PASADO- UNA FAMILIA NO TAN PERFECTA

15 1 0
                                    

     Primera hora de la mañana, Carla se adentró nuevamente a la habitación por la ventana, que antes había dejado abierta.

     No durmió en toda la noche, entre Tahiel, Hugo y el cuidar a ambos niños, para cuando quiso ver su reloj no le hizo falta, ya era de día, Hugo la esperaba a fuera de su casa y ni bien salió éste la tomó fuertemente del brazo.

-Qué te sucede!- gritó Carla.

-¿Me puedes explicar qué fue esa escenita de porquería qué presencié ayer?

-Hugo suéltame- sentenció.

-Responde!- gritó.

-La escenita, como tú le llamas...- por momentos su voz se cortaba, ésta cerraba fuertemente los ojos dado que Hugo la estaba lastimando- no es sólo más que la verdad, yo creía que Juana era tú amante, pero el saber... que... tú y mi madre tienen una hija, eso es el colmo de colmos, creo que sólo... sólo a mi me pasa eso, Ya suéltame!- se zafó de su agarre y lo pateó con todo su odio, éste sólo cayó al suelo retorciéndose de dolor -Te preguntaré algo ¿Cómo puede ser qué tú y mi madre tengan una hija de diecinueve años, si te conocí a ti cuando yo tenía diecinueve años y tú mi misma edad? ahora comprendo por qué mis padres se separaron y el por qué ella se fue sola por todo un año a Italia, Muérete! Ojala te mueras idiota!- escupiéndole en la cara.

     En fin, volviendo a la realidad, se colocó su uniforme, lucía unas ojeras de espanto, pero aún así preparó el desayuno, el cual según ella, era uno de sus mejores desayunos.

     Subió las escaleras y golpeó tres veces la puerta de su oficina- hoy especialmente Claudio pidió que dejen su desayuno allí, porque tenía mucho trabajo- y así lo hizo, ingresó, saludó a su jefe y luego salió de allí, no sin antes dejar el desayuno en la mesita.

     Estaba cansada y no se sentía nada bien, en el fondo creía que al igual que Tahiel, tenía fiebre y temía que Matías estuviera igual, así que tomó su móvil y lo llamó.

     Llamada:

-Hijo... 

-¿Qué pasa mamá? estoy en clase- con un tono bajo.

-Lo siento, ¿Cómo te sientes? digo ¿Tahiel no te contagió?

-Mi hermano está perfecto y más molesto que nunca, pero el muy pillo me contagió, siento caliente mi rostro.

-Yo estoy igual...

     De la nada una mujer vestida exactamente igual que ella arrebató su móvil y lo colgó poniendo así fin a la llamada.

-¿Qué te sucede?

-¿Qué te sucede a ti?- habló la mujer pelirroja -he trabajado aquí por años y siempre soy yo la que lleva el desayuno al despacho del señor Claudio, no te pienses que por ser nueva y amiga de la señorita Paula te respetaré.

-Primero me devuelves mi móvil- quitándoselo- gracias y segundo, sólo es un desayuno, no comprendo por qué te enfadas, te ahorré trabajo, nadie jamás en la vida se ha molestado por ello- ésta no respondió nada y se fue.

     Llamada:

 -¿Y ahora qué quieres?- de mal modo.

-Para mi nada Hugo, sólo te pido un favor, bah, más que un favor es tú deber.

-Ya habla.

-Retira a nuestros hijos del colegio, Matías no se siente bien y temo que Tahiel cause problemas.

-¿Y tú? ¿Por qué no vas tú? jamás haces nada.

-Yo trabajo todo el día Hugo! 

-Entonces que vaya Matías.

-Él tiene sólo once años y aún enfermo no dice nada y cuida de su hermano, un niño de once cuida de su hermano de cinco tan sólo porque su padre es un holgazán y su madre pasa todo el día trabajando, sin dormir, porque ellos no tienen que comer... hola... Hugo...- y éste le puso fin a la llamada.

     En la tarde: 

     Carla permanecía en la cocina trabajando duramente, hasta que por la puerta de la cocina entra Claudio y la pelirroja se atraganta con una manzana.

-¿Qué... Qué hace aquí señor Claudio?

-Esta es mi casa, técnicamente puedo estar donde yo quiera.

-Lo siento mi señor yo...

-Hazme un favor y déjanos solos, ahora- dijo con autoridad, ésta se fue bufando, éste se acercó a Carla quien estaba cocinando una carne al horno -debo admitir que me has sorprendido.

     Ella prestó atención a lo que decía -¿A qué se refiere? 

-Tú comida es exquisita, mucho mejor que varios empleados con título gastronómico.

-¿Y eso lo debo tomar como un cumplido o una burla?

-Un cumplido- rió- oye, tus mejillas están muy rojizas ¿Estás bien? 

-Sí, usted no se preocupe, ya está casi lista la cena ¿Desea algún aperitivo?

-No me interesa eso, quiero siempre saber las condiciones de mi personal, desde el jardinero hasta la cocinera.

-Eso es muy honesto de su parte, pero yo estoy bien señor.

     Éste negó con la cabeza y acercó su boca hacia su frente- ¿Puedo?- ella asintió, Claudio besó su frente por unos segundos, luego tomó sus mejillas- estás ardiendo en fiebre- susurró.

-Estoy bien señor en serio, no quiero traer problemas, es mi segundo día.

-Ve a recostarte a tú habitación, llamaré al médico, de la cena se encargan los demas.

-No puedo señor.

-No te lo estoy preguntando, te lo estoy ordenado.

-Y yo le estoy diciendo que no puedo, ya por favor no insista.

-Carla!

-Qué no señor! Entienda qué no puedo, no iré, tengo cosas que hacer más importantes que esta maldita fiebre!- luego de decir eso todo se volvió negro para ella.

    Poco a poco comenzó a abrir sus ojos, estaba en su habitación, un sujeto desconocido alumbró su rostro con una pequeña luz, ésta retrocedió como pudo asustada, pero sintió la mano de Claudio -Tranquila, es el doctor Pereyra, es de confianza, no te asustes.

-¿Qué... Qué me pasó? 

-Bueno!- expresó el doctor Pereyra sobresaltando a ambos -Al parecer todo está bien- te inyectaré un medicamento para que la fiebre baje y permanecerás en reposo al menos hasta mañana a la noche, debes alimentarte mejor.

-¿A qué se refiere?- preguntó Claudio.

-Sus defensas están muy bajas y su presión baja, ya está casi todo controlado, pero debes alimentarte mejor -él se giró y sacó una inyección- ahora extiende tú brazo por favor.

-¿Es muy necesario esto?

-Si quieres que la fiebre pase rápido, sí.

-Está bien- ésta cerró sus ojos y respiró hondo, pero algo le hizo abrirlos, Claudio quien estaba del otro lado, tomó su mano mientras el doctor hacía su trabajo, Carla lo observó con expresión de '¿Qué haces?' pero éste no dijo nada, luego notó algo en su brazo, su ceño se frunció y salió de la habitación enfurecido.

-¿Qué le sucedió?- preguntó ella.

-Él es así, no deja mostrar sus sentimientos.

-¿Qué sentimientos?- ahora ella era quien fruncía el ceño.

-¿Acaso no eres su novia muchachita?- habló el anciano guardando sus cosas.

-No, soy la cocinera nada más.

-Entonces lo siento.



ARCANO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora