CAPÍTULO 36

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SHARON

Regresamos a la vieja casa. Lo que más temía, tener que contarle a Erika más cosas sobre Zero. Más bien creo que era envidia, tenía que admitirlo.

Zero estaba en el jardín limpiando mi coche, así que le ofrecí sentarnos en la cocina, que la ventana daba al exterior y lo podíamos ver.

— ¿Por qué no vamos a preguntarle a él directamente?— se extrañó.

— No hace falta distraerle.— sonreí amablemente aunque un tanto fingido— Yo estuve en el mismo orfanato cuando éramos pequeños. Así que yo te contaré de su vida.

>> Él entró un poco más tarde que yo al orfanato, fue cuando sus padres fallecieron en un accidente salvando a animales de un incendio. Nadie se acercaba a él y él tampoco de acercaba a nadie.

>>Pronto me di cuenta de que él no confiaba en nadie, eso fue porque el mejor amigo de sus padres los empujó al fuego para quedarse con todo el premio de la salvación de los animales.

>> De vez en cuando hacíamos actividades en el orfanato y en todos los juegos él era excluido porque nadie lo quería en su grupo y pues él jugaba sólo, también era muy independiente, todo el rato a su bola.

>> Yo no lo veía como alguien raro. No hablaba mucho, así que únicamente lo acompañaba en sus comidas para que no estuviera solo y en los tiempos que se pasaba leyendo en el parque.

>> Al fin un día se atrevió a hablarme y me dijo que odiaba el orfanato. Yo le conté que a veces me escapaba del orfanato de vez en cuando para dar una vuelta y volver.

>> Finalmente, él se escapaba más veces que yo y le agradó mi idea que nos hicimos amigos.

>> Un día el jefe nos pilló escaparnos juntos del orfanato y él mismo nos sacó de ahí para darnos algunas enseñanzas y entrenarnos para posteriormente ser lo que somos ahora.

Terminé de contar y la chica no dijo nada, se quedó mirando por la ventana al jardín.

— Es el único que está llevando un pañuelo para taparse la cara.— señaló mi cara — Además, tampoco me has dicho su verdadero nombre.

— Lo siento, pero nadie te lo puede decir.— me levanté de golpe de la silla — Ahora, ya sabes de cada uno de nosotros . No tienes por qué desconfiar.

Celos, ugh, malditos celos.

Zero era mi mejor amigo y se supone que debería de dejar que viviera felizmente y Erika tampoco era mala chica, pero los celos me comían toda la razón.

Me disculpé y salí a correr, ya no me importaba qué sucedería al haberlos dejado a solas.

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