No le iría a decir a mi madre nada de lo que me pasó, no tenía sentido contárselo porque a lo mejor se le ocurre la idea de borrarme la memoria.

ZERO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora