CAPÍTULO 44

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ERIKA

Tenía que hablar con otra persona más, no sabía cuál era la habitación de Zero, pero a juzgar que el resto de la Shadow League estaba esperando frente a una puerta supe que ahí estaba.

— Chicos, seguro que habéis estado aquí por mucho tiempo.— les digo amablemente — Iros a la cafetería a tomar algo, yo me encargaré de vigilarlo.

— Muchas gracias Erika. — sonríe Esteban — Nosotros nos vamos a descansar un rato.

Sharon me dio una mirada desconfiada y se fue con su grupo, ¿por qué no confía en mí?

Entro a escondidas a la habitación y me lo encuentro tumbado en la cama casi oculto por las sábanas.

— Daniel, tenemos que hablar.— le llamo por su verdadero nombre.

—¿Erika?— pregunta sin levantarse.

— No hace falta que te escondas de mí, sabes que no te mataré, aún tenemos mucho que hablar.

Se destapa y lo veo, esos ojos verdes esmeraldas, la sonrisa orgullosa en su cara y ese cabello negro revuelto que le quedaba muy bien.

—¿Cómo lo supiste?— me mira curioso — ¿Te lo dijo Sharon?

— No, ella nunca me lo diría.— suspiro — En verdad te debo unas disculpas por tratarte mal a principios, pero siendo sincera sí me caías mal.

—¿A qué viene todo esto?— intenta comprender el chico.

— Tú sabías que Sara le puso algo al agua y te lo bebiste por mí, ¿no podrías habérmelo dicho?

— ¿En serio?— se rió de mí — Ni si quiera me irías a creer y Sara enviaría a su hermano a matarme.

Es verdad, no había pensado en eso y honestamente no le habría creído. ¿Quién habría podido imaginarse que Sara llegaría a ser así de cruel?

— Pero en serio, ¿cómo supiste de mi identidad? — quiso saber Zero.

— Tú siempre me has protegido realmente cuando me perseguías y yo pensaba que me acosabas, por eso aparece Zero cada vez que estoy en peligro la mayoría de veces.

>> La mano que traías vendada pensé que era porque eras ese miembro de la Calavera Sanguinaria que salió herido, pero también recordé que Zero también se lastimó salvandome. Después de que te expulsaran apareció Alexia y ella me dijo que fue pedido de Zero para vigilarme. Y seguro que también tienes que ser ese niño de hace 10 años al que le regalé los girasoles. En ese entonces me dijiste que no me cruzara con la Calavera Sanguinaria, podría haber pensado que ese chico era Kevin. Sin embargo, cuadrabas más tú por los girasoles y que te supieras la frase es porque los investigas, Zero.

Daniel sonrió al igual que como lo hizo mi padre cuando lo descubrí. Ambos estaban igual de sorprendidos.

—¿Sabes qué?— Daniel se rió — Si no hubiera sido porque eres una terca y te negaste a tener un guardaespaldas, yo no habría tenido que meterme en un instituto y no nos hubiéramos llevado mal desde el principio.

Sonreí, así que él era el guardaespaldas del que me ofreció mi padre.

— Igualmente sigues cubriendome las espaldas.— le abracé agradecida por todo lo que hizo por mí — De verdad eres un gran amigo, Daniel.

— D-de n-naada.

También me abrazó. Pero el sonido de una notificación nos interrumpió, miré su móvil y vi el mensaje.

Su deportivo ha sido vendido, ya tiene el dinero ingresado en su cuenta bancaria.

Me quedé de piedra, ¿vendió su coche? Lo sabía, lo sabía. Lo miré y él puso cara de inocente para dar pena. El dinero no era de mi padre.

— Eres un mentiroso.— susurré porque no me salía la voz.

— No te tienes que enfadar, tu hermana gracias a mí ya está bien.

— ¿Tú sabes que ese dinero nunca te lo voy a poder devolver? — que Rita ya estuviera bien eso sí me alegraba, pero no me gusta tener prestado el dinero de los demás.

— Oye, no tienes que devolvermelo. — se ríe y yo no entiendo el por qué — Es como cuando un esposo le compra un coche a su mujer, no tiene que devolver el dinero, le hace un regalo porque quiere, la mujer no tiene que sentirse mal.

—¿Qué?— no entendí nada.

— En realidad...— agacha la cabeza — Cuando me preguntaste que si lo que te dijo Kevin era cierto no quise que te lo hubiera dicho él, hubiera preferido que te lo dijera yo personalmente. En verdad me gustas Eri, y mucho. — enfocó sus ojos en los míos — ¿Quieres ser mi novia?

— Repítelo de nuevo.— río con maldad para hacerle sufrir porque estaba muy avergonzado — Dani.

— No seas mala. ¿Aceptas?

— ¡Claro que sí!— no sé por qué lo dije , fueron mis instintos impulsivos y me lancé a él para abrazarlo.

Se rió como un niño pequeño y no dejó de abrazarme, este sí que era un lado de él que no conocía.

— ¿Recuerdas todas las veces que me dijiste que me odiabas?— Daniel sonrió — Pues te equivocaste.

— No, todavía no.— le contradecí adrede — Porque aún te odio, aunque sea un pelín.

Hizo pucheros y yo me reí, este chico era una caja de sorpresas. A veces me caía bien, a veces ni le entendía, a veces lo odiaba, y ahora somos novios. ¿Quién podría decirme cuánto llegaríamos a durar?

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