CAPÍTULO 5

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ERIKA

Sonó el despertador y estaba casi por tirarlo por la ventana. No había peor enemigo nada más despertar.

Ayer me había quedado hasta altas horas de la noche viendo las nuevas fotos que había colgado mi crush y no dormí nada.

Me levanté lo más silenciosamente posible porque todavía eran  las 6 de la mañana.

En la casa reinaba un silencio sepulcral, apenas se escuchaban los ronquidos de mi madre y los de Rita.

Qué suerte tenía mi hermana, tenía las clases a las 9 mientras que yo a las 8 y ella tenía el desayuno hecho mientras que yo me lo tenía que preparar sola con lo que hubiese en la casa.

Me lavé la cara antes que nada. Estaba horrible,se notaban mis ojeras y yo tenía que verme bien. Agh, ¿por qué mi crush tenía que existir?

Después del aseo me dirigí a la cocina a prepararme algo para desayunar. Opté por algo muy sencillo, un vaso de leche y una tostada de mermelada de fresa.

Antes de salir de  casa me miré en el espejo cómo estaba con mi uniforme por última vez. Iría a sorprender a todos y pasaría a ser reconocida aunque no tan popular como Summer la amiga de mi crush.

Me eché perfume en el cuello y en ambas muñecas. Aún no entendía cómo la gente que se echaba poco perfume se le olía tanto y a mí por mucho que me pusiera ni se me notaría.

Por último, me cargué la mochila y salí de casa por fin.

¡Maldito sol! Nada más abrir la puerta me cegó por completo, ya empezaba mal el día.

Miré el reloj y vi que faltaban cuatro minutos antes de que comenzaran las clases. ¿Tanto había tardado?

Corrí lo más rápido posible y me alegré por tener al instituto cerca. Igualmente tenía que darme prisas, yo por las mañanas no tenía a alguien que me llevase en coche a estudiar o que me preparaba de todo.

Crucé un semáforo en rojo por accidente y al girar la esquina de la calle me choqué contra alguien cayéndome de culo al suelo.

Por desgracia, mi mochila que no se había cerrado la cremallera por completo al correr se me abrió más y al caerme mis libros también cayeron hacia atrás volando por los aires.

—¿Otra vez tú?— escuché una voz familiar.

Alcé la mirada y me encontré directamente con sus ojos esmeraldas. Era otra vez él y nuestro encuentro fue otro choque.

— ¿Por qué nunca miras por dónde andas? — no le importó mi estado sentada en el suelo en medio de la calle.

— ¿Cómo te llamas? — me traicionaron mis nervios.

No le dió tiempo a contestar, porque la bocina de una moto nos interrumpió y al girarme vi como la moto pasó por encima de mi linda agenda que compré ayer mismo.

—¡No...!

Mis libros no, pero mi pobre agenda sí tenía que ser la que se estropeó.

No sabía si regresar a casa a llorar por todo lo que me había pasado en tan solo la mañana o matar al tío que tenía enfrente mirándome como si fuera un bicho raro.

— ¡¿Vas a quedarte mirándome o qué, imbécil?!

— Qué difícil es tratar contigo.— suspiró y recogió todos mis libros para meterlos adentro de mi mochila además de darme su fea agenda toda negra y sosa sin ninguna decoración.

Terminó lo que estaba haciendo y se fue, ni si quiera me ayudó a levantarme del suelo. A la próxima que me lo encontrase sería él quien tuviera que estar sentado y no yo.

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