Capítulo 5 - Alma

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Un grito que se escuchaba lejos resonaba como eco en un pozo. Cuando un nuevo llamado llegó a sus oídos. Noah abrió los ojos seguido de un espasmo por el sobresalto, buscando respirar, alarmado, le costaba tanto que parecía estar aprendiendo a hacerlo por primera vez. Miró alrededor, acostado en el suelo, intentando comprender la situación, las memorias le fallaban y escuchar tantas voces en su cabeza no ayudaba. Voces que no reconocía en absoluto, que pedían ayuda o auxilio, mas todo le parecía tan ajeno. Pero por un segundo le vino a la mente lo ocurrido, Flygon. Cuando recordó la pelea se levantó bruscamente y buscó señales del enemigo.

—¡Noah!

—Ya desperté, ¿qué ha pasado?

—Perdimos, eso pasó.

Cuando siguió el origen de la voz, no pudo detenerse en que provenía de Noir. Se quedó callado por un segundo mientras reflexionaba. ¿Estaba escuchando hablar al pokémon? Más extraño aún, el Umbreon en cuestión aparentaba haber crecido... O más bien, él se encogió. Recordó su brazo roto por la batalla y lo tocó para examinarlo. Podía moverlo y no le dolía pero el tacto era... ¿Peludo? Estiró sus manos hacia delante para darse cuenta que habían sido reemplazadas por unas patas cubiertas de pelaje blanco, con una placa de hueso por encima de la muñeca. Se rió.

—Ya veo, perdimos y ahora estamos muertos. Fue una buena vida. —Vio a su pokémon acercándose con una expresión neutra, alzó su pata delantera y le golpeó la mejilla, logrando tumbarlo al suelo.

—Si ya dejaste de ser payaso, levántate.

—Eso duele, nunca supiste contenerte ¿sabías?

Un suspiro emana de su hocico, se volvió a ver sus nuevas extremidades con cierta seriedad, ¿qué fue lo que le ocurrió? ¿Por qué no estaba muerto? Esas preguntas asaltaban su mente, atormentado por una respuesta. Las desechó rápido y observó nuevamente a su alrededor. Pokémon inundaban el bosque —todos en su primera etapa evolutiva— llorando, confundidos, algunos gritaban por sus familias, otros se amenazaban mutuamente para que mantuvieran distancias. A cada uno le entendía muy bien, su lenguaje, algo que los humanos siempre quisieron saber.

Le duró poco el pensamiento cuando se recordó a sí mismo, ¿qué dirán su madre y hermana ahora? Si existía una forma de volver a ser humano era incierto, aún no sabía cómo terminó en el cuerpo de un pokémon. Su mente se llenaba de incertidumbres y temores que lo atormentaban, respiró profundamente en un intento de calmarse. Su determinación creció, lo primero era salir de ese lugar, ya se preocuparía por las consecuencias después. De repente le cae encima una criatura aún más grande que él, chillando.

—¡Maestro! ¡Está vivo! ¡No haga eso de nuevo por favor!—Gritaba entre lágrimas de alegría la felina. Él intentó quitársela de encima sin éxito. Cuando identificó el pelaje y la forma, se relajó un poco.

—Liepard... No me llames "Maestro" por favor. —respondió él irritado por el título que le daban, giró su mirada hasta Noir con interrogativa—¿Así se dirigen los pokémon a sus entrenadores?

—¿Te molesta?

—Parecen sirvientes o esclavos nuestros cuando responden así...

—Acostúmbrate.

Las palabras frías de su pokémon le cayeron como agua helada, apartó esas ideas a un lado y comenzó a acariciar la cabeza de la pokémon, buscando calmarla aunque fuera un poco. Sus orejas captaron cómo alguien se acercaba, al ver una sombra proyectándose sobre él, notó la anaranjada simia mirándolo entre alegría y recelo.

—¿También quieres que te acaricie?

—Cállate. Te veo muy calmado, incluso tras convertirte en un Riolu.—Monferno mostró los colmillos, con cierto disgusto. —Tu amiga humana está llorando, ¿no vas a verla?

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