CAPÍTULO 39

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ZERO

Terminé de lavar el coche y me tomé un descanso. Di una vuelta por la casa y no encontré a Erika por ningún lado. ¿A dónde se habrá ido?

Me encerré en mi habitación y me senté frente al escritorio. Había un papel encima, una nota.

Zero, muchas gracias por presentarme a tu grupo pero yo no tengo nada que ver. No sé qué pretendías con tu secuestro, pero supongo que será algo que tú mismo sabrás. No voy a estar con vosotros, yo tengo mi propia vida. Así que voy a regresar a mi casa.

Dejé la nota guardada dentro de mi bolsillo y salí corriendo. No quiero que me malinterprete ni nada, sólo le quería explicar claramente sobre la Calavera Sanguinaria y sus peligros.

Cogí mi gabardina para cubrirme y salí corriendo a toda prisa de casa.

— ¡Zero!— Sharon intentó detenerme — ¿A dónde vas?

No tenía tiempo de contestarla, ya iba muy por delante. Trepé las escaleras que habían hasta su ventana y me colé adentro de la casa a través de su ventana de su dormitorio.

Agh, estaba todo oscuro y silencioso. Me pareció muy extraño.
Comprobé que no había nadie en la casa y rastreé su móvil para saber su ubicación.

Indicaba un parque, salí por donde entré en la casa y corrí hacia el parque. Me escondí detrás de un árbol y la intenté ubicar.

No había nadie, sólo ella junto con su madre tumbada encima de la hierba mirando las estrellas del cielo.

Finalmente, decidí dejarlas. Aunque, algo me inquietaba. La madre estaba muy unida a ella, ¿qué pasó?

Saqué mis auriculares y escuché la grabación de los micrófonos que habían en su casa desde que llegó Erika a casa.

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